La guerra parece irrefrenable en Oriente Medio. Yemen, un país poco más grande que España, con serios enfrentamientos internos pero situado en un punto súper estratégico para el control del comercio internacional y las cadenas de suministro –de hecho podría amenazar la estabilidad económica global en el 2024-, se ha involucrado en el conflicto en apoyo a los palestinos.
Los yemenitas provienen de una de las civilizaciones más antiguas: los sabeos. Su tierra era tan fecunda que los pueblos mediterráneos de la Antigüedad la llamaban “Arabia fértil” o “Arabia feliz”. En los relatos solía aparecer como un lugar de fantasía: de ahí venían el oro, el marfil, el ébano y la seda; las caravanas con incienso, mirra y láudano. Desde su puerto de Moca, llegaba al mundo de la Edad Media una bebida codiciada que se llamaba “oro negro”: el café. Su magnificencia aparece narrada en el Antiguo Testamento con la mítica reina de Saba y su relación amorosa con el rey Salomón.
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Fue parte del Imperio Otomano, luego zona colonizada por la corona británica (que siempre supo ocupar los puntos estratégicos del globo) y finalmente, pauperizada, se unificó en 1990 y se convirtió en república, aunque su situación convulsa y de guerra civil continúa hasta hoy.
Hace menos de dos meses, uno de los sectores yemenitas en lucha –los hutíes- anunció que iban a interceptar todos los barcos que transitaran por el Mar Rojo en dirección a Israel, hasta que el gobierno de Benjamin Netanyahu permitiera la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. Acto seguido atacaron numerosos naves y, en noviembre, secuestraron el Galaxy Leader, un barco porta-automóviles (con capacidad de trasladar 5.100 vehículos), registrado en Bahamas y operado por la gigante japonesa Nippon Ysen Kaisha, cuya flota mundial consta de 112 cargueros porta-autos, cientos de graneleros, de petroleros y muchos etcéteras.
¡Alarma mundial! Las mega corporaciones petroleras, de containers y del transporte por mar como Maersk, Evergreen o MSC (Mediterranean Shipping Company) suspendieron sus operaciones. Se calcula que los daños a la economía israelí ascienden a miles de millones de dólares. Pero las operaciones de los hutíes afectan, además, puntos nodales del comercio mundial, zonas de pasos inevitables y a la vez “cuellos de botella” (choke points) que, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), implica el 80% del comercio global.
La importancia de Yemen es enorme. Su costa mira por un lado al Mar Arábigo y, por otro, al golfo de Adén, al estrecho de Bab al Mandab (en árabe la “Puerta de las lágrimas o de las lamentaciones”) y al Mar Rojo, el que, a su vez, se conecta, a través del Canal de Suez, con el Mediterráneo. Por eso el Reino Unido tiene ocupado el Peñón de Gibraltar y tuvo, hasta 1956, el Canal de Suez (desde ese año pertenece a Egipto).
En la actualidad, estos puntos de valor geoestratégico o “chock points” son siete: Gibraltar, Suez, Bab el Mandab, el Estrecho de Ormuz (única entrada al Golfo Pérsico), el Estrecho de Málaca en el Indo Pacífico, el Estrecho de Bósforo y Dardanelos (en Turquía que conecta el Mediterráneo y el Mar Negro, hoy otra zona en guerra) y el Canal de Panamá.
Otros puntos geoestratégicos de enorme importancia (por ahora en latencia) involucran a Argentina son: el Estrecho de Magallanes, el Pasaje de Drake (dominados con presencia británica en Malvinas), además del Estrecho de Bering (entre Rusia y Alaska, EEUU).
David y Goliat
Como respuesta, Estados Unidos formó una coalición de países “voluntarios” para enfrentar a los hutíes, un pueblo famoso por sus dotes guerreras y por ser indomables. El jefe del Pentágono, Lloyd Austin (muy recelado por su estrecho contacto con la fabricación y venta de armas), anunció el pasado 18 de diciembre la operación “Guardián de la Prosperidad” bajo el paraguas de la Fuerza Operativa Combinada (CTF153) para proteger la navegación marítima con foco en el Mar Rojo.
Reaparecen David y Goliat en el siglo XXI. El ejército más poderos de la Tierra ha desplazo una flota impresionante –portaaviones, submarinos, destructores y fragatas, apoyados por la marina británica- para derrotar a combatientes irregulares que minan las aguas y utilizan principalmente drones.
Según el ex oficial de inteligencia de los marines Scott Ritter, “La única forma de que “Guardián de la Prosperidad” pueda mantener abierto el estrecho de Bab al-Mandeb es lanzar ataques contra la capacidad de los hutíes para lanzar misiles y aviones no tripulados con la esperanza de interceptarlos antes de que sean utilizados. Pero los hutíes ya avisaron que si son atacados van a interceptar la producción de petróleo saudí y emiratí, poniendo en riesgo el suministro energético mundial (…) La coalición multinacional liderada por el Pentágono está en una trampa: si no ataca a los hutíes no puede desbloquear el Mar Rojo y si los ataca la guerra y el bloqueo se ampliarán”.
Tal vez con un exceso de optimismo (aunque con cautela), Ritter cree que “lo más probable es que el Pentágono no tenga éxito en su misión de impedir los ataque hutíes”. “EEUU depende excesivamente del grupo de combate de portaaviones. Pero esta fuerza, en momentos en que el equilibrio de poder mundial está cambiando drásticamente, ya no es el medio dominante de proyección de poder como lo era en el pasado.”
“El inminente fracaso de la Operación Guardián de la Prosperidad expone la impotencia de EEUU a la hora de llevar a cabo sus planes de dominio regional en el Golfo Pérsico, el Pacífico Sur y Taiwán”, concluye el ex marine.
Es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero se deben tener en cuenta ciertos datos. En 2018, aprovechando que Yemen estaba en guerra civil, EEUU se apropió de la isla Socotra e instaló allí una base militar. En Yibuti (en el mencionado estrecho de Bab al Mandab frente a Yemen), China tiene una base naval. En febrero de 2023, Rusia acordó con Sudán la construcción de una base naval rusa (para submarinos) en Port Sudan, en la costa occidental del Mar Rojo. Y Eritrea, otro país cuyas costas baña ese mismo mar tiene fuertes vínculos con Moscú y con Beijing. La mesa está servida para una peligrosa exacerbación de la beligerancia.
La potencia norteamericana, cuyo dogma ha sido siempre la disuasión basada en la fuerza, se siente en riesgo y cree tener motivos suficientes para jugarse al todo o nada. No le será fácil, pero es muy probablemente que, hasta las elecciones presidenciales (secundada por el Reino Unido e Israel), busque hacer alarde de su músculo militar.