(Por Genaro Press para Télam) En lo que fue una celebración de la disidencias sexuales y una manifestación de resistencia contra la discriminación, la mini ball "A bancar los trapos" marcó ayer por la tarde el cierre de Escuela Ballroom, que a lo largo del año ofreció una serie de clases orientadas a esta manifestación artística que está creciendo y tiene cada vez más presencia entre la comunidad LGBTIQ+.
Coordinada por las Casas Traviarca, Exilia, Wicca, Glorieta y 007, la mini ball tuvo dos categorías: la primera fue Baby Runway, orientada a aquellas personas que se están iniciando en las pasarelas; y la segunda, OTA Performance - "abierto a todxs", a partir de las siglas de "open to all", en inglés - , en la que desfilaron personas con diversidad de estilos y géneros con algo de experiencia en ballroom.
La idea de hacer clases de ballroom surgió en 2022, a partir de un trabajo de cooperación entre el Centro Cultural Kirchner (CCK) y la embajada de Estados Unidos en el marco de la semana del orgullo LGBTIQ+ de noviembre del año pasado con una clase magistral de voguing a cargo de José Xtravaganza, de la legendaria House of Xtravagnaza de Nueva York, uno de los bailarines de Madonna cuando en los 90 la cantante popularizó este baile con el tema "Vogue".
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"Esto nos sirvió para dar a conocer esta disciplina en la Dirección de Programación Artística del CCK y así comenzar a pensar en cómo incorporar estas prácticas a nuestras actividades", cuenta Paulina Toni Domínguez, de Ceremonial de ese centro cultural en entrevista con Télam.
Así, desde el área de Artes Performáticas convocaron a parte de la escena ballroom de Capital Federal, conurbano y La Plata con la idea de trabajar en conjunto porque "uno de los objetivos de este proyecto es acompañar los procesos de construcción de comunidad y no recaer sólo en la espectacularidad de la práctica".
Entre abril y agosto hubo clases de tres horas cada una, con una parte teórica y una práctica en la que se desarrollaron técnicas de "face", "body" y "pose" (cara, cuerpo y pose), "runway" (pasarela) europeo y americano. Y por último "performance", que incluye a todas las categorías bailadas.
"Participaron alrededor de 200 personas", informa Domínguez, quien agregó que "gran parte de este público no forma parte de la escena ballroom, sino que les interesa la práctica y han visto videos y la serie Pose".
Quien dio una de las clases fue Fiordi 007, que habita la escena ballroom desde hace varios años. "Soy una persona oriunda del conurbano, marrona, trans no binaria, trabajadora social, sin house en la escena ballroom local pero parte de Royal House of Labeija, la casa fundante de la cultura a nivel mundial", dice a modo de presentación en entrevista con Télam y explica que los ball "son espacios de debates políticos, entre lo que pasa en la sociedad, las construcciones raciales y sexuales hacía el colectivo LGBTIQ+ y nuestras vivencias.
"Ese campo de disputa me llevó a entender que el ballroom como cultura pone a las artes performáticas como herramientas simbólicas poderosas. Quien camina, quien crea cultura y quien asiste como público es interpelado por un activismo performático único", define.
Molixx es una de las travestis que integran de Casa Exilia, que también dictó una de las clases de Escuela Ballroom, para quien, "si bien los ball son espacios de resistencia y refugio, también son lugares para celebrar nuestra disidencia. Transmitir eso en un lugar público como el CCK tiene mucho alcance a gente que quizás no está en contacto con personas LGBTQ+. Y que la gente nos vea resistiendo nos da mucha esperanza de que la mirada en la calle hacia las personas trans de a poquito se vaya modificando"
Fiordi coincide y dice que es "central que el Estado, a través de sus organismos, pueda brindar espacios de visibilización para nuestro colectivo. ¿Por qué? Porque en un país ultra racista, clasista, sexista, lesbo y trans odiante, gordofobico, y con un odio creciente a las personas HIV positivas y pobres, la visibilidad puede ser un punto de supervivencia".
En este sentido, Molixx agrega que "la racialización existe porque existe con la colonización. Y ballroom es el lugar donde la base es la lucha contra la discriminación racial. Si bien después de Madonna se acercaron muchas personas blancas a la escena ballroom y se perdió un poco la esencia, siempre se tiene presente la pelea contra la discriminación racial".
¿Hay algún riesgo de tomar a los ball y los kiki ball como un mero espectáculo? Para Fiordi "con la mediatización y las redes es complejo hoy no ser descontextualizados. Pienso la importancia de sostener la cultura retomando su historia. ¿Y cuál es esa? Crystal Labeija, que a fines de los 70, en una sociedad ultra racista como Estados Unidos, le dijo a un jurado de personas blancas, que no la iban a evaluar más".
"Quien vaya a una ball -concluye Fiordi- no solo debe entender que es una performance, sino que ponemos en juego aspectos de nuestra vida en esta sociedad compleja que muchas veces nos extermina. Verás gente desfilar, gente danzando, gente moviendo sus manos. El desafío es leer entre esos actos el gesto, la señal, la mueca de la disidencia que resiste y sobrevivió".
Con información de Télam