(Por Agustín Argento) "Salidos de la Salamanca" es el nuevo documental de Josefina Zavala Ávalos en el que se adentra en el monte santiagueño para indagar sobre la relación entre los músicos de chacarera y sus míticos acuerdos con el Diablo para ganar en virtuosismo, para dar forma a un filme sentido y atractivo que se proyecta en una nueva edición del Bafici.
"Siempre me sentí atraída por los mitos y leyendas del folklore santiagueño. De niña crecí entre relatos vinculados a los seres que habitan el monte, al Kakuy, la Telesita, la Mayup Maman, que es la sirena del río, el Zupay. Todos esos contenidos habitan mi memoria y tomaron forma para realizar este ensayo audiovisual que vincula uno de los mitos más arraigados en Santiago, como es La Salamanca, para relacionarla con la chacarera que es el ritmo que le da identidad al santiagueño", explicó la directora a Télam.
En la película se pueden ver entrevistas propias a figuras del género como Peteco Carabajal, Víctor Simón, Julio Rodríguez Ledesma y Bebe Ponti, historiadores y sociólogos, además de contar con un exquisito material fotográfico de archivo, entrevistas a Vitillo Ávalos, Sixto Palavecino y videos del legendario Andrés Chazarreta.
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Esta mixtura de entrevistados, a los que se suman luthiers, músicos y chamanes del paraje de Salamina, permiten acercarse a una película de varias aristas y que exuda cultura. Los ribetes de historia y sociología permiten conocer el contexto actual y de origen de la chacarera. Y los intérpretes y luthiers conectan a la melodía, ritmo y armonía con el paisaje y las vivencias locales, y su relación con el país y el continente.
"La chacarera -opinó Zavala Ávalos- es un ritmo vivaz, enérgico, vibrante, en contraste a un paisaje desolado y sufrido, un paisaje al que se le extirparon sus quebrachales por la tala indiscriminada para los durmientes de los trenes, y luego para la producción de soja. Esa desolación no es natural y provoca impacto en el habitante santiagueño, que deviene en alma sufrida. Sin embargo, hay una transformación de ese estado a través de la música y el baile, una alegría sostenida, una catarsis, una entrega, un rito festivo que encuentra redención en esas expresiones".
"Salidos de Salamanca" tiene funciones mañana a las 20:30 en el Multiplex Lavalle; el domingo 23 a las 16.30 en el Arthaus Central; y el lunes 24 a las 15.40 en el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken.
Télam: ¿Qué creés que dice la chacarera del pueblo santiagueño y de la Argentina?
Josefina Zavala Ávalos: En Santiago del Estero se manifiesta como un hecho social vivo que da identidad al santiagueño. La música y la danza son pilares que sostienen su idiosincrasia. Esa identidad genera pertenencia, donde sea que esté el santiagueño, hay una idea de pago, de hogar, de familia. Porque ese pago también es la conexión con la raíz más profunda, con la historia mestiza de América Latina. Argentina es un multiverso, poblada de regiones con sus culturas y sus músicas, aún desconocidas para la mayoría. Si pensamos la chacarera en su totalidad, no solo como una música, se nos revela un viaje hacia nuestros orígenes, hacia los pueblos de africanos esclavizados que trajeron los ritmos, hacia las tradiciones europeas y arábicas que trajeron los españoles.
T: ¿Por qué creés que un ser humano puede entregar algo eterno como es el alma para un beneficio finito, como lo es un talento o dinero o lo que fuere en la vida terrenal?
JZA: El ser humano, en la tierra, no soporta esa existencia simple: nacer, existir, morir. El ser humano busca y busca, busca talentos que lo saquen del aquí y ahora y le otorguen la idea de trascendencia. ¿Con qué entidades pactamos en nuestros caminos? Quizás ese diablo que habita en la Salamanca, no es tan diablo, y ese dios que habita en los cielos, tampoco. Quizás el mito de la Salamanca nos habla de una ofrenda que debemos hacer en esa cueva, en lo más profundo de la noche oscura del alma para encontrarnos con quien verdaderamente somos y salir de allí, transformados.
T: En la película vemos imágenes de 2010...
JZA: La película está atravesada por la pandemia. La escribí en mi cabaña de Jujuy, entre cerros, donde estaba viviendo cuando el mundo se paralizó y el futuro distópico llegó. No pude volver a Salavina. Pero apareció un disco rígido perdido que pudimos rescatar con imágenes de los primeros viajes de campo, al Festival del Tanicu 2010 y decidí usar el material. Hicimos entrevistas, todavía en pandemia, para darle forma al relato. A medida que se iba estructurando la película, reunimos con mi equipo un material de archivo fabuloso, gracias a Mario Silvia, discípulo de Isabel Aretz y Nano Gigli, un pariente mío lejano de Santiago que me cedió material de Andrés Chazarreta. La investigación personal acerca del tema me llevó más de 10 años, sólo que hice un recorte para abordar el tema de manera más sintética y poética. No olvidaré nunca lo que fue filmar las escenas finales, fue como estar inmersa en un carnaval de tierra. Cubrimos la cámara con bolsas de nylon para no estropear los lentes, pero estábamos absolutamente hechizados en esa fiesta.
T: ¿Cuánto creés que puede haber de cierto y cuánto de imaginación o fantasía en lo que cuentan sobre las Salamancas?
JZA: Sin duda creo que todo lo que cuentan acerca de las Salamancas es cierto. Hay un mundo invisible que no conocemos. Y allí, sucede todo. Es el pensamiento mágico el que pone en acción eso que llamamos realidad. Como aquella nota de Coleridge, que es casi una encrucijada: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?".
Con información de Télam