La salida reciente de las fuerzas estadounidenses de Sahel (Malí, Burkina Faso y Níger) no es una sorpresa. Tras el golpe de Estado llevado a cabo por una junta militar el 26 de julio de 2023, la presencia de las potencias occidentales en la región era solo cuestión de tiempo. Esto no es el primer golpe militar en el Sahel. Después del de Mali, con el golpe del coronel Assimi Goïta (18 de agosto de 2020), le tocó al Burkina Faso con la toma de poder del capitán Ibrahima Traoré (30 de septiembre de 2022). Las similitudes son evidentes y todos ocurren un contexto de crisis de seguridad y económica que afecta a estos países.
El fracaso de la operación Barkhane
El Sahel se ha convertido en una de las zonas más peligrosas del mundo en la última década. Según la ONU, es la región más golpeada por el terrorismo. Solo en 2023, se registraron más de 4.000 civiles muertos. Mas precisamente, nos referimos a la "zona de las tres fronteras" ubicada entre Mali, Burkina Faso y Níger. Dos grupos principales son responsables de este aumento de la violencia, logrando reforzar su influencia y expandir su dominio: el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (GSIM) y el Estado Islámico en el Gran Sahara (EIGS). La operación Barkhane (empezada en 2014 por Francia) fue el primer intento de frenar la violencia en la región. Sin embargo los resultados fueron infsatisfactorios, y el número de ataques en el Sahel se disparó. Por ejemplo, en 2021 hubo más de 1.500 ataques terroristas en la región, causando la muerte de unas 5.000 personas.
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Más allá de la grave degradación de la seguridad, la actitud imperialista de las fuerzas francesas ha sido frecuentemente denunciada. El general Didier Castres, ex jefe adjunto del Estado Mayor, admitió que la actitud paternalista de Francia frustró a las autoridades malienses, señalando: "Actuamos como un hermano mayor que le dice a su hermano menor qué hacer y qué no hacer". Esta postura ha debilitado la legitimidad de las relaciones entre Francia y sus socios africanos, exacerbando la ira y la oposición popular a su presencia. Entonces, miles de personas salieron a las calles de Bamako para exigir la salida de las tropas francesas. La llegada de las juntas militares aceleró la salida de las últimas tropas de la OTAN. Pero eso no ha detenido la dependencia de las potencias imperialistas.
La llegada de los África Corps (ex- Wagner)
La salida de Francia y Estados Unidos ha dejado así el terreno libre para Rusia y China, ansiosas por reforzar su influencia en la región. En efecto, los países del Sahel presentan un interés económico (lo que también había justificado las operaciones francesas). De hecho, sus tierras son muy ricas en oro, litio, uranio y petróleo. Además, estos países se han convertido en un punto de tránsito importante para la inmigración hacia Europa. El control de estas naciones sería entonces una ventaja que permitiría ejercer presión sobre los gobiernos de la Unión Europea (Putin ya había enviado migrantes a las fronteras polacas).
La presencia del grupo paramilitar Wagner en África subsahariana ya era de público conocimiento. Sin embargo, Moscú decidió reorganizar sus fichas tras la rebelión del 23 y 24 de junio de 2023. Se despide a Wagner y se da la bienvenida una nueva agrupación muy similar: Africa Corps. Esta nueva organización se presenta como "una parte de una estructura especial del Ministerio de Defensa". Un vínculo estrecho con el Kremlin que no hace más que confirmar la intención de Putin de infiltrarse en este nuevo terreno.
Con un contingente de entre 1500 y 2000 hombres en Malí, los recientes golpes de Estado en Burkina Faso y Níger abren la puerta a una guerra de influencias. Aunque no se ha hecho público, ya se sabe que se firmó un acuerdo de cooperación militar entre Níger y Rusia. De hecho, el viceministro de Defensa ruso, Evkurov, se trasladó a Niamey, donde se reunió con el general Salifou Mody, ministro de Defensa de Níger. Poco después, se desplegó en el país un primer comando de unos cien hombres. De igual forma, el capitán Traoré, jefe de la junta militar en el poder en Burkina Faso, fue recibido con grandes honores en San Petersburgo.
Como subraya la politóloga Marie Mendras en su obra "Guerra permanente", Putin sigue una estrategia de conflicto permanente. Busca mantener zonas de conflicto o inestabilidad en regiones estratégicas para debilitar a los gobiernos locales y minar la influencia occidental. A largo plazo, el objetivo es crear una dependencia de los gobiernos locales hacia el poder político ruso.
¿Cuáles son las consecuencias?
Si se confirma el acercamiento con Rusia, ya se alzan voces críticas sobre su falta de eficacia. Así, en Afrik.com se puede leer sobre la situación en Mali (país donde los rusos están más instalados y desde hace más tiempo): "A pesar de la llegada de los rusos de Wagner, tras la retirada de las fuerzas francesas de Barkhane, los militares en el poder en Bamako presentan un balance muy negativo en el ámbito de la seguridad. Y no hay indicios de que nuestros hermanos malienses estén en la dirección correcta para recuperar su soberanía territorial y restablecer la seguridad y la prosperidad". Además, varias ONG han denunciado las violaciones cometidas por los grupos paramilitares rusos. Human Rights Watch, a principios de este año, informó sobre la muerte de varios cientos de civiles malienses, burkineses y nigerinos.
Desde el punto de vista político interno, la llegada de las juntas al poder ha tenido consecuencias graves en la vida de las poblaciones locales. En primer lugar, hay una grave crisis económica. Desaprobados por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), los tres países sahelianos se han encontrado aislados. El medio nigerino L’Autre Républicain señala: "Una fuerte inflación con un aumento en los precios de los alimentos y bienes, la pauperización de la población, aumento del desempleo y la ralentización de las actividades industriales y comerciales". Por último, la llegada de las juntas ha llevado a un giro autoritario en estos países. "En Níger, al igual que en Burkina Faso y Mali, la ciudadanía ha muerto. Quienes desean ser ciudadanos son encarcelados y perseguidos, y el resto es sometido" , advierte el politólogo Rahmane Idrissa.
El futuro es incierto para la región. Mientras el Sahel siga siendo visto como un terreno de juego de influencias y un recurso que beneficia a Occidente, las poblaciones seguirán siendo las primeras víctimas del terrorismo, la guerra y la pobreza.