Las señales de una transformación profunda en el orden global ya son insoslayables. Ante ese fenómeno irreversible, China anunció cómo se prepara para avanzar en esta nueva y compleja etapa de la humanidad. Lo hizo el presidente Xi Jinping, en el marco del XX Congreso del Partido Comunista Chino (16 a 22 de octubre 2022), poco antes de ser reelegido para un histórico tercer mandato presidencial.
En el imponente Gran Salón del Pueblo, en Beijing, Xi desarrolló, por un lado, los principales desafíos internos, pero también habló de las “feroces tormentas que hay por delante” (en alusión a la disputa que China -pero también el resto de los países del mundo- tendrá que enfrentar ante un Estados Unidos dispuesto a quemar las naves con tal de no perder su rol hegemónico global) y ofreció conceptos o una visión holística de otro mundo posible.
Ese nuevo mundo China lo concibe centrado en la Carta de las Naciones Unidas, pero diferente al actual. En palabras de Xi, el nuevo orden debe ser “multilateral, promover la democratización de las relaciones internacionales e impulsar una gobernanza global más justa y razonable". Y, por si hiciera falta, aclara que en el quinquenio 2023-2028 “China participará activamente en la reforma y vertebración del sistema de esa gobernanza global”. La propuesta es conformar una "comunidad (planetaria) de destino compartido, en momento en que el mundo se encuentra otra vez en una encrucijada histórica y el rumbo que tome dependerá de la elección de los pueblos de los diversos países".
Aunque suene idealista, debe prestarse mucha atención al concepto de “comunidad de destino compartido” si se quiere entender a dónde se dirige Beijing. La apuesta del gobierno comunista es lograr una coexistencia de naciones que estén dispuestas a realizar un esfuerzo común para resolver los problemas globales. China estaría en el grupo de países líderes, inspiradores y responsables de que ese nuevo pacto civilizatorio llegue a concretarse. Su sociedad estratégica con Rusia tiene, ciertamente, un papel clave en ese proyecto humanitario.
El embajador argentino en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, lo explica así: “la idea de ‘Comunidad de Destino Compartido de la Humanidad’ ha venido funcionando como una guía para proyectos concretos de cooperación como la Iniciativa de La Franja y La Ruta, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Seguridad Global, proyectos presentados en el marco de Naciones Unidas y que hoy pueden ser considerados como la arquitectura central para la construcción de un orden internacional más armónico y justo. Un tópico retomado por el presidente Xi en su discurso inaugural es el rechazo a toda manifestación de hegemonismo y política de fuerza. Frente a la complejidad del panorama internacional, es esencial descartar la mentalidad de la Guerra Fría que no beneficia a nadie y evitar todo tipo de injerencia en los asuntos internos de los demás países. Por eso debemos valorar la reivindicación hecha por el presidente Xi de valores como la amistad y cooperación entre los pueblos sobre la base de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica. Un anhelo compartido por todos los que queremos un mundo mejor. Un mundo basado en el diálogo y la confianza, donde cada pueblo sea respetado más allá de las propias realidades nacionales, y en el cual los países estén dispuestos a trabajar de la mano ‘para crear un porvenir aún más brillante para la humanidad’.”
El monopolio de la democracia
La riqueza de los proyectos chinos en este XX Congreso del PCCh no se pueden agotar en un solo artículo. En un listado incompleto de las propuestas podrían enumerarse la intención de mantenerse en los principios rectores del marxismo (al estilo chino); de convertirse en líderes (autosuficientes) de la innovación tecnológica; de mantener la demanda interna en paralelo con la inversión extranjera; de fortalecer las FFAA; de reunificar velozmente del país (sin renunciar al uso de la dimensión militar en Taiwán); de combatir la pobreza y construir un “país socialista moderno que sea próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado y armonioso”. Dentro del amplio concepto de armonía, China incluye “el respeto y la protección a la naturaleza” admitiendo que en el pasado el país “quedó atrapado en un ciclo de contaminación” y la economía sufrió por los costos ambientales.
Pero las propuestas de mayor audacia fueron las que buscaron confrontar el modelo político cultural del Imperio estadounidense y la falsa creencia de que “no hay alternativa” (There is no alternative). El domingo 16 de octubre, al inaugurar el Congreso, el presidente Xi introdujo el nuevo concepto de “democracia popular integral” (también traducida como “democracia en su totalidad”; “democracia de proceso completo” o “democracia que funciona”), descripta como una combinación de democracia electoral y democracia consultiva, que se aplica a través de una combinación de comicios, consultas, toma de decisiones, gestión y supervisión, según el libro blanco publicado en China en diciembre de 2021. “La democracia popular integral es la característica definitoria de la democracia socialista; es la democracia en su forma más amplia, genuina y efectiva”, remarcó Xi.
Académicos chinos explicaron al diario “Global Times” (voz del PC) que, mientras la democracia al estilo occidental está al borde del colapso (y apuntaron a los episodios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio estadounidense), Beijing busca su propio camino democrático. “La imagen de China ha sido difamada durante mucho tiempo como ‘autoritaria’ y ‘antidemocrática’, porque la narrativa de la democracia ha sido monopolizada por EEUU y Occidente. Pero la democracia no es como la Coca-Cola, con el mismo sabor en todas partes del mundo.”
La hora de la batalla cultural
En ese marco, el diario revela que para el gobierno comunista llegó la hora de emprender la batalla cultural. En la sesión de apertura del Congreso, Xi subrayó la importancia de mejorar la comunicación, mostrar una imagen atractiva y respetable del país y hacer escuchar su voz. “Tenemos que fortalecer nuestra capacidad de comunicación internacional, hacerla más efectiva y esforzarnos por fortalecer la voz de China en los asuntos mundiales para que sea proporcional a nuestra importancia internacional", dijo.
Como observó hace unos días la ex secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, al admitir el desafío que implica Beijing para Washington, “China ha abandonado su tradicional política de esconder sus capacidades y esperar la oportunidad”. Ahora ha tomado la iniciativa. Para los estrategas chinos, el país tiene que construir su imagen positiva en base al progreso, el desarrollo y los aportes chinos a la comunidad global, pero también combinando su riquísima tradición cultural y filosófica con los más altos valores universales.
El gobierno chino busca que su nación se convierta en un modelo para el resto del planeta, pero usando sus propias reglas y no las de Occidente. Yan Xuetong, profesor en Relaciones Internacionales de la Universidad de Tsinghua, citado por el Global Times, condensa el nuevo pensamiento que expresa China: “El poder blando de un país radica en última instancia en su atractivo moral, que proviene de lo que ha prometido y logrado tanto a nivel nacional como internacional. Una sólida gobernanza interna y la credibilidad estratégica en la política exterior mejorarán el atractivo chino.” Sin nombrar a Estados Unidos, el profesor Yan lo pone como contramodelo: “El concepto de si un país es moral o no, no proviene de lo que dice ese mismo país, sino de la evaluación que los otros hacen de sus acciones. Por lo tanto, el poder blando debe provenir del éxito y el efecto de modelo a seguir de una nación y no de los valores de los que se jacta o la singularidad de su cultura”.
Finalmente, Xi cerró el sábado 22 el congreso con una exhortación a la confianza y a la mística militante para obtener estos logros: “Somos capaces de crear milagros nuevos e incluso mayores en el nuevo viaje de la nueva era: milagros que asombrarán al mundo".