Si hay conceptos difíciles de explicar, sin dudas, el de colonización ideológica es uno de ellos. Por lo general, cuando no aparece el marco teórico que permita poner en palabras aquello que se pretende definir, muchas veces, las personas buscan ejemplificarlo de alguna manera, tal es el caso del «emprendedurismo» y la supuesta idea de que uno puede ser su propio jefe, ejemplo claro para explicar la colonización ideológica.
Recuerdan la publicidad de Uber “¿Querés ser socio Uber?”, como si a fin de año llamaran a todos sus choferes para hacer el balance y compartir las ganancias. Todo es una gran mentira que la vemos a diario cuando las juventudes que son esclavizadas con la uberización de la economía, defienden a Mercado Libre, Amazón y AliExpress y nunca a los que trabajan en sus depósitos, que posiblemente sea más probable el lugar en el que acaben porque este sistema así lo quiere.
Claro que esa defensa que realizan ciertos sectores que se incorporan diríamos, aunque nos cueste, a esta “lógica laboral”, responde también a la necesidad de un anclaje a la esperanza, a conseguir un ingreso necesario en tiempos tan complejos, donde la desocupación en los jóvenes más que duplica a la de los adultos.
Los hacen pensar dueños, incluso jefes. Pero sólo es una ilusión construida por las grandes corporaciones para ocultar sus verdaderos planes, el de seguir flexibilizando el mercado laboral. Claro, como no se pude hablar de «flexibilización» sin poner en evidencia los intereses corporativos y que se le vengan al humo los dirigentes sindicales, el movimiento obrero y gran parte de la sociedad que ya conoce el significado de este término, por ello se vieron en la necesidad de ponerle un nombre acorde a los tiempos posmodernos.
Ahora hablan de «emprendedurismo», que no es otra cosa que el neologismo de flexibilización. Como consecuencia de ello, hoy los jóvenes son los que más expuestos están al trabajo precario. No se necesita ser técnico, estadista o especialista para darse cuenta, basta con prestar atención a quiénes son los que nos traen los deliveries o los productos que compramos por internet. En su mayoría son jóvenes que, como consecuencia de las condiciones heredadas por el macrismo, su libertad y emancipación son entregadas a estas empresas que solo pretenden su explotación.
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Como si esto no fuera poco, también estos sectores concentrados ponen en una posición de gran inferioridad a las pymes frente a las fortunas colosales que esas empresas han ido amasando, en especial, durante el periodo de la pandemia. Estos sistemas de comercialización producen una ganancia extraordinaria a las plataformas y un escaso margen a quiénes producen o venden aquello que los consumidores descubren en sus pantallas, en especial en tiempos de cuidado, de poca salida, que multiplica los consumos “on line”. Tal es el caso de la empresa Argentina fundada por Marcos Galperin, Mercado Libre, que duplicó su facturación entre enero y marzo de 2021, en comparación con el mismo periodo de 2020, cuya cotización actual oscila en US$ 75.000 en Wall Street, o Amazon de Jeff Bezos que triplicó sus ganancias durante la pandemia.
Detrás del emprendedurismo se encuentra la ideología liberal que considera que el sistema de ascensión social se basa en el mérito, es decir, que cuanto más te esforzás, más posibilidades tendrás de obtener aquello que tanto se anhela, sin importar las condiciones económicas, sociales en las que uno se encuentre inmerso.
Defender la idea de emprendedurismo, es también defender la flexibilización, la precarización, el individualismo y la meritocracia, es no entender que los pobres viven menos que los ricos, es no darse cuenta que el más brillante de los pobres nunca tendrá las mismas oportunidades que el menos talentoso de los ricos porque cuando las condiciones no son iguales para todos se condena a las personas a una posición de línea de largada que determina su resultado en la carrera.
“El 90% de los niños/as que nacen en hogares pobres, mueren pobres. Por más capaces que sean. Más del 90% de los niños/as que nacen en hogares ricos, mueren ricos. Por más estúpidos que sean”. Señala el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz en su libro El precio de la desigualdad.
Esto es la colonización ideológica y la culpable de la indiferencia patológica que impide construir un nosotros, la responsable de la ilusión aspiracional de un sector de nuestra sociedad que no tiene empatía y que piensa que un negocio ―que solo beneficiará a otro― sumado al esfuerzo personal le permitirá acceder a un 0KM o la casa soñada en menos de dos años. Claro que eso se puede alcanzar, pero sólo es con un Estado presente, que acompañe a las juventudes en la realización de sus sueños de vida, no dejándolos a la deriva de estas corporaciones piratas que elaboran discursos bonitos para que defiendan intereses que no le son propios.
La oportunidad histórica es ahora.
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*Es Magíster en Políticas Sociales.
**Es Magíster en Comunicación.