Europa agoniza… y no es de ahora. El último intento de mostrarse independiente de los mandatos estadounidenses fue hace casi 22 años, en enero de 2003, cuando el presidente conservador de Francia, Jacques Chirac, y el canciller socialdemócrata de Alemania, Gerhard Schroeder, se plantaron frente a George W. Bush y dijeron “No” a su participación en la guerra contra Irak.
Fue un acto de desobediencia inesperado (¿desesperado?) e infructuoso. La Unión Europea nunca había dejado de estar bajo el ojo vigilante de Washington; la alianza entre iguales siempre había sido una ficción y, definitivamente, Estados Unidos jamás iba a permitir el crecimiento de un competidor que le hiciera sombra.
Aquel gesto de Chirac y Schroeder -que eligieron, para mostrar músculo ante Bush hijo, la celebración del 40 aniversario del Tratado del Eliseo (1963), firmado por dos “gigantes”, Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, para poner fin a siglos de enemistad entre ambos países- tiene hoy su contracara más dramática. El actual vacío de poder en Francia y Alemania augura un largo período de inestabilidad para toda Europa.
A partir de la operación militar rusa en Ucrania de 2022 quedó en evidencia no sólo la patética obsecuencia de Europa para con su “socio” estadounidense sino su incapacidad para percibir los datos de la realidad, evaluarlos correctamente y trazar estrategias acordes.
Una de esas falsas percepciones es el supuesto éxito de una Europa común. Tanto las elecciones europeas de este año como la conformación de sus autoridades dejaron claro que la Unión Europea es un proyecto fallido. La polarización interna entre un grupo atlantista y neoliberal –Francia y Alemania a la cabeza- que defiende el globalismo y la cruzada belicista de la OTAN y otro, ultraderechista, proteccionista, intolerante con la inmigración, por momentos euroescéptico y, definitivamente, opuesto a la guerra de Ucrania, es cada vez más profunda.
Así describe el historiador y antropólogo francés, Emmanuel Todd, la falta de contacto con la realidad de los europeos. “En Europa occidental, miles de políticos, periodistas y académicos (…) se han convertido en espectadores más que en actores de la Historial real de la que forma parte la guerra en Ucrania. Aún peor, recorrían la Historia como turistas, empeñados en construir Europa con palabras, llenando a sus pueblos de humo, como si estuviesen jugando al Monopoly una tarde de vacaciones”, dice en su muy recomendable libro
La derrota de Occidente
Luego critica con dureza no sólo la ingenuidad europea de creer que “las sanciones pondrían a Rusia de rodillas”, sino que “los alemanes aceptaran sin inmutarse que su protector dinamitara un elemento esencial de su sistema energético (gasoducto Nordstream 1 y 2) en un asombroso acto de sumisión”.
Todd escribe dos frases lapidarias: “El proyecto europeo está muerto” y “El nuevo papel que EEUU desempeña actualmente en Europa es el dispensarle una muerte militarmente asistida a la Unión”. El intelectual francés sostiene sus afirmaciones con datos: “La balanza comercial de la zona euro ha pasado de 116.000 millones positivos en 2021 a 400.000 negativos en 2022.”
Y para colmo llega Donald Trump
El presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz tendrán un turbio 2025. Ambos países atravesaron, en 2024, dificultades económicas e fracturas políticas preocupantes. Para colmo, a partir del 20 de enero del año próximo, asume en la Casa Blanca un político que, en su primer mandato (2017-2021), fustigó con dureza a la Unión Europa.
En el caso de Francia, Macron fue castigado por las urnas en las elecciones al Parlamento europeo y quedó debilitado. Para fortalecerse, el pasado mes de junio, llamó a elecciones legislativas en su país y volvió a ser derrotado no sólo por la extrema derecha sino por la alianza de izquierda liderada por Jean-Luc Mélenchon. Desconoció la voluntad popular y nombró como primer ministro a un conservador: Michel Barnier votado por apenas el 6% de la ciudadanía. Fue una estrategia de patas cortas: a comienzo de diciembre, la izquierda y la ultraderecha votaron por la destitución del premier.
Desde la izquierda, Arnaud Le Gall, asesor de relaciones internacionales del partido “Francia Insumisa”, asegura que la actual crisis política “no tiene precedente en más de 50 años de la V República” y que “la dimisión del presidente parece inevitable a mediano plazo”. “Incluso algunas figuras de su propia bancada y de la derecha hablan de dimisión. Es difícil imaginar que persista esta ridícula obstinación de Macron de aferrarse al poder durante tres años más. Hoy el 60% de los franceses respaldaría su salida”, aseguró Le Gall a la prensa.
El pasado 13 de diciembre, después de feas peleas de palacio, Macron se vio obligado a nombrar al ex alcalde de Pau, Francois Bayrou (73), como nuevo primer ministro. Según el diario Le Monde, Bayrou lo amenazó: “Es así de simple: si usted no me nombra primer ministro voy a retirar a mis hombres de la coalición”. Nadie se anima a decir cuánto puede durar esto.
En cuanto Alemania, un país que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial sigue ocupado por el Pentágono (más de 200 bases militares), es la que sufre la mayor transformación. El conflicto en Ucrania, la ruptura con su proveedor energético (Rusia) y la consiguiente crisis afectaron su producción industrial (se calcula una caída de 5% en 2024) además de su competitividad a nivel global. La población comenzó a temer por su empleo: el anunció de gigantes como Volkswagen de deslocalización y cierre de plantas en Alemania, por primera vez en sus 87 años de historia, fue uno de los disparadores.
Por otra parte, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) tuvo un muy buen desempeño tanto en las elecciones al Parlamento europeo en junio como en las regionales de septiembre pasado. Salieron primeros con un 33% en Turingia y segundos con 31% en Sajonia mientras los partidos tradicionales perdieron centralidad. El deterioro político y la paralización económica hicieron eclosión en noviembre con la salida de ministro de Finanzas; el liberal Christian Lindner y la consiguiente ruptura de la coalición gubernamental.
Olaf Scholz convocó entonces al parlamento para que le diera un necesario voto de confianza. Perdió. Tuvo 394 votos en contra, 207 a favor y 116 abstenciones. El 23 de febrero próximo habrá elecciones anticipadas en Alemania.
Para entonces, ya estará Donald Trump en el poder. Como en su primer mandato, el presidente-empresario acaba de amenazar con poner fin al compromiso de EEUU con la OTAN (Europa se quedaría sin defensa). También adelantó futuras condiciones comerciales, todas muy perjudiciales para Europa. “Le dije a la Unión Europea que deben compensar su enorme déficit con EEUU comprando nuestro petróleo y gas a gran escala. De lo contrario, ¡¡¡serán aranceles totales!!!”, escribió en su cuenta Truth Social.
Con gobiernos debilitados en Francia y Alemania, Europa está a la deriva. ¿Habrá llegado la hora de que piense seriamente cuáles son sus verdaderos intereses y con quiénes le conviene asociarse?