Este año la Argentina se acerca al equilibrio fiscal. En el primer trimestre de este año, con pandemia, el déficit primario financiero fue del 0,5 por ciento del Producto, mientras que en el mismo periodo del año pasado, sin pandemia, fue del 1,3 por ciento. Es decir, el país está siendo más austero en pandemia que en épocas normales. Respecto al déficit primario, que es el que mejor refleja el gasto del Estado como parte de la ecuación, Argentina tuvo un déficit del 0,6 por ciento en el primer trimestre de 2020, sin pandemia, y lo bajó a un 0,2 por ciento en el mismo periodo de este año, con pandemia. Así el país se encamina a convertirse en uno de los pocos que alcanza el equilibrio fiscal en medio de una catástrofe sanitaria. Una mala noticia para los que necesitan un apoyo estatal urgente para capear el temporal.
En medio de una profundización de la crisis sanitaria global y de los efectos negativos en la actividad económica de la segunda ola de contagios de COVID-19, el Gobierno se debate entre la asistencia social y la disciplina fiscal. En lo que va de este año, esa pulseada la está ganando por amplio margen la postura fiscalista que le imprime el ministro de Economía, Martín Guzmán, con cuentas públicas dignas de la envidia del macrismo. Durante el primer trimestre del año el Estado obtuvo un déficit primario que se no se exhibía desde 2019, en pleno ajustazo dictado por el Fondo Monetario.
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El resultado de esta primera parte del año se consiguió a partir de un fuerte aumento de la recaudación tributaria, principalmente por la mejora del sector exportador, mientras que el gasto público se contrajo en términos reales (comparado contra la inflación) con recortes en transferencias directas, salarios, asignaciones y financiamiento educativo. Ese ajuste le deja al Gobierno un colchón de casi un punto y medio del Producto, que es el equivalente a la mitad de lo que costó durante todo 2020 la asistencia a hogares y empresas para paliar los efectos de la pandemia.
Para este año se había presupuestado un déficit, diferencia entre los ingresos del Estado y sus gastos, del 4,5 por ciento del PIB, lo que implicaba una fuerte reducción respecto del 6,5 por ciento con que cerró el año pasado, tras un programa de asistencia récord que explica 4 puntos de ese rojo presupuestario. Sin embargo, en paralelo con los avances en la negociación con el Fondo por el mega préstamo tomado por el macrismo, se fue reduciendo la expectativa de déficit. Celebran así los analistas de la ortodoxia el recorte que se viene registrando desde diciembre del año pasado y que, con los resultados del primer trimestre, permiten avizorar un valor sensiblemente menor.
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Un trimestre a medida del FMI
En los primeros tres meses del año las cuentas públicas arrojaron un déficit primario, sin contar el pago de intereses de deuda, de 69.149 millones de dólares, lo que representa una caída de 55,7 por ciento nominal (que se amplía a una reducción de 68 por ciento en términos reales; descontando la inflación del período que fue de 42,6 por ciento). En términos de su peso sobre el Producto, que permite una mejor comparación, el rojo presupuestario fue de 0,2 puntos.
Si se toma en cuenta el pago de intereses, el resultado fiscal financiero fue un déficit de 184.407 millones de pesos, equivalente al 0,5 por ciento del PIB. En ese caso, la caída en el pago de intereses respecto del año pasado, producto de la reestructuración de deuda, se contrajo 31,7 por ciento. Sigue siendo menos que la contracción que se logró en el resultado primario.
En una comparación con 2019, las cifras evidencian que el costo de la pandemia pudo ser absorbido en las cuentas públicas. En el primer trimestre del 2019, en plena vigencia de las recetas de austeridad del Fondo que aplicó (o intentó) el macrismo, el resultado primario había sido un superávit primario de 0,1 por ciento PIB, aunque mantuvo un déficit financiero de 0,6 puntos, derivado de los crecientes pagos de intereses que generó el mega endeudamiento del gobierno de Cambiemos, que terminaba "comiéndose" toda medida fiscalista de recorte de gasto.
Actualmente el escenario es otro. El peso de las obligaciones de deuda que se contrajeron durante el macrismo se prorratearon de manera más sustentable. Esto da oxígeno a las cuentas públicas para alcanzar un equilibrio fiscal financiero (total). De hecho, las cuentas públicas hubiesen llegado a un sendero de equilibrio antes de no haber arribado una pandemia que obligó a todos los países del mundo a hacer un esfuerzo fiscal para paliar los efectos de las medidas de aislamiento y restricciones en la circulación en la actividad económica. El relevamiento del Fondo Monetario sobre 115 países evidencia que el 97,3 por ciento registró déficit el año pasado y solo un 2,7 por ciento, superávit. En 2019 las cifras arrojaban que el 26,1 por ciento de los países tenía superávit y 73,9 por ciento, déficit.
En el primer trimestre de este año el déficit primario de la Argentina fue de 0,2 puntos del PIB, con pandemia; mientras que entre enero y marzo de 2020 había sido de 0,6 puntos, sin pandemia. Por su parte, el déficit primario financiero pasó de 1,3 puntos porcentuales en 2020 a 0,5 puntos en este primer trimestre. Analistas consultados por El Destape anticipan un déficit primario anualizado entre 2,7 y 3 puntos del PIB, entre un punto y medio y dos menos que los que se anticipó en la Ley de Presupuesto 2021.
Quiénes son los que hacen equilibrio
La mejora en las cuentas públicas se sustentó en un marco de equilibrio financiero económico, con un dólar relativamente estable, y con altos niveles de inflación que elevan la recaudación en impuestos vinculados al consumo, como el IVA. También hubo un aporte importante de ingresos por derechos de exportación, a partir de precios internacionales para los commodities agropecuarios máximo desde de 2014. Condiciones que parecen se mantendrán en el mediano plazo.
El Gobierno logró, manteniendo el gasto en niveles reales casi neutro, que los ingresos crezcan por encima de los egresos. Los ingresos totales sumaron en el primer trimestre 1,7 billones de pesos, con un alza de 55,4 por ciento; de los cuales, 1,6 billones de pesos fueron impuestos. Esto implicó pasar de 4,4 por ciento del PIB en el primer trimestre de 2020 a 5,2 puntos este año. El gasto primario hasta marzo acumula 1,7 billones de pesos, con un incremento de 39,7 por ciento, por debajo de la inflación.
Con una economía con una caída del Producto de diez puntos el año pasado, el porcentaje de gasto sobre PIB pasó de 5,02 por ciento en la primera parte de 2020 a 5,4 en el trimestre de este año, según estimaciones de Ecolatina y del Centro de Economía Política Argentina (CEPLA) para este medio.
De acuerdo con el último informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), los gastos corrientes devengados en el primer trimestre ascendieron fueron un 34 por ciento superiores a los registrados en igual período de 2020 y 6,6 puntos menos que la inflación medida por el INDEC. "Esta reducción en términos reales del gasto corriente resulta de la disminución nominal del monto de Intereses (-8,1 por ciento interanual) y de la caída real de dos rubros de gran significación como son las remuneraciones y las prestaciones de la Seguridad Social que, con crecimientos interanuales del 31,5 y 28, por ciento, perdieron 9,1 y 12,6 puntos, respectivamente, con relación a la inflación", señala el relevamiento de la institución.
En lo referido al grado de avance de la ejecución presupuestaria de la administración pública nocional, a marzo se devengó el 20,5 por ciento del crédito para el gasto primario, equivalente a 2,1 puntos porcentuales por debajo del porcentaje teórico.
No todo es recorte en pandemia
La excepción al ajuste fue en transferencias corrientes, que crecieron 52,5 por ciento interanual e implicaron un incremento 11,9 puntos sobre la inflación y el rubro bienes y servicios, que mostró un crecimiento del 94,4 por ciento, explicado por los gastos del programa “Prevención y Control de Enfermedades Transmisibles e Inmunoprevenibles” del Ministerio de Salud destinado a financiar la compra de vacunas para el COVID-19.
Un informe de LCG destaca que los principales recortes en el trimestre en términos reales (descontando la inflación) fueron las asignaciones familiares, con un retroceso de 14 por ciento; las jubilaciones, un -6 por ciento; los salarios de la administración pública, un -6 por ciento; las transferencias corrientes a las provincias, -21 por ciento; y los gastos operativos en Universidades, -27 por ciento. En contraposición, se destinaron más fondos para transferencias al sector privado concentradas en los subsidios energéticos y los programas sociales. A la energía los subsidios crecieron en un 25 por ciento real y en el transporte, un 20 por ciento.
La disciplina fiscal busca mostrar números aceptables en el marco de la negociación con el Fondo Monetario. Sin embargo, el mundo no está en condiciones de preocuparse por ese equilibrio. Según un informe de los economistas Fernando García Díaz sobre la base de datos del FMI, publicado por CITRA-Conicet, solo cuatro países el año pasado tuvieron superávit fiscal.
El relevamiento refleja que la proporción de países con déficit varía con el ciclo económico global, pero siempre es mayor al 50 por ciento. En los últimos años rondó el 80 por ciento. En 2020 prácticamente todos los Estados del planeta fueron deficitarios. Y la mitad del total lleva al menos 10 años con déficit.
Pensar que se puede vincular el aumento del gasto público en pandemia con una supuesta administración que "derrocha" recursos es un grave error.
Existen otros mecanismos desacople o ancla de precios que no implican desatender la situación de los más afectados por la pandemia. En todo caso, el debate es cómo se comunica esa necesidad y se defiende el gasto social sobre las visiones ortodoxas de eterno ajuste sobre los hogares de menores ingresos; un tema que es más de política comunicacional que económico y escapa a esta nota.