(Por Pedro Fernández M.) Lisandro Penelas es el autor e intérprete de "El tipo", tenso, notable y poderoso unipersonal bajo dirección de Ana Scannapieco, que habla de una fijación o un delirio, una persecución, mitad material y mitad imaginaria (el personaje es un policía) para develar algunos imponderables de la incomodidad de un estar en el mundo bajo mandatos de imposible cumplimiento.
La obra, de estreno reciente, puede verse todos los sábados a las 20 en Moscú Teatro y pertenece al mismo equipo creativo de "El amante de los caballos", sobre texto adaptado de Tess Gallagher y que interpreta Scannapieco y dirige Penelas.
Compuesto por pequeños destellos de violencia masculina contenida o explícita que prometen estallar y se mantienen en tenso equilibrio inestable, la mayor virtud de "El tipo" es la fina sintonía establecida entre el cuerpo del actor, su voz, su gestualidad, su modo corpóreo y el texto, fusionados en un registro sin fuga de energía, lo que da al material su solidez escénica.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"El tipo" narra la obsesión de un policía con una chica a la que conoce accidentalmente, contando sucesos que se desarrollan entre ese momento y un último acto que no termina de desenvolverse y del que desconocemos el final, junto a algunos momentos de infancia a través del recuerdo de una abuela.
En ese tránsito se elabora la psicología y los perfiles del tipo, sus modos, se vislumbran apenas entrevistos mandatos que imponen a esa persona modos de rigidez extremos, manifestados en una cierta incomodidad que abarca posturas, tonos de voz, respuestas, exaltaciones.
Lo único que podría salvar al personaje y que da pie a una dificultosa pero posible empatía con la audiencia es una cierta bondad interior que podría estar presente aunque bloqueada en la rígida máscara del presente.
El texto de "El tipo" es de alta precisión dramática y de fuerte carga discursiva y son particularmente destacables algunas conversaciones de "oficina" entre el personaje principal y dos de sus compañeros de trabajo (sobre todo una que se desarrolla en los mingitorios de la comisaría), las interjecciones, el modo como se hablan, de lo que discurren las charlas.
"Trola", le dice uno de ellos a "El tipo" cuando quiere hablarle, como si le dijera Juan; "Eh, trola", le dice, como si le dijera cualquier cosa, o casi.
En un contexto de una realidad desacoplada por violencias múltiples y transitado al borde de lo imposible, "El tipo" ni siquiera parece apto para ese organismo convulsionado y enfermo que es el "mundo policial" en el que desarrolla su vida y también allí sus niveles de adaptabilidad se esfuerzan al máximo para mantenerlo a flote.
De algún modo "El tipo" pareciera chocar ante todo: ante el amor idealizado que lo obsesiona y trastorna sin anclaje real, ante un entorno laboral desorbitado, ante los mandatos que quiere corporizar.
Además de estas cosas "El tipo", que expresa tonos seguros y convencidos cuando todo declina y se hunde, canta; una de las canciones es "Cosas mías", de Miguel Abuelo, en bella interpretación donde se adivina uno de los destellos de humanidad del personaje.
Otra cosa que sucede en escena son extrañas coreografías que realiza en pasajes transicionales del relato, formas con algún grado de parentesco con el clown pero que no llegan a establecer ese registro y que se suman a otros elementos inasibles que funcionan favorablemente en la construcción "biotípica" del personaje.
El tránsito de Penelas en un espacio escénico que conoce a la perfección (es uno de los fundadores de Moscú Teatro, allí monta sus obras e imparte clases) es sustancioso, explota al máximo cada una de las posibilidades dramáticas de una escenografía austera y entrega un cuerpo en amplia disponibilidad, desde las miradas, las posturas, el modo de hablar, las entonaciones.
"El tipo" se puede ver todos los sábados a las 20 en Moscú Teatro (Juan Ramírez de Velazco 535) con autoría e interpretación de Lisandro Penelas, dirección de Ana Scannapieco; asistencia de dirección, fotografía y diseño gráfico de María Laura Tavacca; diseño lumínico de Soledad Ianni; diseño de escenografía y vestuario de José Escobar y producción ejecutiva de Lucía Márquez.
Con información de Télam