(Por Héctor Puyo) Joaquín Furriel se revela como un comediante moderno y eficaz al frente de "Ella en mi cabeza", nueva versión de una pieza que marcó el debut del actor Oscar Martínez como dramaturgo en 2005, refrescada felizmente por la dirección de Javier Daulte, en la que tiene como acompañantes a Juan Leyrado y Florencia Raggi y que se ofrece en la sala Metropolitan 2, en la avenida Corrientes.
La historia está contada desde el protagonista, que desde que se despierta solo piensa en su mujer, una atractiva arquitecta (Raggi) que solo está en su cabeza; la mujer que se ve en escena no está allí, solo está su fantasma, su imagen idealizada, la criatura por la que el protagonista vive y respira, fruto de sus pasiones y sus temores, hada y demonio, concentración procaz de sus inseguridades.
Por lo que el hombre cuenta, su esposa tendría una relación no física pero sí intelectual y sensitiva con un individuo, amigo de unos amigos en común, que tiene las características que él no tiene: una personalidad magnética que lo hace sumamente seductor, una gran capacidad de liderazgo social e inevitablemente "algo" que lo hace irresistible ante los hombres y las mujeres, sobre todo la suya.
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Aunque no se pronuncia en ningún momento, la palabras celos es la piedra angular de la pieza, que según el autor Martínez proviene de sus lecturas de Carl Gustav Jung (1875-1961), colaborador al principio de Sigmund Freud y luego distanciado de su maestro por cuestiones de formas y contenidos, autor de la frase "Somos nuestros sucesos internos".
"Ella en mi cabeza" no es una pieza fácil de montar, si bien los conceptos del teatro actual son heterodoxos, porque durante un buen rato no hay acciones en concreto, el personaje interpela al público con sus pesares mientras deambula por los límites de una cama circular y tan solo se sabe que está hablando con su analista (Leyrado) a partir de un giro en la escenografía de Julieta Kompel que revela quién es en realidad el destinatario de sus palabras.
El analista, que Leyrado interpreta con todos los "tics" convencionales del personaje, incluso con un cierto parecido físico con los retratos de Freud que aparecen en algunos consultorios, se ubica en una suerte de satélite giratorio que le permite aparecer y desaparecer de acuerdo a las necesidades dramáticas; y otra ubicación giratoria similar es el lugar de la mujer: ambas flanquean la gran cama-nido-refugio del que cuenta sus pesares.
Por eso verdad e imaginación no son entidades enemigas: el hombre pasa de defender su masculinidad e incluso hablar de su pequeño hijo -único vínculo familiar que se nombra, ya que no hay progenitores ni datos del pasado-, pero inevitablemente vuelve a ella, esa mujer que parece seguir amando pese a los años de matrimonio, con la que mantiene una sexualidad tibia y normal y sobre todo una dependencia patológica que hace pensar que sin ella no existiría.
Como toda comedia que se precie, "Ella..." tiene momentos de inesperado humor verbal, que el autor conoce de los tiempos en que como intérprete solía provocar la risa y la carcajada -"El último de los amantes ardientes" (1986) y sobre todo "El protagonista" (1988)- antes de dedicarse a trabajos más circunspectos y premiados, tanto en teatro como en cine.
Ese deambular entre el humor y el drama provocado por grandes dolores internos -en realidad, uno solo, su mujer- es lo que añade virtudes al trabajo de Joaquín Furriel, un actor que pasó de ser un carilindo en la televisión y avanzó en recursos y convicción en trabajos como "La malasangre", "La vida es sueño", "Rey Lear", con Alfredo Alcón y "Final de partida", dirigida por Alcón y el último trabajo del gran actor, y el "Hamlet" con dirección de Rubén Szuchmacher.
Furriel tuvo destacados trabajos en televisión, ya con reconocimiento público -"Montecristo", "Sos mi hombre"- y enfrentó el desafío de encarnar en el cine al tosco carnicero de "El patrón. Radiografía de un crimen" (2014), en demostraciones de histrionismo que le permitieron llegar a "Ella..." con todas las armas de un gran intérprete, cuyo personaje, aunque más profundo, tiene inevitables rastros del Néstor Vignale que Norman Briski creó para "La fiaca", hace más de medio siglo.
No es difícil morir, lo difícil es la comedia, dijo algún actor mundialmente famoso al que cada cual le pone el nombre que se le ocurre, y Furriel sale airoso de la comedia, en la que tanto recorre el escenario como una fiera enjaulada -siempre descalzo y en ropas de dormir, sin alejarse demasiado del sueño- como conmueve con sus preguntas sin respuestas, angustiosas, imperativas, que plantea de cara al público.
La versión de Daulte difiere lógicamente de la de 2005, dirigida por el autor y en la que Leyrado también era el psicoanalista, porque el ritmo es otro y hay detalles que la hacen "muy Daulte", como la avasallante aparición de Raggi micrófono en mano, para anunciarle al personaje principal que va a abandonarlo por el temido contrincante. Solo que tampoco en esa ocasión se sabe cuánto hay de verdad y cuánto de obsesión en la mente del neurótico marido.
"Ella en mi cabeza" tiene funciones en la sala de Corrientes 1343 los jueves a las 20, viernes a las 20.15, sábados a las 20 y a las 22 y domingos a las 20.30.
Con información de Télam