En medio de la escalada inflacionaria y con el objetivo de disciplinar a las productoras locales de alimentos vía la importación de sustitutos para que bajen los precios, el Gobierno habilitó a mediados de marzo por 120 días condiciones más flexibles y baja de impuestos internos (no pagan el IVA adicional e impuesto a las Ganancias). Entre los sectores alcanzados y que en menos de 45 días ya evidencian el impacto de la medida, se destaca la cadena de valor porcina, uno de los sectores más dinámicos del sector agroindustrial argentino, a partir de un aluvión proveniente de Brasil. La faena se contrajo casi un 1 por ciento, la exportación cayó un 8 por ciento y el consumo internos perdió casi 2 por ciento; siendo así unas de las primeras víctimas de la apertura comercial.
En un tamiz que realizó El Destape en más de 3000 posiciones arancelarias en la Central de Información del Ministerio de Economía, se encuentran alimentos en los que Argentina lidera el comercio mundial, como el aceite de soja, rubros emblemáticos, como carne bovina y yerba mate; productos para consumo de altos ingresos, como grosellas, arándanos -que también se produce en el país- y nueces de areca y, dentro el rubro calificado como "estupefacientes", cannabis (marihuana) con fines medicinales.
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En el caso de la cadena porcina, la apertura, proporciona beneficios impositivos y cambiarios a quienes tengan la capacidad de importar y comercializar carne de cerdo, facilitando la concentración de la cadena y relegando nuestra posición productiva a nuestro vecino y principal socio comercial: Brasil.
“Las repercusiones negativas que tiene dicha medida, junto con la incertidumbre macroeconómica y la inexistencia de una política agropecuaria, afecta a pequeños y medianos productores, quienes recibirán un menor precio por comercializar sus animales. A su vez, esto desincentiva la industrialización en la ruralidad, disminuyendo el proceso de faena en el territorio nacional, lo que pone en riesgo miles de puestos de trabajo”, destacó un informe del Grupo de Trabajo Agroindustria y Desarrollo Rural de Ocipex.
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Tocar lo que venía bien
La cadena de valor porcina experimentaba en los últimos años un crecimiento ininterrumpido, impulsado por la acelerada adopción de la carne de cerdo en los hábitos alimenticios de la población, lo que permitió que se multiplicara por cinco la producción de carne. El consumo de carne de cerdo también tuvo un crecimiento considerable, pasando de un consumo per cápita de 8,06 kilogramos al año en 2010 a 16,65 kilogramos por habitante al año en 2023.
“En este sentido, es importante destacar que a partir del 2010, la producción pasó de 279 mil toneladas, a 761 mil toneladas en 2023”, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Bioeconomía. La cadena de valor porcina se desarrolla a lo largo de todo el territorio nacional, pero al igual que en el resto de países productores, la actividad se concentra en las áreas agroproductivas; es decir, en zonas de cultivo de maíz, soja, entre otros cultivos utilizados en la elaboración de alimento balanceado. Según el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), el país cuenta con un total de 76.737 establecimientos, que poseen un total de 5.887.401 porcinos inscriptos en el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios (RENSPA) mediante 97.268 registros asociados a la actividad.
La mayor cantidad de estos establecimientos se encuentran en Buenos Aires. Las provincias que poseen la mayor capacidad de faena son las siguientes: Buenos Aires (49 por ciento), Santa Fe (19 por ciento), Córdoba (16 por ciento), Entre Ríos (5 por ciento), Mendoza (2 por ciento), Salta (1 por ciento), Chaco (1 por ciento), entre otras provincias.
El 72 por ciento de los establecimientos de la cadena son pequeños productores que poseen menos de 50 madres reproductoras. El 26 por ciento son establecimientos medianos, unidades productivas que cuentan entre 50 y 500 madres reproductoras.
La situación del sector
Los datos publicados por la Bolsa de Comercio de Rosario confirman una advertencia que se había realizado con anticipación: luego del récord productivo alcanzado en 2023, donde la faena alcanzó las 8,1 millones de cabezas, el 2024 cerró trece años de crecimiento ininterrumpido, con una faena superior al promedio, pero por debajo del año pasado.
A partir de las cifras oficiales de la Secretaría de Bioeconomía, la faena comenzó a sufrir los efectos de la caída de la actividad económica. En enero de este año se registró un descenso de la faena del 0,9 por ciento comparado con igual mes del año pasado. En simultáneo, se evidenció una caída del 1,8 por ciento del consumo per cápita – promedio móvil (kg/hab/año) comparado con el 2023, cuestiones que se podrían agravar dado el contexto macroeconómico.
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En marzo se exportaron 619 toneladas, un 8 por ciento menos que el mes anterior y un 14 por ciento menos que en marzo del año pasado. Del volumen total, sólo el 23 por ciento es carne de cerdo, mientras que el resto son menudencias.
Por otro lado, si bien las importaciones de carne porcina aumentaron de 904 toneladas enero a 1.137 toneladas en febrero, en marzo experimentaron un descenso a 803 toneladas. Por ende, aún no pudieron visualizarse las “ventajas otorgadas por el gobierno (destinadas principalmente a las cadenas de supermercados), debido a la sobreoferta de mercadería. “Sin embargo, si estos beneficios impositivos y cambiarios continúan, sumado al atraso en el tipo de cambio, las posibilidades de un crecimiento arrollador de las importaciones de carne de cerdo siguen siendo reales”, alertó el informe de Ocipex.
Otro de los indicios que marcan el estancamiento de la actividad porcina, está relacionado a la caída del resultado económico (margen neto) de los sistemas de producción porcina (tomando como referencia un sistema intensivo de capones de 500 madres – estimación teórica), donde se observa un fuerte deterioro en granjas porcinas en estos primeros meses del 2024, volviéndose uno de los peores registros en los últimos nueve años, según cifras de IERAL–Fundación Mediterránea.
La caída del margen neto de los sistemas de producción porcina, se relaciona con el aumento de los costos productivos. En este sentido, el aumento de la sanidad en las granjas; los fletes; la energía, entre otros factores, inciden directamente en el sistema productivo porcino.