Radiografía de los talibanes y el colapso político de Afganistán

17 de agosto, 2021 | 13.50

Los talibanes tardaron sólo unos días en arrasar Afganistán y apoderarse del territorio que aún no controlaban, tomando en ocasiones importantes capitales de provincias sin apenas disparar.

Si bien se ha hablado mucho del colapso militar del Ejército afgano, entrevistas con líderes talibanes, políticos afganos, diplomáticos y otros observadores sugieren que el movimiento militante islamista sentó las bases de su victoria mucho antes de los acontecimientos de la última semana.

Preparados para una lucha más dura con el fin de retomar el control de un país que dirigieron entre 1996 y 2001, los insurgentes dijeron haber cultivado durante meses relaciones con funcionarios políticos y militares de bajo nivel, así como con ancianos tribales.

Los contactos, combinado con el preanuncio de la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán unos 20 años después de que comenzó la guerra, hicieron añicos la confianza en el gobierno local en Kabul respaldado por Occidente y animaron a la gente a desertar.

"Los talibanes no querían librar batallas", dijo Asfandyar Mir, un analista de seguridad del sur de Asia afiliado a la Universidad de Stanford. "En cambio, querían inducir un colapso político".

La velocidad de los avances de los talibanes les sorprendió incluso a ellos. La semana pasada, ciudades y pueblos cayeron como fichas de dominó, incluso en el norte del país, donde los talibanes son tradicionalmente más débiles, culminando con la toma de Kabul el domingo.

Un comandante talibán de la provincia central de Ghazni dijo que una vez que las fuerzas gubernamentales pudieron ver que Estados Unidos se iba finalmente, la resistencia se desmoronó. En sólo una semana, las principales ciudades de Afganistán, desde Kunduz en el norte hasta Kandahar en el sur, habían caído.

El presidente Ashraf Ghani, apoyado por Occidente, huyó al extranjero y la mayoría de los demás miembros de su gobierno se han escondido y no se pudo contactar con ellos. El propio ministro de Defensa de Ghani criticó su capitulación.

Un informe de julio del SIGAR, el organismo de vigilancia del Congreso designado para supervisar la misión de Estados Unidos en Afganistán, señaló que en algunas zonas las fuerzas afganas opusieron cierto nivel de resistencia, "mientras que en otras se rindieron o huyeron desordenadamente".

Mientras sus combatientes tomaban el palacio presidencial, el mulá Abdul Ghani Baradar, uno de los principales artífices de la victoria como jefe de la oficina política de los talibanes en Doha, dijo que se trataba de un triunfo sin parangón, pero que había llegado inesperadamente rápido. "Hemos llegado a una situación que no se esperaba", dijo.

No es lo mismo

Suhail Shaheen, un portavoz talibán en Doha, dijo que se había asegurado un gran número de distritos a través de contactos que tienen una larga tradición en Afganistán, donde inducir a los rivales a cambiar de bando ha sido una táctica habitual.

"(Tuvimos) conversaciones directas con las fuerzas de seguridad, y también a través de la mediación de ancianos tribales y eruditos religiosos", dijo. "En todo Afganistán, no en una provincia concreta o en un lugar geográfico determinado".

Tras ser expulsados del poder en la campaña de 2001, respaldada por Estados Unidos, los talibanes se rearmaron gradualmente, financiándose con el opio y la minería ilegal y evitando, en general, los enfrentamientos a gran escala mientras la aviación estadounidense estuvo disponible para apoyar al Ejército afgano. En su lugar, prefirieron atacar centros remotos y puestos de control aislados y sembrar el miedo en las ciudades con atentados suicidas.

Mientras tanto, tomaron el control de muchas zonas provinciales con una forma de gobierno en la sombra con sus propios tribunales y sistemas fiscales. En las zonas del norte y del oeste, donde el movimiento talibán, principalmente de etnia pastún, ha sido tradicionalmente más débil, trataron de apuntalar el apoyo local y ganarse a los tayikos, uzbekos y otros del mosaico de etnias de Afganistán, dijeron residentes y funcionarios de la zona.

"Tenemos muyahidines y combatientes en todas las zonas. Tenemos muyahidines Panjshiri en la provincia de Panjshir, muyahidines Balkhi en la provincia de Balkh, muyahidines Kandahari en la provincia de Kandahar", dijo Waheedullah Hashimi, un alto comandante talibán.

Durante el avance, Baradar consiguió mantener un frente unido entre la dirección política de los talibanes y los combatientes de todo el país, a pesar de los intereses a veces contrapuestos sobre cuestiones que van desde las conversaciones de paz hasta el reparto de los ingresos de la amapola.

"Nuestros jefes de seguridad y los responsables de otras comisiones, son todos de etnias que residen allí", dijo Shaheen. "Por eso fueron capaces de llevar todos los distritos de esas provincias a través de negociaciones y conversaciones".

"No es la misma situación que en el pasado".

Afganistán, a la deriva

Una vez que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, confirmó el acuerdo que la administración anterior había alcanzado con los talibanes, la larga campaña en las provincias dio rápidamente sus frutos, según mostraron los acontecimientos sobre el terreno.

A pesar de los acuerdos de paz firmados antes de la retirada estadounidense, los mandos estadounidenses y la Agencia de Inteligencia de Defensa vieron claros indicios de que los talibanes habían intensificado los ataques contra los centros de los distritos y trataban de cortar carreteras clave, mientras se preparaban para atacar las ciudades provinciales.

Además, se llevaron a cabo una serie de asesinatos selectivos de personal de seguridad afgano, incluidos pilotos, "con el objetivo de debilitar (...) la moral y socavar la confianza de la población en el gobierno", dijo el principal inspector general del Departamento de Estado en un informe de julio.

Después de tomar el control de zonas rurales remotas, los talibanes aseguraron los puestos fronterizos, cortando una fuente clave de ingresos del gobierno y el apoyo de los clanes locales, que tradicionalmente extraían una parte de los gravámenes aduaneros a cambio de lealtad.

La táctica debilitó fatalmente al gobierno dirigido por Ghani, un académico formado en Occidente y respaldado por Washington, pero con poco apoyo popular fuera de Kabul y malas relaciones incluso con algunos de sus propios comandantes.

Una vez que huyó del palacio el domingo, su ministro de Defensa, el general Bismillah Mohammadi, tuiteó que el presidente había "atado nuestras manos a la espalda y vendido nuestro país".

"Malditos sean Ghani y su banda", añadió.

Con información de Reuters