El mundo entero hace casi un mes que discute sin parar el conflicto israelí-palestino, pero hasta ahora la figura del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas, había pasado casi desapercibida. El domingo, tuvo su primera reunión cara a cara con el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, desde que comenzó la última escalada de violencia, condenó los ataques de Hamas del 7 de octubre, pidió un "alto el fuego en el genocidio" y logró poner sobre la mesa un tema del que nadie parece estar hablando: abrir un canal de diálogo para buscar "una salida política integral" a un conflicto que, pese a los constantes esfuerzos de simplificación, es muy complejo.
"Aceptaremos completamente nuestras responsabilidades dentro del marco de una solución política integral que incluya toda Cisjordania y también Jerusalén este y la Franja de Gaza", le respondió Abbas a Blinken, luego que éste le dijera que la ANP debe volver a gobernar sobre Gaza, en vez de Hamas, una organización que tanto Israel como Estados Unidos y la Unión Europea reconocen como terrorista. Pero la Franja de Gaza y Cisjordania no mantienen ningún tipo de conexión. Ni una ruta ni una vía nada. Están divididos por territorio israelí. Por eso, el primer ministro palestino, Mohammad Shtayyed, agregó más tarde: "Hacer que la Autoridad Palestina vaya a Gaza a manejar los asuntos de Gaza sin una solución política para Cisjordania...¡como si la Autoridad Palestina va a subirse a bordo de un (avión) F16 o un tanque israelí! No lo acepto. Nuestro presidente no lo acepta. Ninguno de nosotros lo aceptamos."
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Blinken ya va por su segunda gira por Medio Oriente en menos de un mes. En la primera, su único mensaje fue de apoyo incondicional a su aliado, Israel, tras los ataques de Hamas que mataron a 1.400 israelíes, la mayoría civiles. En esta segunda, el eje está más puesto en conseguir una tregua humanitaria de los bombardeos y la invasión terrestre a la Franja de Gaza que lanzó Israel como represalia y que ya mató a más de 9.700, también la mayoría civiles. No está dispuesto a imponérsela a su aliado, como demostró en el Consejo de Seguridad de la ONU cuando fue el único país en vetar la propuesta de alto el fuego de Brasil porque no incluía el "derecho a defenderse de Israel", pero sí está tratando de convencerlo. Quizás por eso y porque la situación se volvió tan dramática en Gaza que hasta las protestas contra la ANP se calmaron en Cisjordania, que el presidente del único gobierno palestino internacionalmente reconocido, Abbas, lo recibió en ese otro territorio ocupado por las fuerzas armadas israelíes desde 1967.
En medio de las imágenes de devastación humana y material en la Franja de Gaza, cada vez más Gobiernos y organizaciones internacionales se preguntan qué pasará una vez que Israel considere sus objetivos fueron cumplidos y ponga fin a su ofensiva militar. Aún si esos objetivos hoy parecen difíciles sino imposibles de alcanzar -"Seguiremos hasta que los hayamos derrotado," sostuvo el domingo el primer ministro Benjamin Netanyahu sobre el movimiento islamista Hamas que gobierna Gaza-, es posible imaginar que la liberación de todos los rehenes podría poner fin a los bombardeos diarios y la invasión terrestre. Y cuando eso pase, piensan cada vez los actores políticos con influencia en este conflicto, ¿qué pasará?
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Tras su encuentro con Abbas en Ramallah, la sede de la ANP en Cisjordania, Blinken aseguró que "no se puede volver al status quo" previo al 7 de octubre, ratificó su apoyo a una solución de dos Estados -uno israelí y otro palestino- y sostuvo que la Autoridad Palestina -que es la entidad creada por los Acuerdos de paz de Oslo como transitoria hasta la fundación de un Estado palestino independiente y soberano- debe tener un rol central en la Franja de Gaza. Desde 2007, cuando Hamas y la ANP se enfrentaron de manera armada, el Gobierno en Cisjordania no tiene ninguna injerencia en Gaza y lo mismo sucede con Hamas en Cisjordania. A los dos territorios divididos por la ocupación entonces se sumó una dirigencia palestina dividida en dos.
Historia de una resistencia no violenta
Fue entonces, en 2007, que el presidente Abbas formalizó lo que ya era su discurso de hecho y eliminó la defensa de la resistencia armada y la lucha armada de la plataforma de la ANP, un principio que había defendido su antecesor, el histórico líder de la Organización para la Liberación de Palestina Yasser Arafat hasta la firma de los Acuerdos de Oslo en los años 90s.
"Somos muy claro que la resistencia armada debe terminarse porque no tiene nada que ver con establecer un Estado", había explicado el entonces ministro de asuntos vinculados a los prisioneros, Ashraf al Ajrami, a la agencia Reuters. En paralelo, un asesor de Abbas, Nimer Hammad, había puesto como ejemplo la Segunda Intifada, la revuelta popular palestina que había estallado a principio de esa década y había concluido años después con miles de muertos del lado palestino y con una dirigencia israelí más radicalizada, entre la que las palabras diálogo de paz eran cada vez más difícil de escuchar. "Desafortunadamente, la Intifada terminó simbolizando el caos armado...Es tiempo de que este caos se termine y que la gente use medios populares para alcanzar sus objetivos", aseguró a la misma agencia.
Y eso sucedió en Cisjordania. Hay ataques de individuos aislados a colonos o militares israelíes, pero hace años que no se ven acciones organizadas y masivas de milicias organizadas desde el poder de la dirigencia palestina contra el territorio israelí.
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En cambio, comunidades enteras que se organizaron para marchar todas las semanas para denunciar los avances de la ocupación militar israelí y, con ella, la creciente violencia de los sectores religiosos y nacionalistas más radicalizados del ya medio millón de colonos israelíes que se instalaron -con abierta ayuda estatal- en ese territorio que el mundo reconoce como ocupado. Fueron y son reprimidos por los militares israelíes. También organizaciones civiles e individuos impulsaron un movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS), utilizando como ejemplo el que la comunidad internacional impuso a la Sudáfrica racista del Apartheid. Todos los que adhirieron fueron y son acusados de antisemitas.
No solo esta resistencia pacífica no logró ningún avance concreto -como lograr abrir una mesa de diálogo entre las autoridades israelíes y las palestina o atraer una mayor presión de la comunidad internacional para que esto suceda-, sino que además estuvo acompañada de una creciente violencia militar y de los colonos israelíes y de una mayor colonización de estos últimos sobre tierras palestinas.
En 2008, según cifras oficiales, el número de colonos israelíes en Cisjordania -un territorio que no llega a ser la mitad del AMBA- no alcanzaba los 290.000. A principio de este año, el portal israelí Estadísticas de la Población Judía en Cisjordania celebró que habían llegado al medio millón, es decir, casi el doble. En paralelo, los ataques contra civiles palestinos creció hasta alcanzar el año la cifra más alta desde 2005, último año de la Segunda Intifada.
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Al menos 155 palestinos murieron a manos de israelíes en 2022, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. En un informe de finales de agosto pasado, la ONU ya advertía que este año terminaría mucho peor ya que 172 palestinos ya habían sido asesinados hasta este momento. Un mes más tarde, tras el ataque de Hamas contra Israel, estallaría la nueva ofensiva israelí que por ahora dejó alrededor de 140 palestinos muertos en Cisjordania y advertencias tanto de Estados Unidos, Europa como de organizaciones de derechos humanos israelíes sobre "un aumento de la violencia de colonos" que están forzando a comunidades enteras a abandonar sus tierras.
Por eso, miles de palestinos salieron a protestar contra Abbas y la ANP cuando estalló esta última ofensiva masiva israelí contra la Franja de Gaza. Porque le reclaman a su Gobierno que haga algo, que salga de la inacción y de una estrategia que, entienden, no ayudó a avanzar ni un centímetro la causa palestina y, en cambio, solo le garantizó ser el socio amable de la comunidad internacional que recibe millones de dólares en ayuda y ninguna crítica por su poca afinidad al diálogo con la oposición interna.
El poder de la opinión pública internacional
Pero la extrema respuesta militar israelí contra Gaza parece haber empezado a quebrar al menos lo que hasta ahora era un consenso mayoritario en Occidente. Las imágenes de barrios enteros convertidos en escombros en campos de refugiados sobrepoblados, o de padres recuperando las partes de los cuerpos de sus hijos muertos en bolsas, o la contradicción explícita de pedir la evacuación de la mitad de la Franja de Gaza y luego atacar a los civiles que tratan de escapar desataron una serie de protestas multitudinarias en las principales ciudades de Estados Unidos y Europa como no se veía desde el rechazo popular a la Guerra de Irak lanzada por Washington en 2003.
Es en ese contexto, que el Gobierno israelí está quedando prácticamente solo negando una tregua humanitaria, como lo demostró la última votación en la Asamblea General de la ONU, en la que solo Washington lo acompañó votando por el No y Ucrania se abstuvo. Y es en ese mismo contexto que la figura de Abbas puede recuperar interés internacional como la contracara de Hamas, como la dirigencia palestina que renunció a la resistencia armada y con la que se puede dialogar.