El debate por las retenciones se introdujo en seno del Gobierno e incluso llegó a revelar contrapuntos entre el presidente Alberto Fernández y sus propios funcionarios, como el ministro de Agricultura, Julián Domínguez. Calificada como la herramienta de excelencia para desacoplar los precios de los internos, hay quienes sostienen que modificar las alícuotas de los derechos de exportación no alcanza para detener la fenomenal suba de los alimentos. A pesar de las discusiones en torno a cómo se podrían aumentar los porcentajes, el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania sobre la cotización de las commodities sobrepasó cualquier límite.
Desde que se desató el conflicto bélico en Europa, el precio que se negocia por la tonelada de trigo en el mercado internacional se disparó de manera descomunal hasta llegar a máximos en torno a los U$S 500. Por supuesto, el costo del maíz y del aceite de girasol también se incrementó fuertemente y siguieron la misma dinámica. De esta manera, los productos compuestos en base a la utilización de estas materias primas también aumentaron en el mercado local por estar anexados a la variación internacional de precios. Así, la inflación de alimentos en el primer cuatrimestre rondó el 30%.
A pesar de los intentos para que los ingresos de los sectores populares no se vean tan debilitados -adelanto de negociaciones paritarias, del salario mínimo y el otorgamiento de bonos extraordinario-, es espiral de aumentos en la canasta básica no se detiene. De allí surgió el debate interno en el Frente de Todos para desacoplar los precios internos de los externos y apaciguar la sangría. Inevitablemente, apareció en la escena pública una palabra temida por los medios y los principales dirigentes del Agro: retenciones, o mejor dicho, los derechos de exportación que le corresponde cobrar al Estado.
Cuando se fija un porcentaje sobre las retenciones, en paralelo establece que la demanda local va a tener ese mismo porcentaje de posibilidad de reducción de precio en relación al costo internacional. En definitiva, para el exportador es lo mismo venderlo, por ejemplo, al 65% al mercado internacional o al local. Ahora, si ese porcentaje es fijo, al elevarse los precios internacionales, el porcentaje de rebaja para el mercado interno será siempre el mismo y el peso relativo disminuye respecto al poder de compra. A mayor alícuota, más se reduce el precio respecto al valor internacional.
Sobre este punto nace la disyuntiva sobre la política a ejecutar. Como el incremento de las commodities fue tan abrumador, hay quienes dudan sobre el peso que podría tener una eventual suba en las alícuotas de los derechos de exportación.
En diálogo con El Destape, el director de la consultora EPyCA, Martín Kalos, explicó: "Una situación distinta sería si las retenciones fueran móviles de alguna manera. Si cuando hay suba o baja de los precios internacionales, un gobierno recurre al Congreso para hacer modificaciones, eso introduce incertidumbre en las decisiones de inversión y producción en el sector". En cambio, remarcó: "Otra alternativa es un esquema con alícuotas diferenciales en función del precio internacional, planteando que a diferentes precios internacionales, la rentabilidad que la fertilidad del suelo y el subsuelo le dan al exportador argentino es diferente".
"Teóricamente, estas herramientas sirven para desacoplar precios, y hacer un aporte a la desaceleración cuando la inflación internacional de alimentos se acelera. Pero es una herramienta, no es la única, ni es la que hay que usar ni modificar en todo momento", subrayó el economista.
Respecto al momento político y la ayuda que podría significar, el economista jefe de FIDE, Nicolás Zeolla, afirmó: "Yo creo que la coyuntura internacional justifica el uso de herramientas que desacoplen precios internos de mundiales y desdolarizar el precio de los alimentos. El mejor instrumento para eso son las retenciones". Y añadió: "El Gobierno ensayó fideicomisos de trigo y girasol, como un sustituto a los limites políticos que viene mostrando la suba de retenciones , pero los resultados aún no se observan con claridad".
Como el peso del aumento internacional no podría ser compensado totalmente por la suba de los derechos de exportación, la aplicación de cupos es otra opción. Es decir, fijar un monto tope que podrá ser exportado o importado, ya sea máximo o dentro de un arancel-cupo.
"Los cupos serian una alternativa a la retenciones. llegado el caso , podría pensarse en establecer cupos para negociar alternativas, como sucedió con la carne y las exportaciones a China. El saldo de granos vigente excede mucho la capacidad de consumo, por lo que el instrumento sería solo parcial", apuntó Zeolla.
Por su parte, Pedro Salas, presidente de la Sociedad Rural de Córdoba, aseveró que una medida de esta naturaleza es "antiproductiva", pero admitió que elevar las retenciones "es para debatirlo punto a punto, y cada uno por separado". Siguiendo ese razonamiento, se explayó: "El maíz y el trigo son distintos a la soja o la carne. Hay que llegar a una cifra de retenciones genere un equilibrio entre renta y costo para toda la cadena y que logre parar aumentos en el costo de proyección".
Dudas sobre cómo subir las retenciones
Esta semana, la portavoz de Presidencia de la Nación, Gabriela Cerruti, reconoció que el gobierno nacional quiere subir retenciones para desanclar los precios locales frente al aumento de los insumos. Sin embargo, explicó que la medida no podrá llevarse adelante debido a que se necesita el apoyo de la oposición en el Congreso.
"Lo que dice el Presidente y lo que dicen los ministros es lo mismo: en este momento en que hay que desacoplar los precios internos de los internacionales, una de las herramientas que tenemos y que tal vez se podría implementar más rápidamente son las retenciones", indicó Cerruti en la conferencia de prensa que realiza todos los jueves en la Casa Rosada. Pero luego soltó que "el estilo con el que se gobierna hoy no es la pelea".
Del otro lado, Domínguez y el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, salieron a la escena pública para soslayar que la prioridad del país debe apuntar a incrementar la producción, descartando así la posibilidad de aplicar retenciones más elevadas. Las exportaciones de trigo y cebada podrían alcanzar el récord de U$S 6.500 millones en la campaña 2022/23, tras proyectarse una suba del 19,6% respecto a lo despachado en el ciclo anterior, según estimó la Bolsa de Comercio de Rosario.
Así, las exportaciones de los complejos de estos dos cultivos de invierno se incrementarían en U$S 1.065 millones por una mejora en los precios internacionales, ya que en cantidades, se prevé que los embarques sean menores por una menor producción esperada de trigo. Los ingresos fueron calculados en U$S 5.000 millones, que, si se toman en cuenta los despachos de harina, alcanzarían los U$S 5.200 millones.
Más allá de los contrapuntos internos habituales en el Frente de Todos, el Gobierno parece aprisionarse de lo que pueda disponer la mayoría opositora en el Congreso para elevar las retenciones. Sin embargo, hay vías opuestas que contemplan que los cambios puedan concretarse por decreto.
De hecho, el artículo 755 del Código Aduanero autoriza al Poder Ejecutivo a: “a) gravar con derecho de exportación la exportación para consumo de mercadería que no estuviere gravada con este tributo; b) desgravar del derecho de exportación la exportación para consumo de mercadería gravada con este tributo; y c) modificar el derecho de exportación establecido”.
Al respecto, Pedro Peretti, ex titular de la Federación Agraria Argentina, dialogó con este medio y enfatizó: "Hay que poner cupo y retenciones, porque si no los precios internacionales te arrastran hacia arriba. El artículo 4 de la Cosntitucion habla de la potestad del Ejecutivo para recaudar los derechos por exportación. Cristina (Kirchner) fue la primera presidenta que envió las retenciones al Congreso, antes siempre se subieron y bajaron por decreto".