Más de 150 niños y jóvenes tocarán Beethoven con el sistema de orquesta escuela que transforma vidas

23 de febrero, 2024 | 16.44

(Por Milagros Alonso) Más de 150 niños, adolescentes y jóvenes de todo el país tendrán el desafío de interpretar este sábado la Novena Sinfonía de Beethoven en el cierre de la Fiesta Federal de las Orquestas Infantiles y Juveniles que se realizará en la ciudad bonaerense de Chascomús, organizado por la fundación Soijar que promueve la inclusión socioeducativa a través de la música.

En ese marco, jóvenes músicos como Ana, Pablo, Santiago y Alejandra contaron a Télam que sienten la música como "un refugio" y que los hace felices disfrutar de las melodías cuando tocan todos juntos.

"Esta es una orquesta enorme, nos sentimos muy felices de ser parte y conocer chicos de todas las provincias", coincidieron en afirmar los integrantes de la filarmónica del festival que llegaron hasta Chascomús desde diferentes ciudades y viven una semana de ensayos intensivos con grandes maestros.

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En los pasillos de la Orquesta Escuela de Chascomús se mezclan los sonidos estridentes de las trompetas y los graves profundos de los contrabajos, mientras 158 niñas, niños y jóvenes -de entre 10 y 24 años- practican a contrarreloj para el cierre de la octava edición del festival que tendrá lugar en el Parque de los Libres del Sur a las 19:30 de este sábado, con entrada gratuita, para disfrutar del atardecer junto a la laguna.

El evento es realizado por la Fundación Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Argentina (Soijar), una organización sin fines de lucro nacida en 2005 que busca la transformación social a partir de la música y promueve una red de orquestas y coros en todo el país.

"Es un sistema que rescata chicos y tiene una función social. Apuntamos a que todos los niños y jóvenes tengan una buena experiencia humana a través de la música", explicó Mauricio Veber, director académico de Soijar.

La metodología fue reconocida por el Vaticano y hasta por el músico Ringo Starr, y se basa en que los jóvenes a medida que aprenden enseñan a quienes recién comienzan.

"En Chascomús se hace un recorrido por las escuelas, se muestran los instrumentos y se los invita los sábados a lo que se llama la orquesta del primer día. Así se van enganchando", señaló Veber, exintegrante por cuatro décadas de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón.

En una de las salas de ensayo un profesor cuenta "un, dos, tres" y los violines comienzan a sonar con el carácter heroico y grandilocuente de la Novena Sinfonía de Beethoven, una de las mayores obras de la historia de la música, que cumple 200 años desde su estreno.

Emblema de unidad y esperanza, esta sinfonía que dura unos 70 minutos sorprende en su final con un coro que entona el mítico "Himno a la Alegría".

En el marco de los festejos que habrá en todo el mundo por el bicentenario de esta obra, los más de 150 chicos y chicas serán la primera orquesta argentina en tocar este año la sinfonía en el festival, que cuenta con el apoyo del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires y la Municipalidad de Chascomús.

Los jóvenes fueron seleccionados por Sojar según criterios de representatividad federal a partir de una convocatoria abierta donde los interesados podían prepararse tomando clases online con los docentes de la Fundación.

"Si me sacaran la música, no sé qué haría porque soy malísima en matemática y no me gusta leer", dijo a Télam la misionera Ana Belén Michalik, emocionada por tocar el contrabajo porque dice que la Novena Sinfonía es una obra pensada para que su instrumento se luzca.

La joven de 18 años relató a Télam que se enamoró del contrabajo cuando integró un taller de música escolar y presenció un concierto didáctico de la orquesta provincial.

Aseguró amar los sonidos graves del contrabajo: "es una sensación de cosquilleo hermoso en los oídos que va entrando por el pecho y se asienta en el corazón", dijo llevándose las manos al pecho.

"Acá somos 10 contrabajos y estoy refeliz escuchándonos. Eso me hace decir que 'esto es lo mío y que me quiero morir en una orquesta'", remarcó.

Si bien la música clásica es su género favorito, cuenta que también disfruta tocar chamamé o temas de Dua Lipa, como "Dance the night", la canción principal de la película Barbie.

En la sala de las violas, unos quince chicos tocan siguiendo las indicaciones de la docente. Todos dejan sus marcadores en el soporte del atril, pero hay un niño que anota las correcciones, deposita el lápiz sobre su oreja y queda escondido entre sus rulos.

Se llama Santiago Mijares Sánchez, tiene 11 años y llegó de Venezuela a los cinco junto a su madre, trombonista, y su padre trompetista.

"Anoto mucho los matices porque si uno suena muy bajito y otro suena muy fuerte estamos en desacuerdo. Entonces anoto todo lo que me dicen y lo que yo opino también", detalló el niño en diálogo con Télam.

"Yo toco viola y eufonio, que es como una tuba más chica. Pero acá vengo como viola por decisión propia porque me gusta más para este repertorio", contó Santiago, quien vive en la ciudad de San Juan, integra la escuela de música local y juega al fútbol en el Club Atlético San Martín.

"Soy muy variado", bromeó con una gran sonrisa y dice que cuando interpreta una obra está "muy concentrado en tocar las notas. También trato de disfrutar las melodías de la orquesta en general. Cuando suenan todos los instrumentos siento como si fuéramos un piano en el que cada uno es una tecla. No siempre lo hacemos todos bien, pero a la hora de tocar todos juntos estamos afinados", remarcó y apuntó que para el concierto de mañana practica "como si no hubiese un mañana" y con diez horas de ensayo diarias.

"Estamos dando lo máximo y es normal sentir ansiedad, pero cuando uno encuentra la calma, uno encuentra las notas", reflexionó.

Si bien algunos chicos empiezan a tocar música por elección, otros arrancan sin entusiasmo y se apasionan en el camino. Tal es el caso de Pablo Petris (21), oriundo de Roque Sáenz Peña, Chaco.

Cuando tenía 6 años, enfrente de su casa se gestó la orquesta infantil de la Fundación Vientos de Cambio, un proyecto inédito para la zona rural donde vivía, y sus padres le insistieron para que fuera.

"Por suerte me obligaron a ir y encontré lo que quiero hacer toda la vida. Sin la música creo que estaría sin rumbo; es lo único que sé hacer bien", afirmó Pablo a Télam mientras mostraba orgulloso su clarinete, al que bautizó "Enzo" por los jugadores que con ese nombre se destacaron en River Plate.

"Soy el primer músico de toda la familia", dijo emocionado y recordó que de chico se entretenía tocando el clarinete "al rayo del sol con 50 grados", mientras sus padres trabajaban en el campo.

Hacia el final de la planta baja de la escuela está la sala más grande, donde ensayaba Alejandra Medina, de 23 años, llegada desde Salta luego de casi un día de viaje en micro, quien contó: "Empecé con la música a los seis años y de ahí no paré nunca".

En su rol de "multiplicadora" en el festival, dijo: "Les puedo enseñar a otros chicos, pero, en realidad, todos somos multiplicadores, desde el más chiquito al más grande te puede corregir".

"La música es muy linda, sentís que te transporta, te acompaña, te hace tener amigos y es como un refugio. Te ponés a tocar y se te pasa todo", explicó.

Alejandra estudia el profesorado de percusión, da clases y en este concierto tocará los platos de choque, que dan el efecto final en la obra.

"Formar parte de la orquesta y aumentarla con mi golpecito me llena el alma", concluyó.

El concierto se podrá seguir en vivo por el canal de YouTube de la Fundación https://www.youtube.com/user/FundacionSOIJAr

Con información de Télam