El actor y dramaturgo Patricio Abadi está presentando los sábados en Timbre 4 "Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío, 15 años", en el que vuelve sobre textos de la obra original estrenada en 2008 con otros nuevos que, dice, "conforman una suerte de acorde teatral atemporal potenciado por la singularidad y potencia expresiva del elenco".
Compuesta por una serie de monólogos breves de Abadi que se desarrollan en un mismo ámbito (la carnicería existencial "Carnevil"), donde confluyen una diversidad de personajes, trabaja el humor, el erotismo y la poesía, "Ya no pienso en matambre..." se puede ver en la sala de Boedo 640 los sábados a las 22.30.
Con actrices y actores invitados que rotan sábado a sábado, como Coral Gabaglio, Héctor Bordoni, Pablo Lapa, Flora Ferrari (en la función del próximo sábado) o Fiorella Pedrazzini, Federico Marrale, Milena Cataldo y Laura Azcurra (el 11) la nueva puesta vuelve a hacer foco en "la mayor potencia del espectáculo que siempre estuvo dada por la potencia del binomio entre el texto y la actuación".
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Télam: ¿Cómo definirías el universo que la obra pone en juego y qué mundo lleva a escena?
Patricio Abadi: Creo que la obra presenta una serie de personajes que en su desbarranco tienen accesos de iluminación poética y existencial. Como si en plena caída se les presentaran revelaciones que los empodera o al menos les permite a través de la palabra poder pronunciar esas desilusiones. Lo paradójico es que pese a ser historias de cierto desencanto la obra tiene mucho humor. Las marcas de la obra son el humor, el desamor, lo popular y lo poético. La desmesura del lenguaje y entre todo el fango la importancia de rescatar la ternura.
T: ¿Cómo ves las reacciones del público, iguales o distintas de hace 15 años en respuesta al texto y la escena?
PA: Creo que hubo una evolución en muchos aspectos que se hicieron eco de avances y conquistas en el campo sociopolítico. Pero sinceramente creo que en otros aspectos el público se volvió más conservador. Me parece peligroso cuando el teatro se quiere alinear de manera muy literal y casi didáctica en relación a algunos temas. Creo que cuando el teatro quiere "quedar bien" o ser "bien pensante" se pone solemne y obsecuente. Por momentos cierta parte de la sociedad, incluso dentro del ámbito teatral, tiene dificultades para decodificar la ficción como tal. Si un personaje dice o expresa algo aberrante puede llegar a ser censurada la obra, la actriz o actor, el autor. Parece absurdo porque en ese caso no existirían "Ricardo III" o "Tito Andrónico". Creo que hay que tener cuidado con el adoctrinamiento de la ficción. Una cosa es la no ficción, la realidad, en la cual uno tiene su ideología o su campo ético que es determinante de la persona. Pero la ficción es otra cosa. Pareciera que por momentos si un personaje tiene conductas inapropiadas la obra estuviera haciendo apología de eso cuando en realidad justamente mostrar eso es una forma mucho más valiente de militar las causas profundas. Hay que tener cuidado de no amedrentar a los artistas porque esa cancelación va a llevar todas las ficciones hacia lo políticamente correcto que no es justamente la fuerza disruptiva que el arte tiene que tener para alegrarle la vida a la gente, hacerla pensar e incidir de manera enriquecedora en la sociedad.
Con información de Télam