Frente a la importante escalada de la inflación, el equipo económico que encabeza el ministro Sergio Massa decidió, dentro de un conjunto de medidas de carácter principalmente monetario-financiero, habilitar la importación de productos alimenticios estacionales con arancel cero. La medida apuntaría a la compra externa de alimentos contra-estacional, principalmente frutas y verduras, para evitar que las oscilaciones en los valores derivadas de la escasez estacional de algunos productos impacten en la medición mensual del índice de precios al consumidor. Sin embargo, las propias mediciones del INDEC dan cuenta de que no se trata de un fenómeno estacional sino estructural. La variación interanual hasta abril –eliminando cualquier estacionalidad—en verduras alcanzó al 185 por ciento y en frutas, al 180,8 por ciento, siendo los guarismos, por lejos, más altos en la medición de los últimos doce meses.
Las cifras oficiales dejan en claro que la apertura del mercado para los alimentos no sería la solución, ya que no se trata de un problema de precios “base” (los que percibe el productor), sino en los eslabones subsiguientes de la cadena. Incluso, en los últimos meses hubo importantes aumentos en los volúmenes importados de algunos alimentos, muchos de los cuales ya se adquieren con arancel cero por adquirirse en mercados dentro del área de comercio común (Mercosur).
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La medida genera además interrogantes, mientras se aguardan por las resoluciones que habiliten esta apertura comercial: ¿de dónde saldrán los dólares para la importación?, ¿cómo se controlará la trazabilidad y la cadena de valor para que impacte en góndola una supuesta baja del precio base? y ¿cómo evitar que la medida impacte negativamente en los productores locales?, entre otras.
La importación ya está en marcha
La regla es que todo sube y nada baja. La estacionalidad, como la que evidenció, por ejemplo, el tomate en abril (con un alza de 67,3 por ciento mensual), tracciona al promedio de los precios de los alimentos al alza, aunque la baja que suele sobrevenir en períodos de mayor oferta no se traduce en la misma cuantía en las góndolas.
Ante la ineficacia total de los acuerdos de control de precios, Massa ya había deslizado en tono de amenaza la posibilidad de abrir las exportaciones. En ese caso, el interlocutor era el sector textil, una industria protegida cuyos precios no cesan de escalar. Ahora el mensaje –y la apertura comercial—tiene como eje a los alimentos, con el supuesto objetivo de que se moderen los precios de los productos argentinos frente a un incremento de la importación. La medida parece un chiste de mal gusto en un país que produce alimentos para 400 millones de personas, 8,5 veces la población argentina.
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De hecho, las estadísticas de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca evidencian un alza interanual importante en las importaciones hasta marzo, especialmente en frutas y verduras. Medido en cantidades, las compras externas de porotos aumentaron 24 por ciento; hortalizas, un 24 por ciento; ajos frescos, 21 por ciento; cebollas frescas, 72 por ciento; hortalizas deshidratadas, 81 por ciento y en conserva, 85 por ciento; cereales, 95 por ciento; limones, 13 por ciento; pomelos, 25 por ciento; frutas de pepita, 205 por ciento; peras, 873 por ciento; frutos secos, 39 por ciento; frutas de carozo, 58 por ciento y en conserva, 72 por ciento y, por último, grasas y aceites de origen animal, un 569 por ciento. Es decir, ya se viene importando en cantidades significativas sin que redunde en una baja en los precios, como puede percibirse en el caso de los aceites, a modo de ejemplo.
Esto también permite argumentar que no se trata de un problema de precios al productor (o base) sino que radica en la cadena de valor. Según el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) elaborado por el sector de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en abril los precios de los agro-alimentos se incrementaron 3,9 veces del campo (origen) a la góndola (destino). Es decir, el consumidor pagó 3,9 pesos por cada peso que recibió el productor. En promedio, la participación del productor explicó el 23 por ciento de los precios de venta final.
En los extremos se encuentran los precios de frutas y hortalizas, que se multiplicaron por 6,7 veces en abril, un 13 por ciento más con respecto a marzo previo, incremento explicado, en gran parte, por productos como la lechuga, el pimiento y el tomate redondo. Las mayores brechas se registraron en el limón (16,9 veces), la cebolla (15), la naranja (10,1), la mandarina (6,9) y la zanahoria (6,7).
La cadena (de valor) alimentaria
Las hortalizas y las frutas representan buena parte del consumo de la canasta de las y los argentinos. La incidencia de las primeras en el Índice de Precios al Consumidor (IPC-INDEC) alcanza el 2,2 por ciento en la región Gran Buenos Aires y alcanza hasta 3,6 por ciento en las regiones noreste y noroeste del país. Por su parte, la incidencia de las frutas es de 1,3 por ciento en la región Gran Buenos Aires y 1,5 por ciento en el noreste y noroeste del país.
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En la medición de abril, la verdura que mostró el mayor aumento mensual de precios fue el tomate, con 67,3 por ciento; seguido por la batata, con 8,6 por ciento. El resto de los productos fueron a la baja, siendo el más pronunciado el zapallo con 14,4 por ciento, luego la cebolla, con una retracción de 13,4 por ciento, la papa, con una baja de 11,1 por ciento y la lechuga, cuyo resultado fue negativo en un 10,2 por ciento. Sin embargo, la variación de este segmento asciende al 235,6 por ciento, según la estimación del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
El estudio reveló, además, la brecha que existe entre los precios del Mercado Central y los supermercados relevados en abril de 2023, la cual se ubicó en abril en un 134,1 por ciento, registrando un aumento del 15,1 por ciento con relación al mes anterior. En resumen, el informe advirtió que la implementación de Precios Justos, en acuerdo entre el gobierno y supermercados para frutas y verduras en abril 2023, no fue respetada en términos generales. Ninguna cadena cumple con todos los productos de la canasta acordada, por lo que la eficacia del acuerdo no alcanzó los objetivos en el segundo mes de vigencia.
Esta semana, la Dirección General de Aduanas (DGA) realizó un operativo en el Mercado Central de Buenos Aires, con el objeto de controlar la trazabilidad de alimentos importados. En ese marco, se efectuó un relevamiento de las frutas y verduras de origen extranjero en todos los pabellones y naves del Mercado Central, entre las que se destacaron importaciones paltas procedentes de Chile y bananas de Ecuador.