Un represor juzgado y que cumple prisión domiciliara por una enfermedad mental es cuidado por un grupo que, encerrado en un departamento, pasa de la broma al sadismo en un abrir y cerrar de ojos, rompiendo las fronteras morales y que interpela sobre el daño al prójimo en la trama abordada en "Estertor", película que desde mañana hasta el 7 de septiembre se puede ver en la sala Leopoldo Lugones, del Teatro San Martín.
"La idea era seguir explorando los mismos caminos que en nuestra primera película ('Palestra'): la dinámica grupal y los microfascismos en los mismos espacios, partiendo de una anécdota personal: una noche, hablando con un amigo, que me contaba de su padrastro, muy violento, y le diagnostican alzheimer, y él lo tenia que cuidar", explicó a Télam Basovih Marinaro, codirector de la película junto a Sofía Jallinsky.
"Yo tengo un tío desaparecido -agregó Jallinsky- y empezamos a pensar qué pasaba si el enfermo era un genocida. A nivel social, empezamos a escuchar discursos negacionistas y la pregunta venía por el lado de cómo podemos estar pasando por esto. Y ahí arrancamos con estos personajes, que tenían que ver más con un sector social al que no le interesa lo que haya pasado".
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Una enfermera, un enfermero y la coordinadora de ellos dan ingreso a una joven embarazada para el cuidado de Dalmiro. El grupo se mantiene, casi todo el día, ajeno a lo que le sucede al anciano y solo les preocupa que el nieto del hombre encuentre todo en orden cuando llegue. Sin embargo, ese abandono del represor va mutando hacia bromas que terminan en torturas. La justificación de haber sido un torturador solo sirve para justificarse porque, a decir verdad, poco les importa su pasado.
"Hasta qué punto la víctima es víctima, en comparación a lo que hizo no es nada. Es un genocida sin memoria y en su cabeza no tiene el peso de lo que hizo, y eso lo queríamos poner sobre la mesa. Los personajes también actúan por la violencia laboral a la que están sometidos", explicó Marinaro.
Por su parte, Jallinsky señaló: "Particularmente, nos interesaba que los victimarios sean personas que no lo hacen por una venganza política y, así, el vínculo se volvía más complejo porque al no haber justificación emocional, lo que nos interesaba era ver de dónde podía nacer la violencia, la crueldad, siendo esto algo meramente por tedio o condiciones psicológicas. Hay un doble juego, porque los personajes son también víctimas de un sistema. Es un estudio de la violencia en general".
Télam: ¿Por qué eligieron que el punto de vista sea desde la chica embarazada?
Basovih Marinaro: Un poco porque el grupo ya está armado dentro de la casa, cada personaje tiene su rol social y profesional y la chica es la que entra a este zoológico de locura y maldad. Que ella vaya entrando, que lo hace muy rápido, nos parecía interesante. Ella tiene un carácter muy sumiso, pero también es la que tiene un poco de humanidad. Ese contraste es interesante.
Sofía Jallinsky: Hay algo con los códigos internos de esa casa. El exterior aparece sólo una vez, todo entra desde un fuera de campo y nos parecía que la visión de ella es la que podía ser, como la del espectador, la de alguien que se encuentra con algo construido. Ella se siente incómoda por más que no tenga un interés en la política. Entiende que hay algo que no está bien. En la exploración de lo grupal hay cosas que uno tiene que hacer para adaptarse al grupo. Es bastante complejo y nos parecía interesante para analizar.
T: ¿En qué punto creen que una broma o una ridiculización puede pasar a ser una tortura?
BM: Es el grupo de gente conocida, que se empieza a reír de alguien y se avanza sobre eso. El experimento con los actores es cruzar un borde. Que no haya un freno es lo que lo lleva a la violencia,. En muchas situaciones sociales, civilizadas, se da bastante. Sobre todo en nuestra sociedad, con tanto humor negro. La película prueba esa dinámica.
SJ: Es algo que venimos trabajando desde la película anterior. Sin dudas hay un montón de cosas que empiezan siendo una broma y eso hace que más gente entre y le quite un poco de peso, pero cuando te das cuenta del contenido, y se puede volver más perversa, te deja parado en un lugar muy incómodo y raro. Hay algo en el chiste en grupo, que se envalentona. Y en esa diversión, el que se hace el gracioso se pasa de línea con el apoyo del grupo y esto se puede ir de las manos.
Con información de Télam