Como todos los años en nuestro país, la Semana Santa es uno de los feriados preferidos de los turistas para viajar por Argentina para relajarse y despejarse de la rutina. En este sentido, el Parque Nacional Talampaya de La Rioja es uno de los mejores destinos para quienes busquen disfrutar de un viaje inolvidable.
El Parque, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y una de las Siete Maravillas Naturales de la Argentina, ofrece un espectáculo único para quienes lo visiten, con la imponente presencia de sus cañones de tierra roja y piedra, la fauna salvaje que puebla su paisaje, y los tesoros ocultos de sus yacimientos paleontológicos y arqueológicos que atrapan a los casi 100 mil visitantes que año a año recorren el lugar.
Cabe destacar que alberga una amplia gama de antepasados de mamíferos, así como vestigios de dinosaurios y plantas, que ilustran la evolución de los vertebrados y las características de los paleoambientes del período Triásico. Junto a Ischigualasto conforman el conjunto continental de fósiles más completo del mundo.
Para ingresar al Parque, se tomar la Ruta Nacional 38 durante 70 kilómetros hacia el sur hasta la localidad de Patquía, desde ahí hacia el oeste por la Ruta Nacional 150 por otros 60 kilómetros hasta el cruce con la Ruta Nacional 76, y finalmente, seguir hacia el norte por casi 80 kilómetros hasta el portal de ingreso al Parque Nacional.
Cañón del Talampaya
El Cañón es el principal atractivo del Parque Nacional Talampaya, ya que en ese lugar los sedimentos del Período Triásico, acumulados a lo largo de millones de años en las profundidades del planeta, quedaron al descubierto durante el proceso de formación de la Cordillera de los Andes.
El camino propuesto por el Cañón de Talampaya consta en explorar formaciones geológicas de más de 250 millones de años, pisar el suelo sobre el que caminaron dinosaurios y adentrarse en la cultura de pueblos milenarios. En este sentido, podría considerarse como un viaje a los orígenes de la historia como se la conoce.
El recorrido propone cuatro “estaciones” basadas en paradas para realizar breves caminatas e interactuar con la naturaleza del lugar. Las paradas se llaman Petroglifos, el Jardín Botánico, la Catedral y el Monje. Allí los viajeros pueden observar los impresionantes paredones rojizos de 150 metros de altura.
Cajones de Shimpa
Muchos años atrás habitaba por esta zona un cura que siempre llevaba un “simba” o una especie de pañuelo en la cabeza. La deformación del nombre llevó a que este lugar se bautice como “Shimpa”. Según cuenta la leyenda, este cura daba misas en la localidad de Guandacol, pero a los terratenientes no les gustaba la idea, por lo que lo expulsaron de la localidad. En su escape, el cura se refugió en este sendero del Talampaya, de ahí el nombre de este lugar.
El camino está cubierto de muchísima arena roja, con la cual los turistas suelen hundir sus pies en cada paso, junto a las rocas que parecen estar derretidas por el sol como consecuencia de sus formas y colores. El Cañón de Shimpa es muy angosto y tiene una extensión de seis kilómetros, pero generalmente suele recorrerse uno.
Sendero del Triásico
Se trata de un sendero didáctico y visual de 230 metros de extensión al aire libre, formado por réplicas de resina de poliéster en tamaño real de los dinosaurios que habitaron el parque hace más de 230 millones de años atrás, como el Riojasaurus incertus, un herbívoro que superó los 7 metros de largo.
Los interesados en realizar un viaje pueden reservar sus excursiones a través de la página web del sitio (https://talampaya.com/planea-tu-visita/), con un horario de 8 a 18. Los precios de la excursión los verán reflejados en la página del Talampaya.