Los 3,9 puntos de inflación en enero, entre los cuales se contaron 4,9 puntos en alimentos, volvieron a dar cuenta de un problema al que el Gobierno no le encuentra respuesta, aun cuando la suba de precios interanual, con 50,7 por ciento, marcó su cuarto descenso consecutivo, luego de tocar un pico de 52,7 por ciento en septiembre.
En cualquier caso, el índice interanual superior al 50 por ciento de enero da cuenta de lo lejana que se encuentra la meta del 33 por ciento que el gobierno fijó en su rechazado Presupuesto 2022, la única de todas las estimaciones que lo situaba por debajo del 40 por ciento, en el contexto de un año en el que se operarán subas tarifarias, un mayor ritmo de devaluación y una inercia inflacionaria del 50 por ciento anual.
De hecho, el denominado Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), un índice del Banco Central que recaba los pronósticos financieros de consultoras económicas y bancos, difundió que para fines de enero de 2022 los analistas de mercado consultados proyectaban la inflación minorista en un 55 por ciento. Cierto es que las actuales autoridades del Banco Central señalaron en 2020 que “el desempeño predictivo del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) ha resultado decepcionante en los últimos dos años, llegando incluso a cuestionarse la utilidad de la herramienta”, e incluso señalaron pocos meses atrás que “los pronosticadores que participan en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) han exhibido errores significativos en sus predicciones en los últimos tres años”.
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Por eso, desde el Banco Central se armó un listado con un “Top 10” de instituciones que mejor pronosticaron los guarismos del 2021. En este caso, el promedio para la inflación de estas diez instituciones, arrojó una inflación aún más alta para 2022, del 57,9 por ciento.
Frente a los cuestionamientos al REM, cobran relevancia también otros pronósticos, en este caso de entidades productivas. De acuerdo al último relevamiento de la Asociación de Empresarios Nacionales para el Desarrollo Argentino (ENAC), 6 de cada 10 empresarios considera que la inflación del 2022 será superior al 40 por ciento, mientras que el 62,5 por ciento de los empresarios que participaron del “Relevamiento de percepción industrial bonaerense” de las cámaras productivas FEBA, ADIBA, UIPBA, y CEPBA, afirmó que la misma se situaría entre el 46 y 60 por ciento.
Lo cierto es que tres elementos permiten avisorar que difícilmente la tasa de inflación de este año descienda en relación a la del año pasado. Los mismos son la anunciada suba tarifaria, el ritmo de devaluación del dólar oficial y la inflación inercial.
En el primer caso, el gobierno ya anunció un aumento en las tarifas energéticas de entre el 17 y 21 por ciento, en lugar del 9 por ciento del año pasado, al cual se le sumarían mayores alzas para los usuarios de mayor poder adquisitivo. El hecho de que la energía incida en los costos de todo tipo de producción marca la complejidad de disminuir los índices de precios con costos mayores. También el ritmo de devaluación del peso oficial, que incide de forma directa sobre los precios, muy posiblemente tendrá un aumento mayor al del lapso comprendido entre abril y noviembre, en el que se operó una suba promedio del dólar del 1,1 por ciento. De hecho, durante el último mes del año pasado y el primero de 2022, se aceleró la devaluación del peso al 2 por ciento, mientras que para el presente mes ya se encuentra en torno al 2,5 por ciento.
Por último, existe una inercialidad que partirá del 50 por ciento, frente a los 36 puntos desde los que se partió a principios de 2021, cuando incluso las paritarias se negociaban en el rango del 30 por ciento.
Existen dos elementos con los que el Gobierno planea contrarrestar estas cuestiones, como lo son el aumento de las tasas de interés y la baja del ritmo en la emisión monetaria, ambas acordadas con el FMI y clásicas de los programas de reducción de la inversión, el consumo, y la demanda de dólares, y por ende también de las presiones inflacionarias. El gran interrogante aquí es si las medidas dispuestas hasta el momento, que consistieron en una suba de las tasas del 38 al 41,5 por ciento y la proyectada baja de la emisión monetaria del 3,7 al 1 por ciento del PBI, alcanzarán para contrarrestar los factores anteriormente mencionados, sobre todo si se tiene en cuenta la necesidad del gobierno de no detener la marcha de la economía y la suba del empleo y el consumo.
Aún así, y más allá de las cuestiones estrictamente económicas, resulta evidente que en el país el freno a la inflación remite a acciones políticas, ligadas al control de los sectores oligopólicos y de insumos difundidos, así como a los acuerdos de precios y salarios, sobre todas las cuales el gobierno no parece aún haber avanzado.