Primero en Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva le pidió al FMI que "le quite el cuchillo de Argentina", luego en China acusó al Fondo de "asfixiar" la economía de Argentina y, finalmente, la semana pasada, en la cumbre del G7 en Japón, una fuente de su comitiva le dijo a la agencia Télam que "la situación de Argentina fue el principal tema" de su reunión bilateral con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. La cercanía ideología y la simpatía personal de Lula con el Frente de Todos no son novedades; sin embargo, sorprende el énfasis y la centralidad que asumió la defensa de la posición argentina para salir de la crisis económica en el discurso del mandatario brasileño en las últimas semanas.
Detrás de este apoyo poco común se esconde la interna de la amplia coalición que apoya a Lula en el Gobierno y en el Congreso y su alianza con los industriales paulistas, que estalló cuando el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Sergio Massa viajaron a principio de mes a Brasilia con la esperanza de conseguir una financiación de importaciones en reales que descomprimiera la escasez de reservas en Buenos Aires.
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"Alberto Fernández es un compañero que llegó aquí muy preocupado, pero creo que se va a volver más tranquilo. Es verdad, sin ningún dinero, pero con mucha disposición política para encontrar una salida para Argentina", había afirmado Lula, incluso con una sonrisa, en la conferencia de prensa en Brasilia el 2 de mayo pasado, antes de que Alberto y Massa se volvieran a Buenos Aires con las manos vacías.
A la espera de las renegociaciones del acuerdo con el FMI en Washington se sumó, entonces, otra espera: que Brasil convenza en la semana que viene a sus socios del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), especialmente China, para que ayuden a prefinanciar las exportaciones brasileñas a Argentina y, de esa manera, evitar que sufra la producción industrial brasileña, por un lado, y evitar un mayor drenaje de las reservas argentinas, por otro.
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Como dijo Lula: "No estamos discutiendo una ayuda a Argentina; el debate es otro. Debemos ayudar a los empresarios brasileños que exportan a Argentina y financiar las exportaciones brasileñas como China hace con los productos chinos. Estamos buscando una forma para hacer que nuestros exportadores continúen produciendo". El jueves pasado, el mandatario repitió este mensaje en la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp).
El próximo martes, Lula y Alberto volverán a estar cara a cara en Brasilia, esta vez en una cumbre sudamericana convocada por el brasileño. Pese al fuerte apoyo demostrado por el anfitrión ante las principales potencias del mundo, la decisión económica de su Gobierno no ha cambiado: no habrá asistencia financiera.
La previa del viaje del 2 de mayo
Antes de ese viaje oficial, el acuerdo de un prefinanciamiento de algunas exportaciones industriales brasileñas parecía un hecho. El tema había sido mencionado por los dos ministros de Economía, Massa y Fernando Haddad, cuando se reunieron en la primera visita de Estado de Lula en su tercer mandato, en enero. Lo que al principio parecía algo seguro, pronto se complicó cuando el flamante mandatario brasileño se enteró que las finanzas del banco de Desarrollo de Brasil, el Bndes, no eran las que creían tras cuatro años de bolsonarismo.
Pero en marzo, la posibilidad de un acuerdo volvió a surgir con fuerza. El embajador en Brasilia y ahora precandidato presidencial, Daniel Scioli, anunció que el Bndes abría una línea de prefinanciamiento, aunque muy limitada. "Con el objetivo de descomprimir el uso de divisas en Argentina, el Bndes pone a disposición financiamiento a exportaciones de Brasil de hasta US$ 10M por operación para bienes de capital y otros bienes. Directivos del Bndes me lo informaron luego de mi reunión con Aloizio Mercadante, presidente del banco, en Río de Janeiro la semana pasada", tuiteó el dirigente argentino.
Esta decisión, por un lado, demostró la posición política del titular del Bndes, Mercadante, un veterano hombre de confianza de Lula y un desarrollista convencido que estuvo a cargo de su programa de gobierno en la campaña. Por otro lado, generó expectativa entre la élite industrial paulista, que tiene al mercado argentino como uno de sus destinos más importantes. En 2022, los cinco rubros que encabezaron las importaciones de Brasil fueron los automóviles (406 millones de dólares), los aglomerados de hierro (354 millones de dólares), los coches de motor más chico (354 millones de dólares), el fuel oil (320 millones de dólares) y los tractores (149 millones de dólares), según el Indec.
Por eso, ya en abril, el presidente de la Fiesp, Josué Gomes da Silva, le decía a la agencia Télam que estaban buscando "dar financiamiento para que las empresas brasileñas puedan exportar a Argentina". Pero la señal más clara llegó en la víspera del viaje de Alberto y Massa a Brasilia.
El viceministro de Economía brasileño, Gabriel Galípolo, le dijo a la cadena de noticias Globo: "Estamos proponiendo la creación de una financiación a las empresas brasileñas que venden a la Argentina y son esas empresas que venden servicios y mercaderías de Brasil dadas las restricciones que se verifican en Argentina". Habló de más de 200 empresas y dijo que su país había perdido alrededor de 6 mil millones de dólares en la balanza comercial bilateral a manos de China.
Entonces, ¿qué pasó en Brasilia?
Lula estaba de acuerdo con ampliar la medida incipiente de Mercadante, su hombre de extrema confianza, y apoyar el reclamo de la Fiesp, su aliado coyuntural en una de las principales batallas que está dando el mandatario dentro de Brasil: frenar la primarización de la economía que defendió su antecesor, Jair Bolsonaro, y que siguen impulsando sus aliados, especialmente desde el Congreso, en detrimento de su proyecto industrializador para competir con las grandes potencias en regiones como América del Sur y África.
Pero el veterano líder de la izquierda brasileña cambió de posición cuando su ministro de Economía, Haddad, le explicó que el Gobierno argentino, a solo meses de unas elecciones con resultado abierto y presionado por constantes corridas financieras y las metas acordadas con el FMI, no podía ofrecer garantías para cumplir con un eventual acuerdo masivo con Bndes. Según una fuente de la cartera que dirige Haddad, la decisión que se tomó es que Brasil no pondrá "plata fresca" en ningún formato porque la posibilidad de que su aliado argentino no pueda cumplir representa "un alto costo político y financiero" para Brasilia.
Lula aceptó el mensaje, pero atento a la necesidad de mantener cerca a la Fiesp y, por otro lado, su decisión de apoyar sin medias tintas al oficialismo argentino en este año electoral difícil, buscó un plan b. Irónicamente, le fue a tocar la puerta a la misma potencia que le está quitando mercado argentino a sus industriales desde hace una década: China.
Todos los caminos conducen a China
La siempre cambiante coalición de centro y centro-derecha sobre la Lula se sostiene en el Congreso no está dispuesta a que el Bndes se endeude con un país en crisis como Argentina, pero no habría obstáculos si Brasil consigue esa financiación del Brics, el bloque de potencias regionales que lidera China y cuyo banco de desarrollo ahora dirige la ex presidenta brasileña y ex delfín de Lula, Dilma Rousseff. Esta institución se reúne la semana que viene y Massa estará allí, en Beijing, como invitado especial. "Estamos viendo si los Brics nos ayudan a poder seguir exportando bien y más a Argentina", dijo Lula el jueves para tranquilizar a los industriales paulistas y agregó: "Más que ayudar a Argentina, queremos ayudar a nuestros exportadores".
Por eso, en Beijing, la semana que viene, no solo se define si Massa llegará con algo de aire económico a junio para tomar una decisión sobre su candidatura presidencial, sino que Lula también se juega la única herramienta posible para tirar un salvavidas a un sector productivo que, en este momento, es clave para resistir frente a la embestida agropecuaria y financiera de sectores que apoyaron hasta el último minuto a Bolsonaro y, que sin dudas, ya lo extrañan.