Tamara Tenenbaum y Guillermo Martínez, autores de obras literarias que tendrán y tuvieron adaptaciones a las pantallas como "El fin del amor, querer y coger" y "Crímenes imperceptibles", se presentaron hoy en el espacio Télam de la 46ta. Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde conversaron sobre la relación entre la escritura y el mundo audiovisual y el lugar que ocupan los narradores en ese cruce.
Si bien el vínculo entre esas disciplinas es conocido, la temática se vuelve tendencia otra vez en un escenario poblado por plataformas de streaming que, entre sus estrategias por posicionarse en los mercados latinoamericanos, apuestan a la producción de contenidos locales que muchas veces nacen a partir de novelas, cuentos y ensayos anteriores.
En ese sentido, Tenenbaum dio su primer paso en ese terreno cuando firmó con Amazon Prime Video para adaptar "El fin del amor, querer y coger", libro que lanzó en 2019 y tuvo una decena de ediciones en Argentina y España, con un reflejo de los cambios en las relaciones amorosas de la época que interpeló a toda una generación.
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La historia, sobre una joven nacida en el seno de una comunidad judía ortodoxa en Once que se rebela contra el concepto tradicional del romance, será trasladada al formato serie con el protagónico de la popular actriz y cantante Lali Espósito y un elenco que incluye a Verónica Llinás, Mike Amigorena, Julieta Ortega y Candela Vetrano, entre más.
Por su parte, para Guillermo Martínez ese salto de la página a la imagen no es nuevo, ya que en 2008 el reconocido cineasta español Álex de la Iglesia dirigió "Crímenes de Oxford", cinta con Elijah Wood y John Hurt basada en "Crímenes imperceptibles", su novela editada en 2003; y once años más tarde el argentino Sebastián Schindel adaptó "Una madre protectora" para el filme de 2019 "El hijo", que contó con actuaciones de Joaquín Furriel, Martina Gusmán y Luciano Cáceres.
Actualmente, Schindel trabaja en la posproducción de "La ira de Dios", la próxima película que estrenará en Netflix con Diego Peretti y Juan Minujín, adaptada de "La muerte lenta de Luciana B.", sobre un misterio que involucra a una joven estudiante y un escritor que le dicta sus novelas.
Télam: ¿Escribir literatura y adaptar ese material al audiovisual son parte del mismo oficio o difieren?
Tamara Tenenbaum: Yo creo que son trabajos muy distintos, y es parte del aprendizaje. En mi caso escribí los guiones para "El fin del amor" y me fui dando cuenta de que realmente no funcionaba en otro registro. Hay cosas que funcionan en el papel que no funcionan en otro formato, como cuando te parece lógico que un personaje diga cuatro líneas, pero en la pantalla se transforma en un monólogo. Hay que pensar el guion como un texto incompleto, y es algo que a uno le duele, pero es algo que van a completar la imagen, los actores, los directores y un montón de cosas más de la película o la serie.
T: ¿Se condicionan en el discurso para pensar en términos más globales, con una adaptación más sencilla?
Guillermo Martínez: Yo tengo una lista de novelas y voy escribiendo cosas que quizás pensé hace casi 20 años, así que es un poco tarde para cambiar, desde ese lado. En general escribo con narradores en primera persona y es la primera dificultad para las adaptaciones, porque quieren sacar a ese narrador. El cine narra los hechos tal como ocurren y tienen que sacar a un personaje, se descalabra bastante la estructura. Pero esto también ocurre con la misma literatura, mi última novela transcurre en Barcelona y tuve muchos problemas para que mis editores en España aceptaran algunas palabras que allá se dicen de una manera y acá de otra. Son cuestiones difíciles dentro del cine y dentro de nuestro mismo idioma, entre países.
T: ¿La búsqueda de estos materiales es indicio de una falta de ideas originales?
TT: Creo que tiene mucho que ver con las ventas, en el sentido de que un productor se lo vende a otro, que se lo vende a otro, y así. Cuanto más puedan decir que es un libro que ya se vendió, que funcionó, es una especie de garantía. En el fondo, a mí me encantan las adaptaciones en muchos sentidos, pero es obvio que para un productor es correr menos riesgos.
T: ¿Cómo ven este consumo de ficción? ¿Impacta en que el público luego busque un buen libro de ficción?
GM: Yo creo que hay una buena retroalimentación hacia la lectura, hay una especie de resurrecciones, de resucitaciones de los libros. Me parece que sí, que cuando se percibe a través de los diálogos y del tratamiento de los personajes que hay una densidad humana importante, uno presupone que la novela por detrás es interesante. Creo que funciona como una especie de llamado hacia la novela.
TT: Pienso igual, pero no sé si funciona con personas que no sean ya lectoras de libros. No sé si ver un montón de series te hace abrir un libro si nunca lo hiciste, diría que no es probable. También hay algo de cierta forma de consumo que es muy distinta, la gente ve las series con el teléfono en la mano, con otro nivel de atención muy distinto al que demanda un libro. Si el único entrenamiento de consumo de ficción que se tiene es mirar series, probablemente leer un libro es algo que no se pueda hacer más de 15 minutos. Obviamente no puede ser la única forma de consumo de ficción que se estimule, aunque hoy por suerte las series están más cerca del cine en términos de producción, también tienen algunas cosas que pide la televisión, y es un consumo muy distinto al de leer un libro.
Con información de Télam