La segunda jornada del Festival Internacional de Música Bariloche (FIMBA) tuvo el protagonismo del tango en sus tres conciertos, pero esa presencia, lejos de ser una limitante expresiva, configuró un universo sonoro capaz de conectar al género con otras corrientes y estéticas en una experiencia formidable.
Tanto la increíble apuesta de Piazzolla Barroco que la Orquesta Filarmónica de Río Negro (OFRN) plasmó en la Catedral con los solistas Andrés Spiller (oboe), Marcela Magin (viola), Marcelo Rebuffi (violín) y Luis Caruana (bandoneón) como el impactante recital de Ramiro Gallo junto a dos ensambles de la agrupación convocante en el Teatro La Baita, mostraron esos mundos latentes.
Y tampoco le fue en saga a ese espíritu el homenaje A Rubén Hidalgo, el bandoneonista y compositor entrerriano de nacimiento y barilochense por adopción que a sus 84 años actuó junto a su compañero, el guitarrista Juanjo Miraglia, y Ventisquero Negro, otra ramificación de la OFRN, con sus tres violines, cello y contrabajo.
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El emotivo tributo que al atardecer abrió la jornada en La Baita fue inaugurado por Ventisquero Negro (destacándose las versiones de Bordoneo del 900 y A fuego lento), pero el dúo del homenajeado añadió matices y diálogos gracias a dos obras de Hidalgo como el chamamé Río Limay y Otoño en Nagasaki.
El portentoso standard que permite El choclo reunió a las formaciones y la propuesta se expandió aún más con el violín invitado de Pablo Agri, la milonga La corralera y el cierre con el festivo litoraleño de Kilómetro 11.
A las 21 y en el singular ámbito neogótico de la Catedral, lo barroco y lo tanguero fueron excusas para difuminar las etiquetas estilísticas y proponer una suerte de musicalidad total y absoluta entre la notable formación orquestal dirigida por Martín Fraile y cuatro ilustres y deliciosos aportes.
Del Adagio de Albinoni donde el bandoneón de Caruana asumió el rol del órgano, pasando por el Adagio para oboe, viola y orquesta que tuvo como solistas a Spiller y Magin y llegando a unas pletóricas Estaciones porteñas a partir de los desafiantes arreglos de Rebuffi, todo fue de una belleza inquietante.
Si el par de adagios introdujeron la innovación, la elegancia y la celebrada participación de Magin en viola y Spiller en oboe, el ecosistema piazzolliano con la orquesta avasallante y en pleno propuso capas sonoras, contrapuntos y pasajes de inusitada plenitud, con determinantes aportes de las formaciones de vientos y percusiones y sublimes pasajes a cargo de Caruana, Rebuffi y de la pianista Natalia Cabello.
Esa demostración de audacia desmesurada para un ramalazo de emoción coronó un concierto de estatura interpretativa y espiritual capaz de poner en sonidos y en acto qué cosa es el arte.
Con la vara alta por semejante actuación, la actividad del FIMBA volvió a La Baita donde la presencia del violinista y creador Gallo en comunión con 12 instrumentistas de las Cuerdas Patagónicas y las Cuerdas del Alto Valle (otros dos conjuntos brotados de la orquesta madre) fue capaz de multiplicar esas semillas esparcidas en ese y en otro escenario.
Volcánico y desafiante, Ramiro encabezó un vigoroso y certero repertorio de fuerte y bello carácter nacional que sacudió a la platea y arrancó elogiosas exclamaciones que el guitarrista y autor tucumano Juan Falú (quien mañana tocará con la Filarmónica local) vertió desde la primera fila de la sala.
Juan me enseñó a vivir las zambas de una manera diferente. Ojalá podamos traducir algo de ese legado, lo saludó Gallo antes de una antológica visita a Balderrama que se engarzó con naturalidad a una propuesta surgida desde la matriz del tango.
De Orlando Goñi a Canción de junio y al triunfo Merlo (estas dos últimas a dúo con la destacada violista Clara Nardozza), pasando por Tu pálida voz y Los 60 granaderos, el músico corporizó una recuperación vital y vigorosa de la música argentina.
Y predispuesto para la polémica fue tan capaz de encabezar una enorme visita a Triunfal pero, no por ello, archivar su desapego para con la figura de Piazzolla al recordar no sin ironía que así como el bandoneonista compuso en un rapto de dolor por la muerte de su padre Adiós Nonino, él hizo lo propio al tener que dejar los lácteos y creó Adiós Danonino.
Antes del cierre capaz de usar los instrumentos de cuerdas como si fueran de percusión, la noche tuvo dedicatorias a Salgán (Don Horacio), Barboza (Don Raúl), Gobbi (Don Alfredo) y, según disparó, a él mismo con Don Nadie.
En la continuidad del FIMBA hasta el domingo y además de la ya citada presencia de Falú también en La Baita, aún restan esperadas actuaciones del Cuarteto Estación Buenos Aires, Elena Roger y Escalandrum, música en vivo para la proyección del filme Un fueguito. La historia de César Milstein, Piltri Quinteto y Belén Rivarola y la presencia de Damián Rovner en un espectáculo para las infancias, entre más.
Con información de Télam