Guste o no, los resultados de las operaciones en los mercados internacionales y locales siempre son un buen adelanto de la evolución de los programas económicos. No se exalta aquí la sapiencia infinita de “los mercados”, que también se equivocan y mucho, sino que se destaca que el capital financiero siempre vota con los pies, entra y sale según lo que espera sucederá y, en el camino, también funciona generando profecías autocumplidas, es decir acelerando procesos y, de paso, explotando fragilidades.
Existen tres secuencias de hechos ocurridos en la última semana que pueden ser un adelanto del porvenir.
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La primera es que el staff del FMI sacó el informe de la octava revisión del Acuerdo de Facilidades Extendidas. Además de decirle al gobierno más libertario del mundo que todo va muy bien y que es una preciosura, inmediatamente advirtió lo mismo que todos quienes analizan con alguna objetividad la economía local: que la inflación ya se comió el shock devaluatorio de partida, que la devaluación del 2 por ciento mensual del dólar oficial ya se quedó corta y que, quizá, ya sea hora de devaluar otra vez si no se quiere caer en una nueva distorsión del principal precio relativo de la economía, o sea el dólar. Muy en segundo orden el informe continuó con las recomendaciones de tener un superávit fiscal más consistente, es decir un excedente que no se base solamente en recortes a jubilados y en la postergación de pagos, sino en recaudar más y mejores impuestos. En las 110 páginas del informe hay detalles para hacer dulce, pero para los más habituados a estas lecturas no deja de ser más de lo mismo: vueltas de torniquete. La receta del Fondo es siempre la misma con variaciones en el margen, devaluar y ajustar, siempre, en todo tiempo y lugar. El FMI no es ni bueno ni malo, es incorregible, como decía un gran escritor argentino sobre otro sujeto. Y para que nadie piense que perdió las mañas, siempre agregan el “copy & paste” de atender a los más vulnerables, de cuidar la sostenibilidad social del ajuste y de recuperar el nivel de actividad porque, al parecer, devaluar y ajustar gastos suelen provocar recesiones generalmente profundas. Aclaremos que el dato de que el Fondo no altere sus recetas no es incompatible con las inconsistencias locales.
La segunda secuencia es que los operadores de Wall Street leyeron el texto del FMI y actuaron en consecuencia. Las acciones argentinas que cotizan en Nueva York cayeron fuerte y lo mismo sucedió con los bonos, lo que significa que volvió a aumentar el riesgo país, que está en el subibaja desde hace semanas, pero con derivadas primera y segunda positivas, es decir con clara tendencia a “crecer creciendo”. Al parecer, siempre para “los mercados”, así entre comillas como escribíamos ayer, el riesgo de default está lejos de conjurarse. Al ministro mesadinerista Caputo no es la primera vez que le pasa. Cuando era “el Messi de las Finanzas” de Mauricio Macri (¿Casta, qué casta?) y venía colocando deuda como un campeón, de pronto “los mercados” no le prestaron más. Alguien dejó de mirar solamente el rótulo de gobierno “market friendly” y reparó en los números de la deuda ya tomada y de los vencimientos por venir. Lo que siguió es historia conocida, el abrazo de oso del FMI para evitar que todo vuele por los aires. Por entonces, en Estados Unidos gobernaba Donald Trump, con quien Macri había compartido intentos de negocios privados en tiempos pre políticos. La voluntad de prestar, y del Fondo de volver a la Argentina, estaba aseguraba. Es por lo menos notable que la historia se repita (evitamos aquí el cliché de la cita del 18 de brumario) y que la gran expectativa de la actual administración sea la de un triunfo de Trump en Estados Unidos que allane el camino a nuevos créditos del FMI. El detalle es que si, en el mejor de los casos, tal cosa sucediese sería recién a partir de 2025, ya que la próxima asunción presidencial en “el gran país del norte” ocurrirá recién en enero, una fecha que para las necesidades locales de efectivo en moneda dura se encuentra a años luz.
La tercera secuencia nos muestra al ministro mesadinerista tuiteando su muy estrecha relación con los funcionarios del Banco Central independiente (glup), alabando a su muy pequeño equipo ultracohesionado del que no se escapa adelanto de medidas alguno (apenas funcionarios de primerísimo orden como Joaquín Cottani) y diciendo que ni loco piensa en devaluar o en eliminar el dólar blend, una de sus medidas más inteligentes (nobleza obliga), una quita que en este momento haría disparar la brecha y las expectativas de devaluación. En consecuencia, su conclusión general es que es mentira lo que “los periodistas” dicen sobre una posible devaluación y que ni loco devalúa. Nos remitimos aquí a la primera secuencia para decir que no son los periodistas que inventan, sino el fondo quien sugiere o reclama. Y agreguemos, para terminar, a los operadores locales, que mantienen las silobolsas rebosantes a la espera de que suceda lo que el ministro dice que no va a suceder.
En el muy corto plazo la clave de lo que viene estará marcada por la reacción de los mercados locales tras las caídas en Wall Street, la acumulación, o no, de reservas internacionales y lo que suceda en Diputados con el paquete fiscal. El FMI, mientras tanto, se cuidó en salud y aumentó la previsión de caída de la economía al 3,5% este año, desde el 2,5 de la anterior revisión, un número más que optimista cuando no existe a la vista ningún indicador de recuperación de la actividad, apenas algunos frenos en la caída.-