Como todos los 31 de diciembre, el pueblo riojano se congrega con su particular fiesta "Tinkunaco" para salir a la procesión que inicia en la Iglesia San Francisco de Asís con la figura del Niño Jesús Alcalde. Cabe destacar que la imagen de San Francisco Solano es llevada por los párrocos de la orden franciscana, acompañados por el gobernador y el intendente, sus secretarios, los promesantes del Niño Jesús y los doce aspirantes de la cofradía de los Alféreces.
En este sentido, desde la Iglesia Catedral llevan la imagen de San Nicolás de Bari los promesantes, el alférez mayor, el obispo, los guías y todos los miembros jerárquicos de las iglesias de la ciudad. El encuentro entre las dos imágenes ocurre en el centro de la plaza 25 de Mayo. Ahí serán recibidos por las autoridades políticas, los fieles, vecinos y espectadores.
Cuando la ceremonia llegue a su final, las imágenes son llevadas a la Iglesia Catedral donde permanecen hasta el 3 de enero. Al día siguiente se celebra la procesión de San Nicolás de Bari, donde resonarán cajas chayeras repitiendo con cantos en quechua dirigidos al Niño Jesús Alcalde.
El Tinkunaco es una de las fiestas de la cultura riojana en donde confluye lo histórico, religioso y político de la provincia. Esta tradicional ceremonia reúne cada vez más gente a modo de enaltecer sus raíces provinciales.
Qué es el Tinkunaco
El Tinkunaco es la fiesta popular y religiosa más importante de la provincia. Se celebra hace más de 400 años entre el 22 de diciembre y el 3 de enero. En ella confluyen raíces andinas e hispánicas que se fueron resignificando a lo largo de la historia con el pasar del tiempo.
Durante el Tinkunaco se conmemora un pacto de paz que sucedió en las Pascuas de 1593 entre los conquistadores españoles y los diaguitas que habitaban La Rioja. Medio siglo más tarde de aquel episodio, fueron los jesuitas quienes retomaron esta historia como parte de su práctica evangelizadora y dieron origen a la celebración, la cual confluye al día de hoy.
El nombre Tinkunaco, que en la lengua quichua significa “encuentro”, se le asigna recién a principios del siglo XX durante el obispado de Monseñor Enrique Angelelli, quien popularizó esta ceremonia, dotándola de nuevos sentidos para las y los riojanos.