El último domingo en Chile se desarrolló un plebiscito que abre las puertas de una nueva etapa de la democracia local. Con un 78% de los votos (5.885.721) se aprobó la creación de una Nueva Constitución Nacional que viene a reemplazar la Carta Magna de 1980 aún vigente, elaborada durante la dictadura de Augusto Pinochet. Además, en un hecho inédito en la historia universal, se votó que el órgano encargado de redactarla sea una convención constituyente formada con paridad de género, es decir la misma cantidad de hombres y mujeres, que será elegida el próximo 11 de abril de 2021.
El resultado de la jornada se trata de la culminación de un proceso político, pero sobre todo social y cultural, que se inició en octubre de 2019 con el “Estallido social” que impulsó a millones de personas a ocupar las calles de Santiago y otras grandes regiones. En dicho marco quedó en evidencia la aparición de dos actores claves que encabezaron las movilizaciones populares y se han posicionado como agentes políticos mirando al futuro: el movimiento estudiantil, creador del slogan que dio sentido al reclamo “No fueron 30 pesos, fueron 30 años”, en alusión al aumento del costo del boleto del metro; y las organizaciones feministas que recorrieron el mundo con su canción “Un violador en tu camino" y la puesta performática de “El Violador Eres tú”, y lograron denunciar y visibilizar los hechos de violencia patriarcal, y la trama de abusos sexuales que se sostenía con la complicidad del Estado.
“No fueron 30 pesos, fueron 30 años”
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Para comprender la importancia del movimiento estudiantil chileno en el estallido social y su rol como catalizador hay que hacer un repaso por su historia de militancia que es sumamente reciente. Durante los 2000 los colegios más emblemáticos de Santiago comenzaron a organizarse alrededor de la Aces (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarixs). Los reclamos entonces apuntaban a modificar las pruebas Simse y PSU, que son los sistemas de medición de la calidad educativa, cuestionados por evaluar los rendimientos y estándares de aprendizaje desde una mirada plenamente instrumental, mercantilizada, que reproducía los privilegios de los sectores que concentraban el capital económico y simbólico. Es allí que se abrieron los primeros debates constitucionalistas a favor del derecho a la educación gratuita y por la derogación de leyes educativas como la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) y el decreto 524 de 1990. Estas primeras instancias convergieron en las movilizaciones estudiantiles de 2006, el famoso Movimiento Pingüino, encabezadas por referentes como Camila Vallejos, actual parlamentaria, y César Valenzuela.
MÁS INFO
Entre 2011 y 2013 los grandes reclamos sociales se generaron en torno al movimiento Indignados Chile, y unos años después la gran lucha contra las “AFP” que son los fondos privados que administran las jubilaciones y pensiones de los chilenos. Amapola Varas es chilena, cientista política, Magister en Políticas públicas, y militante feminista de la Comuna de Macul. Ella cree que el problema histórico en Chile en términos de organización social siempre fue la fragmentación de las luchas y la sectorización de los reclamos, que configura un mapa fragmentado y dividido del campo popular. Además, tal como ocurre en Argentina, señala que lo que mueve el amperímetro de la agenda pública es lo que pasa en la capital: “Lo que no sucede en Santiago es invisivilizado por los medios de comunicación, y ese es el gran problema, por ejemplo, de las luchas mapuches”.
“Si uno traza una línea se da cuenta que la revolución Pingüina fue una inspiración, son quienes sentaron las bases para todo lo que vino después”, cuenta Amapola. A mediados de 2019 el gobierno de Sebastián Piñera anunció un aumento de 30 pesos chilenos en el pasaje del metro, que en términos reales es poco representativo. “Ya veníamos de diferentes alzas muy fuertes en la luz, el agua, el gas, y en general el servicio de transporte acá es muy malo. Esos 30 pesos fueron la gota que rebalsó el vaso de todos los abusos que venían acumulados sobre una base de sueldo mínimo que es irrisoria, cerca de 300 mil pesos chilenos (cerca de 400 dólares) con los que viven familias enteras. Eso afectaba mucho el bolsillo de toda la población”, explica la politóloga. La respuesta política de los estudiantes secundarios organizados de Santiago fue un llamado a saltar los torniquetes, o “Evadir”, es decir “no pagar como otra forma de luchar” para expresar el descontento social. Lo novedoso del movimiento, y el aspecto que lo diferencia de sus antecesores, es que no tienen líderes y rechazan cualquier tipo de discurso partidario.
El estallido social
El 18 de octubre se concretó la evasión masiva y las calles de Santiago se convirtieron en un lugar de encuentro de miles de personas que se sumaron de forma espontánea. Aquel día el reclamo tomó fuerza, se produjeron varios incendios y ataques en el metro, en el edificio de la compañía eléctrica ENEL y una sucursal del Banco Chile, y el Gobierno respondió con una brutal represión y la declaración del estado de emergencia en Santiago. Los días posteriores las protestas se extendieron a otras regiones del país, incrementó la violencia del Ejército y de Carabineros, y se anunció el toque de queda desde las 21. Pero la ciudadanía ya no tenía miedo. El 25 de octubre se concretó “La marcha del millón”, de la que participaron 1,2 millones de personas en la Plaza Dignidad, momento que pasó a la historia por ser la convocatoria más grande desde la vuelta a la democracia.
“Se produjo un cambio de subjetividad o forma de ver lo colectivo. Fue una conjugación histórica en la que se unieron todas las piezas. En el medio el Ministro de transporte salió a decirle a la población que si madrugaba y viajaba en el horario que no se cobraba tanto, podía ahorrar y comprarse un helado. Otro ministro se justificó diciendo que había bajado el precio de las flores. Fue una seguidilla de discursos de funcionarios que se reían del pueblo. El trabajador común y corriente se dio cuenta de esta situación”, sostiene Amapola. En sus intervenciones los estudiantes expresaban que la lucha era por los reclamos históricos de sus familias, tixs, madres, padres, abuelxs, hermanxs. “Ellos podían faltar al colegio y salir a movilizarse mientras que sus familias no podían darse el lujo de dejar de trabajar. Los estudiantes estaban haciendo lo que los adultos no podían hacer”, relata. Bajo la consigna “No son 30 pesos son 30 años”, similar a “Piquetes y cacerolas, la lucha es una sola”, se unieron los reclamos de múltiples sectores por la garantía de derechos humanos básicos y transversales.
“Un violador en tu camino”
El movimiento feminista en Chile tomó impulso en los últimos años a partir de las diferentes organizaciones y coordinadoras. La primera gran marcha como sujeto político fue la del 8M (Día de la Mujer) de 2019, también siguiendo el ejemplo de la militancia en Argentina y el Ni Una Menos. Sin embargo un mes después del estallido social, en el marco de las actividades por El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se conmemora el 25 de noviembre, apareció en escena el grupo Las Tesis con su performance “El Violador en tu camino” y, según explica Varas, este hecho fue lo que faltaba para consolidar el movimiento, para decir que la lucha era de todos y todas: “ Por un lado teníamos el movimiento social de todos los sectores, impulsado por los estudiantes secundarios, y por otro lado estaba la lucha de las mujeres feministas”. De esta manera crecieron las organizaciones feministas barriales con la conjugación nacional a través de la Coordinadora Feminista 8M (CF8M).
El rol de las mujeres fue central en el reclamo por las deudas históricas y la visibilización de los femicidios. “Acá en las noticias no se escuchaba nunca hablar de femicidios, violencia de género, maltratos, que son hechos sociales que pasan realmente en la vida diaria. Lo de Las Tesis le hizo ver a muchas mujeres que no estaban solas. Se demostró que la violencia y el sistema patriarcal atraviesa todos los aspectos de la vida – expone Amapola – Incluso es ejercida por quienes tienen que velar por nuestra seguridad. La canción habla de El Estado, los jueces, y del mismo Presidente”. Dicha performance se terminó extendiendo por las calles de todo Chile, en la puerta de las comisarías, en el poder judicial, en el Congreso, frente a la Moneda y en los lugares más icónicos, y aterrizó en las ciudades más importantes del mundo.
Como en Argentina se lleva a cabo el Encuentro Nacional de Mujeres, en Chile se organiza desde el 2018 el Encuentro Plurinacional de Las que Luchan, y en 2020 se realizó en clave Constitucionalista. Allí se armó un petitorio feminista de cara a la nueva Constitucional con reclamos frente a la herencia dictatorial, las estructura elitista gubernamental y los cimientos patriarcales. “El feminismo mostró que el patriarcado viene desde las instituciones y desde el Estado, entonces la única forma de poder derribarlo es luchar en su mismo lenguaje. Tenemos que exigir una Constitución feminista, plurinacional, libre y soberana, en la que el Aborto por ejemplo sea exigido como parte de los derechos humanos sexuales de los cuerpos gestantes”, dice Varas. Tanto el feminismo como los estudiantes cruzaron la frontera de sus agendas propias para apuntar al problema estructural que carga el país hace varias décadas.
Chile despertó
Francisca Romero es chilena y socióloga. Ella cree que el Estallido Social es la cristalización de una crisis estructural que se arrastra desde la vuelta a la democracia y un sistema desigual anclado en el modelo Pinochetista pero avalado por el pacto entre los partidos políticos del sistema. Los gobiernos no han sido capaces de resolver los problemas de las mayorías. “Esto quedó muy claro con las votaciones en el plebiscito. No solo hay una desigualdad social que se traslada a servicios básicos o ingresos, sino que atraviesa la geografía. Solamente tres comunas de la región metropolitana votaron por el rechazo, que son las mismas que están en los sectores más altos de Santiago”, menciona Francisca. El modelo democrático ha sido organizado alrededor de un grupo minoritario, una elite económica que tiene voz y voto, que se ha transformado en una verdadera “clase política” y se reproduce a través de la endogamia e incluso el nepotismo. “No tiene ningún tipo de contacto con la vida real. La mayoría de los políticos viven aislados del ciudadano común y corriente. La diferencia entre el salario mínimo y el de un ministro es abismal y eso es lo que la gente se dio cuenta”, agrega Varas.
“El punto de inflexión fue ver cómo los políticos se empezaban a reír en la cara de la gente - sostiene Romero - los funcionarios empezaron a perder credibilidad de parte de la ciudadanía. Se dejó en evidencia la poca capacidad de la cúpula política para poder ser parte de la ciudadanía. Viven en un mundo paralelo, no pueden entender los problemas de la gente”. Nada más representativo de esta situación que la reciente intervención del Ministro de Salud, Jaime Mañanlich, quien justificó en televisión el mal manejo de la pandemia como consecuencia de que "no tenía conciencia" de los niveles de pobreza y hacinamiento que se vivían en Santiago.
“Nos quitaron tanto, que nos quitaron el miedo"
“Hay un cuestión que es generacional. Los que hoy tiene 40, 50 años se criaron en el pinochetismo y son una generación con miedo. La siguiente, los que nacimos en los 80 y 90 la mayoría estamos trabajando, muchos ya somos parte del sistema. Y los más jóvenes ya no tienen ese miedo”, explica Amapola. En los barrios, a pesar de la medidas represivas y los anuncios amenazantes del gobierno, los ciudadanos se organizaron en asambleas comunes, muchas de las cuales continúan activas en medio de la pandemia. “Sentíamos que estábamos viviendo un sueño o una película, algo que llevamos hablando 20 años en la teoría. No solo se perdió el miedo a los militares, sino también a la política. Uno salía a la calle, hablaba con los trabajadores, los jubilados, y todos estaban de acuerdo, se informaban sobre sus derechos, estaban concientizados sobre las falencias de Constitución”, relata. Ante la feroz violencia de los carabineros, que usaban, desde tanques hasta metralletas y balines, la gente se compraba en las ferreterías las mascaras, antiparras anti baleo y leche de magnesio, porque los gases quemaban incluso la piel. “Gracias al 18 de octubre nos volvimos a llamar pueblo”, concluye.