Como ya es costumbre, el febrero riojano se caracteriza por la celebración de la Chaya en Chilecito, situado en el Valle Antinaco-Los Colorados. Se trata de un carnaval ancestral que con música, corsos barriales, carrozas, comparsas, disfraces, harina y albahaca, reúne al pueblo riojano.
Según cuenta la leyenda, Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Pujllay, joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la hermosa indiecita. Fue así como ella, al no ser debidamente correspondida, se internó en el monte a llorar sus penas y desventuras amorosas, desapareciendo en él para siempre. Desde entonces, suele retornar anualmente, hacia mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna (Quilla), en forma de rocío o fina lluvia.
Se trata de un festejo pagano que une las tradiciones carnavalescas de los conquistadores europeos con las celebraciones por las buenas cosechas y el agradecimiento a la Pachamama de los pueblos originarios. En la región, los Diaguitas fueron quienes comenzaron con esta tradición.
En todos los pueblos, los barrios y las calles de la provincia se mezclan harina, albahaca y vino para celebrar una tradición ancestral. Durante el verano esta celebración toda todo el protagonismo en las calles riojanas con coloridos matices y el agregado de una gran cuota de cultura.
En este sentido, se podría decir que es una celebración similar al carnaval del noroeste argentino, ya que se vive en las calles y a cielo abierto. Los topamientos en los barrios, el Festival de la Chaya, las fiestas de harina y albahaca y los corsos carnavalescos se mezclan en cada rincón de la provincia para unir a los pobladores.
Uno de los momentos clave de la Chaya son los topamientos, que son los enfrentamientos amistosos entre los hombres y las mujeres que, al llegar al centro de la calle se arrojan agua y harina como símbolo de confraternidad.
En los topamientos barriales, el Cumpa y la Comadre son los personajes que comandan la ceremonia, que tiene a un muñeco del Pujllay presidiendo la fiesta. Cada barrio tiene su particular liturgia chayera, en la que se incluyen además de los topamientos, las fogatas, los juegos con agua y barro, y la música y el baile.