La actriz Carla Quevedo aseguró que vivir durante una década en Estados Unidos le hizo entender que "la carrera no era lo más importante" de su vida y transformó parte de esa experiencia en su primera novela, publicada este mes, "Cómo me enamoré de Nicolas Cage".
"Me fui con 20 años y era feliz viviendo en una caja de zapatos porque estaba en Nueva York. Pero con el paso de los años prioricé otras cosas. Tras esa ilusión de vivir en el medio del mundo donde pasan las cosas, fui entendiendo que mi carrera no era la único ni lo más importante de mi vida", contó Quevedo en una entrevista con Télam.
La novela de la intérprete, que también participó del filme de reciente estreno "Ecos de un crimen", está justamente basada en algunas de sus experiencias en Estados Unidos, donde participó, entre otras producciones, en la miniserie de HBO "Show me a Hero", escrita por el célebre David Simon ("The Wire") y dirigida Paul Haggis, ganador del Oscar a la Mejor película y guion en 2005 por "Vidas cruzadas".
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"Empecé a necesitar otro tipo de vínculos, relaciones y calidad de vida, que sabía que en realidad estaban acá en Argentina. Y por eso fue que me volví: necesitaba vivir una vida más estable", explicó sobre su desarraigo y retorno al país, justo antes de iniciada la pandemia.
Télam: ¿Qué te llevaste de la experiencia de "Show me a Hero"?
Carla Quevedo: Haber trabajado muy tranquila con gente muy grosa y en un proyecto muy lindo. Porque en Argentina sobra el talento de los grandes actores, directores y guionistas que tenemos pero hay limitaciones por la inversión que se puede volcar a un proyecto: el dinero lo que compra es tiempo y capacidad de producción. Entonces, cuando hay presupuestos acotados, tenés mucho menos tiempo para trabajar en el set las escenas. Lo más disfrutable que me pasó afuera fue eso: tener un día entero para filmar una escena. Por eso, cuando ves las series de afuera decís "son todos unos monstruos"; acá también lo son, pero sin el tiempo y el lujo de poder trabajar en tantos detalles.
T: ¿Qué aprendiste de David Simon?
CQ: Muchísimo. Comprendí bien cuál es el rol de cada uno. En Argentina, los roles están más mezclados y allá terminé de entender el peso que tiene un guionista. Acá es raro que se respete un guion: el actor suele apropiarse más del texto, lo cambia y no hay reparos con eso. Y a Simon no le podés cambiar una palabra: eso me maravilló y me hizo entender un trabajo que quizá subestimaba. Por ejemplo, una vez el guion original marcaba que yo tenía que decir "la casa de mi familia" y él ordenó un cambió y puso "la casa de mi padre". Y yo seguía diciendo "de mi familia" y no entendía la importancia del cambio, porque sabía que mi personaje vivía con su familia y no solo con su padre. Entonces, me explicó que diciendo "la casa de mi padre" le daba un contexto social, político y religioso de que el personaje se había criado en una casa en la que quien manda es el padre. Y ahí me explotó la cabeza por el nivel de sutileza. Es un genio.
T: ¿A nivel personal cómo fue la experiencia cotidiana de vivir en Nueva York?
CQ: Fue enriquecedor y, a la vez, difícil. Porque Nueva York es una ciudad donde está pasando todo, todo el tiempo. Pero a nivel social nadie está mirando al otro; están todos muy enfocados en sí mismos y en un objetivo que, generalmente, tiene que ver con lo profesional. Y es muy difícil estar viviendo en otro país solo. En las entrevistas y las fotos siempre se ve la mejor parte, que es lo que uno logró y lo que hizo, que vivir afuera me hizo aprender y crecer, pero la verdad es que también fue muy difícil atravesar todos esos años viviendo tan sola en un monoambiente con mi perro. Vivía en un departamento en el Lower East Side en el que, estirándome desde la cama, prendía la hornalla y ponía la pava a hervir. Pero al principio no me importaba: era todo maravilloso porque estaba en Nueva York.
T: En el debut como director de Martín Piroyansky en 2012, "Abril en Nueva York", que surgió espontáneamente ficcionando la vida de una pareja de argentinos radicados allá, tenés una escena en la que entrás en un conflicto cuando vas a un casting y no te aceptan por el acento no nativo, ¿te pasó mucho eso realmente?
CQ: Obvio, me re pasaba. Intentar encajar en el estereotipo latino hollywoodense: ellos quieren que haya siempre una minoría porque les funciona pero no quieren tampoco que te corras del todo. Hay mucho de esa escena de "Abril en Nueva York", de hecho eso surgió de anécdotas que le contaba a Piroyansky: terminar un casting y que me digan que estaba todo bien y a los 15 minutos me llamaba mi agente porque decían que no me entendieron una palabra y tenía que ir a clases de acento, una crueldad. Quieren que seas de afuera pero que no incomodes. Entonces, terminé dándome cuenta de que yo estaba lavando lo que a mí me hace especial o particular, que es justamente que soy distinta, para encajar en un estereotipo que tenía que tener el acento de determinada manera. O me decían que era demasiado blanca para ser latina pero demasiado latina para ser estadounidense. Así que no encajaba en ningún lado.
T: ¿En "Show me a Hero" hubo algún tema con eso?
CQ: Era un personaje de ascendencia ecuatoriana, entonces ellos buscaban una latina: porque así es como funciona. Muchas veces, para los yanquis, de México para abajo es todo lo mismo. Yo tenía un acento muy marcado. Y cuando leí por primera vez en voz alta un guion que nunca había visto, la producción entró en pánico y me pusieron una coach de acento durante seis meses, tres veces por semana, dos horas por día para sacarme el acento. Y fueron seis meses que no hablé en español con nadie para sacármelo porque si no (la fonética) se volvía a acostumbrar (al español).
T: ¿Cómo fue el proceso de tu novela?
CQ: La escribí en inglés entre 2012 y 2013 y la seguí trabajando. Cuando decidí que iba a volver a Argentina hace dos años, la leí en el avión y entendí que la manera de poder soltarla era traducirla, reescribirla en mi lengua.
Con información de Télam