Desacelera la inflación, pero sin reactivación: los límites que enfrenta la política de precios con efecto en la industria y el consumo

Además de los vaivenes externos, la gestión de la Libertad Avanza debe asumir las consecuencias de su programa cortoplacista: no poder avanzar en una etapa sostenida de reactivación económica sin afectar su objetivo de reducir el ritmo inflacionario.

12 de diciembre, 2024 | 23.14

El programa económico del gobierno de Javier Milei se sustenta no solo en la recesión de la economía argentina sino en una profunda redistribución regresiva del ingreso ya que, desde la mega devaluación de hace un año atrás, sumado al fuerte ajuste y la política cambiaria, se desencadenó una redefinición de precios relativos con un importante traslado de ingresos en favor de los grupos económicos más concentrados. Entre las consecuencias concretas sobre la actividad, la nueva estructura de precios juega en contra de la producción industrial, el empleo y los ingresos a la par que Argentina se transformó en pocos meses en el país más caro de la región (se necesitan más de 14 salarios mínimos solo para poder adquirir bienes y pagar servicios básicos). 

En tal coyuntura, pese a que el dato de inflación de noviembre volvió a mostrar un menor ritmo de suba mensual (+2,4%), un informe del centro CIFRA-CTA remarcó que “la desaceleración del ritmo inflacionario tiene en la recesión y en la estabilización del dólar una contribución decisiva”. En ese sentido, “la apreciación cambiaria con apertura comercial provoca cambios en la estructura de precios relativos en detrimento de los bienes (transables), que subieron los precios 5,5% menos que el IPC, y a favor de los servicios (no transables) que aumentaron 16,4% por encima. Un déjà vu de los noventa y la última dictadura militar”, agregaron. 

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Recesión y cambio en precios relativos 

El objetivo central de la política económica del gobierno nacional se focaliza en la desaceleración inflacionaria a partir, según el oficialismo, de la contracción de la oferta monetaria, la estabilización del dólar oficial, la apertura y desregulación económica. Sin embargo, un elemento central en el proceso de desinflación es la propia recesión económica y los bajos niveles de consumo.

Sobre esto último, el Producto Bruto Interno (PBI) cayó 0,1% anual acumulativo entre 2011 y 2024 en tanto que la contracción de los primeros nueve meses de este año fue de 3,1% respecto de 2023, por detrás de la pandemia de Covid-19 (9,9%) pero por arriba de caídas anteriores (la más alta había sido la de 2018: 2,6%).  Asimismo, el dato se agrava si se excluye al sector agropecuario (estuvo afectado en 2023 por la sequía histórica por lo que tuvo un gran crecimiento interanual) arrojando una caída del resto de la economía de 5,5% en los primeros meses del año, más del doble que la de 2018. A su vez, la recesión se concentró en la construcción, la industria y el comercio que cayeron 19,5%, 12,4% y 10,8%, de enero a septiembre. Según datos oficiales durante el gobierno de la Libertad Avanza se destruyeron 11.178 empresas, acompañadas de la pérdida de empleo formal (más de 200.000 puestos en total).

Este cuadro de situación evidencia, al mismo tiempo, que “la desaceleración del nivel de precios no solo se enfrenta con el obstáculo derivado de la fragilidad externa, sino también en el hecho de no poder avanzar en una fase sostenida de reactivación económica sin afectar–por el lado de la demanda y de las importaciones– el objetivo principal de reducir el ritmo inflacionario”, según advirtió un informe de CIFRA-CTA. 

De acuerdo con el centro de estudios, la política de precios del gobierno no solo se enfrenta con los problemas derivados del sector externo y los límites al crecimiento de la actividad y el consumo, sino también con que “el intento de reducir la inflación vía apreciación cambiaria y apertura provoca cambios en los precios relativos en detrimento de los sectores transables, expuestos a la competencia internacional”. 

De allí que se observe un profundo cambio entre los precios al consumidor de los bienes, que subieron 5,5% menos que el IPC general entre noviembre del año pasado y octubre de 2024, y los precios de los servicios que son en general no transables y elevaron sus precios al consumidor 16,4% por encima del IPC nivel general.  “Esta modificación de los precios relativos no se disocia de la mayor contracción de la actividad y del empleo en el sector productor de bienes, en especial de los de carácter industrial que tienen mayor representación en la canasta de consumo de los hogares”, explicaron los economistas Pablo Manzanelli y Leandro Amoretti.

Sobre la situación de las familias, el otro precio de la economía con un rezago “histórico” es el salario que sumó una contracción real (considerando la inflación) de 6,8% entre noviembre y septiembre de este año. Acumula desde noviembre 2015 una reducción de 29,5%. Dado los cambios en los precios relativos, el poder adquisitivo salarial para la compra de bienes tuvo una caída más reducida (-1,9%) respecto al de los servicios (-18,7%).

Como resultado, la participación de los trabajadores en el ingreso pasó de 46,4% en el primer semestre de 2023 a 43,9% en el mismo período de 2024 (caída de 2,3 puntos respecto al primer semestre de 2016). Como contrapartida, el excedente de explotación que se apropian los empresarios pasó de representar el 42,4% del valor agregado al 43,0% entre los primeros semestres del año pasado y el presente, ubicándose por encima del nivel de 2019 (41,9%) y del primer semestre de 2016 (40,2%). 

Una muestra de 15 empresas líderes da cuenta de la mejora significativa en su rentabilidad en 2024. Así, el promedio de las utilidades sobre ventas de esas empresas pasó de 9,6% a 21% entre los primeros tres trimestres de 2023 y 2024. 

Entre las empresas que más que duplicaron sus niveles de rentabilidad en 2024 se encuentran YPF, Tecpetrol, TGS, Richmond, Loma Negra, Arcor, Mirgor y Mastellone. Otras empresas que no duplicaron pero que mantuvieron tasas de utilidad elevadas fueron Aeropuertos Argentina 2000 (40,2%), Pampa Energía (36,3%) y Pan American Energy (19,9%).

Qué pasa con las reservas 

“Más extraordinario que el blanqueo es el hecho de que habiendo ingresado 23.321 millones de dólares en apenas dos meses (y que los depósitos hayan aumentado en casi 15.000 millones), las reservas no hayan aumentado significativamente”, subrayaron desde CIFRA. Según entienden “esto expone la fragilidad externa que tiene este ciclo de valorización financiera de corto plazo”. 

Los datos muestran que las reservas experimentaron una recuperación hasta junio (+7.509 millones en las reservas brutas y +10.807 en las líquidas) como resultado del ajuste en las importaciones y el atraso en su pago, que fue de 14.611 millones de dólares en los primeros siete meses de gobierno. Luego, “la caída de reservas en julio fue contemporánea al inicio del déficit de la cuenta corriente del balance cambiario y la suba del dólar financiero que marcó un punto de inflexión en la valorización financiera”, agregaron.

Lo anterior solo pudo ser morigerado por el ingreso extraordinario del blanqueo. Sin embargo, “las reservas brutas solo aumentaron 1.192 millones de dólares respecto a junio, en tanto que las líquidas cayeron significativamente (4.747 millones).

Finalmente, además de regularizar la deuda comercial con los importadores, un factor no menor que introducen los investigadores tiene que ver con que el propio blanqueo impulsó un fenómeno que ya mostraba signos de expansión: la emisión de obligaciones negociables del sector privado que “registra un aumento considerable no solo respecto a los años anteriores sino que, incluso, en relación al endeudamiento de Cambiemos”.