Este mes, se eligió presidente en Argelia y Abdelmadjid Tebboune fue reelegido sin despeinarse, con casi el 95% de los votos, pero con una participación muy baja que apenas alcanzó el 25% del padrón electoral. Una victoria sin sorpresas en un país marcado por unas Fuerzas Armadas protagonistas de la vida pública y un sistema político lleno de obstáculos y límites para la oposición desde su independencia en 1962. Desde 1999 hasta 2019, el territorio más grande de África estuvo gobernado con mano de hierro por un solo hombre, Abdelaziz Bouteflika. Su caída abrió una ventana de esperanza para muchos argelinos. Sin embargo, estos últimos comicios parecen demostrar que el actual gobierno tiene mucho más de continuidad que de cambio.
La época Bouteflika y el intento de cambiar el régimen
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Surgió políticamente como un salvador al final de la “década negra", la guerra civil que había devastado al país. Pero hoy Bouteflika representa para muchos argelinos un pasado oscuro al que no quieren volver. Apoyado por los militares (que controlan todo el sistema político del país), se aferró al poder y modificó la constitución para asegurarse mandatos adicionales. Su reinado, tumultuoso, estuvo marcado principalmente por la corrupción y el cierre del sistema político. "En lugar de invertir en su país, de hacer surgir sectores económicos, productivos, competencias y una élite dirigente, hoy nos encontramos con un país que, más que nunca, está en crisis. Argelia depende del petróleo, del gas y sus arcas están vacías," explicó, además en términos económicos, Farid Alilat, especialista en Argelia y autor de "Bouteflika. La historia secreta" en una entrevista con el canal TV5 Monde.
En 2019, la situación era explosiva. Bouteflika era visto por muchos argelinos como un presidente títere, con una salud debilitada e incapaz de gobernar el país. Justo cuando se preparaba para postularse a un quinto mandato, el pueblo salió a las calles a pedir un cambio real. Las manifestaciones se multiplicaron y, durante casi dos meses, la capital parecía sitiada. Uno de los eslóganes más populares se tomó de una declaración de Karim Tabbou, vocero del partido opositor Unión democrática y social: "Queremos un Estado civil, no militar". La presión popular finalmente tuvo efecto sobre los militares que forzaron la caída del Gobierno. Hubo festejos y muchos manifestantes se ilusionaron con el inicio de una nueva era política. Sin embargo, muchos de estos cambios no se materializaron.
Tebboune, ¿una nueva Argelia?
Aunque el pueblo pedía un cambio radical, muchos argelinos creen hoy que Tebboune representa una continuidad del gobierno de Bouteflika. Ya había ocupado cargos en varias administraciones y, aunque su llegada al poder, a fines de 2019, se produjo a través de las urnas, la abstención fue récord. Tuvo que enfrentar numerosas manifestaciones desde el principio, pero la pandemia de Covid-19 lo ayudó a escapar de la presión popular. En ese contexto, se dedicó a eliminar todo rastro de Hirak, el novedoso movimiento popular que había sacudido al país a principios de 2019. "En los últimos años, Argelia experimentó una erosión continua de los derechos humanos a través de la disolución por parte de las autoridades de partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación independientes, así como el aumento de detenciones y procesos arbitrarios basados en acusaciones de terrorismo completamente fabricadas", declaró Amjad Yamin, subdirector regional de Amnistía Internacional para Medio Oriente y el Norte de África.
Tebboune también reforzó el papel del Ejército en la sociedad civil. En junio por ejemplo, promulgó un decreto que permite a los militares dirigir administraciones civiles. Con esto, se aseguró el apoyo del actor institucional que ha dirigido el país de manera extraoficial desde su independencia.
Elecciones plagadas de críticas
A medida que se acercaban las nuevas elecciones este año, la posibilidad de un cambio de color político en el Gobierno se volvió menos probable. Sin reformas estructurales, el sistema electoral sigue teniendo muchos límites. Al menos 15 dirigentes quisieron presentarse como candidatos, pero la Autoridad Nacional Independiente de Elecciones (ANIE) sólo habilitó al presidente y a dos opositores: el líder del partido islamista, Abdelaali Hassani Cherif, y el líder del Frente de las Fuerzas Socialistas (FFS), Youcef Aouchiche.
"Es una farsa electoral: la elección está decidida de antemano, como todas las anteriores. No hay un ejercicio real de la ciudadanía en Argelia", sentenció a principio de mes, unos días antes de las elecciones, Aïssa Rahmoune, abogado argelino de derechos humanos refugiado en Francia, al medio francés Mediapart. "Las asociaciones de la sociedad civil, que deberían supervisar este tipo de eventos electorales y alertar sobre las disfunciones, han sido disueltas por la justicia administrativa, incluyendo la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos, así como la principal organización juvenil, el Rassemblement Actions Jeunesse y Caritas", agregó.
Otra crítica, interna y externa, al Gobierno argelino era que detenía y encarcelaba opositores bajo el argumento de una guerra contra el terrorismo. "Las autoridades argelinas deben liberar inmediata e incondicionalmente a todas las personas detenidas únicamente por ejercer sus derechos a la libertad de expresión, de reunión pacífica y de asociación", exigió en febrero pasado la organización Amnistía Internacional en referencia directa a las denuncias de persecución contra el movimiento político Hirak.
En ese contexto, para Tebboune, el verdadero desafío era tratar de aumentar la participación electoral para mostrar una mayor legitimidad de su gobierno. Multiplicó los actos electorales y el uso de sus redes sociales y las del Gobierno para difundir propaganda electoral. Pero no tuvo éxito y los medios de comunicación oficiales se enredaron tratando de disimular el número de votantes. Sólo hablaron de un supuesto “promedio de participación” del 48%, aunque si se compara el número de votos emitidos (aproximadamente 5 millones) con el padrón electoral (24 millones), el porcentaje no superó el 25%.
En un comunicado conjunto, los tres candidatos presidenciales denunciaron "irregularidades y contradicciones en los resultados anunciados" por la ANIE y dejaron clara su voluntad de "informar a la opinión pública sobre la confusión y las contradicciones en los números de participación".
Lo que se viene
A pesar de todos los cuestionamientos, Tebboune podrá iniciar su segundo mandato. Tiene varios desafíos por delante, sobre todo desde el punto de vista diplomático, ya que Argelia multiplica sus frentes externos abiertos. Primero está el conflicto con Marruecos, que sigue empeorando desde el apoyo de Francia al plan de autonomía del Sahara Occidental por parte de Marruecos. Mientras que Rabat continúa reclamando su soberanía total sobre la región, Argel sigue apoyando al movimiento independentista del Frente Polisario. Además, nuevos focos de crisis han estallado en sus fronteras con Malí y Libia. En medio de la injerencia regional de la empresa de mercenarios rusa Wagner, la diplomacia argelina se ha distanciado del nuevo gobierno maliense y del ANL (Ejército Nacional Libio).
Por otra parte, desde una perspectiva económica, el actual precio del petróleo asegura una situación estable, al menos en el corto plazo. En el largo plazo, en cambio, podría reforzar la fuerte dependencia del crudo (el petróleo representa 60% de los ingresos del Estado) y la vulnerabilidad económica frente a un mundo cada vez más conflictivo. Ya pasó a principios de los 90, cuando una caída del precio internacional empujó al país a un contexto de protestas multitudinarias, represión y enfrentamientos en las calles.