Para el mes de febrero, el Indec estimó el valor de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) en 37.413 pesos. Sin dudas, el principal problema es que la misma se encontraba por encima de los ingresos laborales de cerca de 7 millones de trabajadores no registrados, que según el Indec percibían para el tercer trimestre del 2021 (último dato disponible) un promedio 27.301 pesos, del millón de trabajadores que perciben el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM), equivalente entonces a 32.616 pesos, y de otro millón doscientos mil trabajadores que integran el plan Potenciar Trabajo y cobran el 50 por ciento de este salario.
Al no tener un ingreso adicional, 578.000 hogares conducidos por muchos de estos jefes o jefas de familia quedaron por debajo de la línea de indigencia, es decir sin poder acceder a la CBA, según reveló el Indec para el segundo semestre de 2021. Sin embargo, si bien el mayor problema reviste en esta situación, una segunda cuestión es que esta canasta tampoco garantiza una nutrición saludable, aspecto no menor si se tiene en cuenta sus derivaciones en las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT).
Por eso, el Observatorio para el Desarrollo Provincial – Odep, elaboró una Canasta Alimentaria Saludable (CAS), con el fin de plantear las diferencias tanto nutricionales como económicas con la CBA. Según este centro de estudio, integrado por profesionales especializados en múltiples disciplinas que integran equipos de trabajo interdisciplinarios y se desempeñan tanto en el sector público como privado, la actual evaluación económica del precio de los alimentos “ha resultado muy útil para medir niveles básicos de seguridad alimentaria y/o indigencia pero por su propia confirmación metodológica no resultan indicador de una dieta saludable”, y es por ello que plantean incorporar al enfoque de la desnutrición otro basado en la malnutrición.
En este sentido, plantean que para el mismo febrero, el costo de la CAS para una familia tipo de dos adultos y dos niños fue de 51.233 pesos, es decir un 25,2 por ciento más cara de los 37.413 de la CBA, lo que implicó además un segundo mes consecutivo de aumento de la brecha entre ambas canastas, debido a su incremento en ese lapso del 17 por ciento. Pero en rigor, la tendencia fue sostenida durante los últimos cuatro años, donde el precio de la CAS superó al nivel general de precios, debido mayormente al rubro carnes, más allá de que entre 2020 y 2021 se produjera una lenta desaceleración en su incremento de precios.
Cuestiones nutricionales
El diferente valor entre ambas canastas, se vincula con que la CAS posee una reducción del 26 por en el valor calórico total, gracias a un diseño efectuado en base a las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA) del Ministerio de Salud, componiendo así un 55 por ciento de hidratos de carbono, 15 por ciento de proteínas, y 30 por ciento de grasas. Para llegar a estos valores, los consumos de verduras aumentaron un 109 por ciento y de frutas un 142 por ciento, en tanto que se redujeron un 23 por ciento los gramos totales de carnes, además de aumentar la participación del pollo, con un 29 por ciento de las carnes y del pescado, con un 42 por ciento, quedando la carne bovina en un 29 por ciento del total de carnes.
Asimismo, los productos tienen un 40 por ciento menos de azúcar y 50 por ciento menos de sal, mientras que el arroz se reduce en un 62,5 por ciento, los fideos secos en un 74,14 por ciento, y el pan blanco en un 64 por ciento, además de excluirse las galletitas, los fiambres, las mantecas, las bebidas azucaradas, los aderezos y condimentos, los concentrados y las bebidas alcohólicas, con lo que la incidencia de los denominados productos ultraprocesados disminuye un 90 por ciento.
Consultados por la incidencia económica o cultural en el mantenimiento de una mala nutrición, los autores del informe señalaron a El Destape que “la disponibilidad de recursos es un factor que influye en el cambio de hábitos de consumo hacia una alimentación más saludable”, pues, señalan que “la voluntad de llevar adelante ese cambio no es una cuestión económica, pero un ingreso con bajo poder adquisitivo restringe aún más esas posibilidades, de forma que una dieta sana no es una opción para quienes no superan la línea de indigencia”.