"Compañero Boric": la nueva era de Chile bajo el prisma argentino

Desde este lado de la Cordillera miran con reservada expectativa la llegada al poder del nuevo presidente de Chile que ya tiene fecha para venir a la Argentina en abril. Las apuestas en la agenda bilateral y las incógnitas que subsisten.

12 de marzo, 2022 | 00.05

¿Qué expectativas tiene el gobierno argentino con Gabriel Boric, el flamante presidente de Chile? Contra toda la efusividad que despertó su triunfo en las redes sociales de este lado de la cordillera, en cuanto a lo que significó para Chile, el sentimiento en la Casa Rosada es bastante medido, con más curiosidad que certeza.

Y no es que dejen de confiar en las buenas intenciones que trae consigo el nuevo mandatario a La Moneda: es solo que, de un tiempo a esta parte, de este lado de la Cordillera han aprendido que gobernar en coalición no es trabajo fácil, que los contextos le ponen frenos a las promesas y que los poderes fácticos subsisten, aunque sus representantes pierdan en las urnas.

En el entorno de Alberto Fernández leen cada manifestación de Boric, desde su campaña hasta ayer, el día de su asunción, en clave positiva. Tanto sus expresiones públicas sobre la Argentina y su cultura popular como su promesa de dar entidad al vínculo bilateral y el anticipo de que la Argentina sería su primera visita internacional, ya como jefe de Estado. De hecho, en Buenos Aires y Santiago ya trabajan con ese propósito y reservaron el 5 de abril en la agenda para la foto con Boric en la Argentina.

También la invitación a que el presidente Alberto Fernández tome la palabra durante el almuerzo en la Residencia Presidencial de Cerro Castillo, en Viña del Mar, cayó bien. El argentino, que a la par preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y su anfitrión, Boric, fueron los únicos que tomaron la palabra. “Son gestos…”, deslizan de este lado con una tímida sonrisa y desviando la mirada al horizonte. No dicen más y no hace falta.

En sintonía, mayormente

A lo largo de los últimos tiempos, los vínculos bilaterales con nuestros vecinos andinos transcurrieron con relativa armonía, aún en la convivencia entre gobiernos de signos opuestos. La firma del llamado Tratado de Maipú, en 2009, entre Cristina Fernández y Michelle Bachelet afianzó la cooperación entre ambas naciones y dejó atrás el peor recuerdo de una guerra que estuvo a punto de estallar allá por 1979, otro conflicto más que alimentaron las dictaduras del Cono Sur.

Por supuesto que hubo algunos cascotazos ocasionales pero no rompieron ningún vidrio, como el malestar que provocó de aquel lado las filminas comparativas del Presidente Fernández en plena pandemia, ponderando la estrategia de nuestro país sobre la de Chile. Mucho más ruido aún generó, vale decirlo, el decreto nacionalista que Sebastián Piñera sacó de la galera en agosto de 2021 —con claros fines electoralistas— mordiendo una porción de la plataforma continental argentina que nuestro país ya había reclamado como parte del Mar Argentino de forma oportuna y ante los foros correspondientes de Naciones Unidas.

Desde el gobierno afirman que el propio Sebastián Piñera “le desinfló las gomas y lo dejó ahí” (al reclamo) cuando su candidato perdió ante el ultra José Antonio Kast. Y confían que ahora, con Boric, todo transite por los mecanismos de mediación preestablecidos por la ONU. Nuestro país ya nombró su representante (la misma diplomática que supo primerear en el papeleo a Chile) y falta que los vecinos trasandinos hagan lo propio para concurrir ante un árbitro neutral. No pasa desapercibido, no obstante, que la segunda en la Cancillería será Ximena Fuentes, la diplomática de carrera que articuló la demanda chilena sobre aguas argentinas.

También hay cuestiones para atender en lo que refiere a los pasos migratorios y los controles por la Covid-19. Las exigencias del lado chileno encendieron los humores de los transportistas argentinos que terminaron varados en pasos como el Cristo Redentor por día este verano, hasta que ambos gobiernos alcanzaron un entendimiento para agilizar su tránsito. Así y todo, restan resolver cuestiones de fondo para que no se repita el episodio y, otra vez, confían en que la promesa de Boric de abordar la problemática migratoria en su país con un enfoque menos punitivo incluya este capítulo.

El acuerdo de intercambio contraestacional de gas, por el cual nuestro país envía energía a Chile durante el verano, entre diciembre y abril, con el compromiso de que los vecinos lo devuelvan por las mismas cañerías cuando aumenta el consumo en estos pagos por la llegada del frío es otro punto pendiente. En el contexto actual de costos energéticos crecientes, eliminación de subsidios y reducción de las importaciones desde Bolivia, adquiere un tenor mayor.

Por último, un proyecto geopolítico al que la Argentina quiere plegarse y ya articula con Chile para hacerlo es el del cable submarino transpacífico de conexión con Asia con el que se busca trazar un puente de fibra óptica que conectará Valparaíso con Auckland. En la última visita de Fernández a Chile, en tiempos de distensión con Piñera, ambos gobiernos acordaron conformar una Mesa Binacional de Agenda Digital para trabajar este y otros temas vinculados. La Argentina propuso tirar una extensión del cable por encima del muro de la Cordillera, y así ampliar su potencial hacia estas costas, conectando a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia y eludiendo a Estados Unidos y Europa, por donde cruzan los principales nodos digitales. Por ahora, está en stand by.

Todo bien pero…

Que Fernández haya armado una comitiva de 14 funcionarios, funcionarias, legisladores y legisladoras con mayoría femenina puede interpretarse como un punto de encuentro en lo que a políticas de género se refiere con su nuevo vecino. En Chile, Boric ha formado también un gabinete tan disruptivo como su propia ascendencia al poder con apenas 36 años: con mayoría de mujeres y una edad promedio menor a los 50 años, gran parte de ellos y ellas, representantes de las diversidades y sectores acallados y postergados por décadas. También allí el flamante presidente ha militado la legalización del aborto que avanza con paso firme en los debates dentro de la Convención Constituyente como parte de un paquete integral de derechos sexuales y reproductivos.

Pese a ello, hay otro parecido en el que la Casa Rosada se ve reflejado y es en las dificultades de gobernar en formato de coalición. El Frente de Todos lo experimentó como nunca esta última semana. Boric no la tendrá mucho más sencilla: su propia fuerza, Convergencia Social, convivió con otros dos socios —Revolución Democrática y Comunes— dentro del Frente Amplio, que a su vez convive con la coalición Chile Digno, Verde y Soberano —Partido Comunista y la Federación Regionalista Verde Social— para unirse en una coalición electoral, Apruebo Dignidad. Es la coalición de dos coaliciones.

En el ballotage, además, debieron acordar con el resto del espectro de centroizquierda para ganarle a Kast. Y aunque no se haya materializado en un acuerdo programático, Boric necesita mantener esa sintonía para contar con número legislativo, al menos, en Diputados. En el Senado, los conservadores mantendrán su predominio.

Un dirigente con experiencia diplomática se permitió un comentario por lo bajo, medio en broma, medio en forma de descargo: “Tal vez Alberto le aconseje que, frente a las presiones internas que puedan venir, tenga en cuenta los contextos a la hora de hablar. Nadie te aplaude cuando invertís millones en políticas sociales pero te saltan a la yugular cuando los contextos cambian y demandan decisiones difíciles. Y los contextos son muy volátiles, todo puede pasar”.