Como sucedió en 2015, el principal foco de atención sobre las propuestas económicas de la oposición se posa en las alternativas para estabilizar el mercado cambiario. Las propuestas de dolarización de Javier Milei o de bimonetarismo a la venezolana que pretende Patricia Bulrich son medidas pro mercados que sólo reducirán más el margen de acción de política económica y monetaria para responder a los problemas económicos que, de hecho, los empeoraría.
La experiencia de otros países que utilizaron esta herramienta --en el caso argentino la experiencia cercana más reciente fue la convertibilidad-- evidencia la dificultad de revertirse, a pesar de que el ideólogo principal de la dolarización, el economista Emilio Ocampo](UCEMA) sostenga que solo se aplicaría por un corto tiempo.
El precandidato Javier Milei (Libertad Avanza) anticipa una dolarización de toda la economía. El efecto inmediato, con arcas del Banco Central con escasas reservas, es una mega devaluación y pulverización de los ingresos en pesos. El traspaso de la base monetaria con el actual nivel de reservas implicaría llevar el tipo de cambio, de mínima, a 2280 pesos por divisa. Sin embargo, si se toma en cuenta deudas indexadas y otros activos nominados en moneda local, la conversión podría llegar a hacerse en casi 10.000 pesos.
Solo tomando en cuenta el “piso” de 2280 pesos por dólar, el salario medio se reduciría a una décima parte, pasado de un promedio de entre 360 y 450 dólares actuales (para ingreso medio de 80.000 y 100.000) a un rango entre 34 y 43 dólares.
Su competidora, cercana al anterior, Patricia Bulrich (PRO), busca moderar esa idea prometiendo un esquema formal de bimonetarismo, pero "buscando fortalecer la moneda local". En los hechos, esta medida implicará que el dólar vaya corriendo al peso cada vez más en sus funciones hasta reemplazarlo casi por completo. Es lo mismo que sucedió en Venezuela y derivó en una contracción económica muy fuerte, de 88,6 por ciento del PIB en seis años, desde noviembre 2014 hasta agosto del 2020. A comienzos de marzo el salario base de los trabajadores es equivalente a 29 dólares. Los cálculos derivados de una dolarización para la Argentina anticipan un salario equivalente tras una dolarización.
Antecedentes cercanos
El antecedente más cercano que tuvo la Argentina a una dolarización clásica como la que detentan Panamá, El Salvador, Ecuador, Montenegro, Palaus, Kosovo, Islas Marshall, Estados Federados de Micronesia y Timor Oriental fue la convertibilidad. En la región, las experiencias de alta dolarización de Brasil y Chile pueden destacarse por el uso de mecanismos de indexación para sostener la función de reserva de valor de la moneda nacional durante contextos inflacionarios, aunque se necesita impulsar el desarrollo de mercados que operen con instrumentos indexados.
"Sin embargo, estas experiencias también muestran que, para recuperar todas las funciones del dinero, es preciso bajar la inflación; y, para ello, es ideal desindexar la economía, en particular los salarios y el tipo de cambio", sostiene el documento realizado por los investigadores Emiliano Libman, Juan Martín Ianni y Guido Zack para el centro Fundar.
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Otros países dolarizados de América Latina, como El Salvador, Panamá y Ecuador, presentan tasas de inflación más bajas que los países de Centroamérica con moneda propia, aunque eso no implica que no estén sintiendo los efectos de los aumentos de precios observados a nivel global. Esto sucede especialmente en contextos de suba de precios globales como el actual, con lo cual se adopta una moneda que tiene su pérdida de poder adquisitivo propia en una economía con altos niveles estructurales de inflación.
En contraste con la idea de una abrupta baja de la inflación, las situaciones de Panamá y El Salvador, ambos dolarizados, evidencian, como resultado de un gasto fiscal en el frente de alimentos, los subsidios al transporte y al gas, un fuerte impacto inflacionario. Hace dos años estos países venían con una medida de control de precios sobre los alimentos y se iba renovando cada seis meses. Cuando fueron liberando los productos que estaban bajo control, éstos empezaron a incrementar sus precios.
"En los países dolarizados, el rubro de alimentos destaca como el más encarecido. Para los salvadoreños el costo ha aumentado un 14,5 por ciento; para los ecuatorianos, 5,93 por ciento y para los panameños, 5,1 por ciento", detalla un informe de la agencia especializada Bloomberg.
Experiencias regionales
América Latina ha tenido una variada gama de economías, en mayor o menor medida, dolarizadas. Algunas revirtieron, al menos parcialmente, el proceso. El relevamiento de Fundar destaca a grandes rasgos entre países donde el bimonetarismo fue un fenómeno acotado gracias a la presencia de mecanismos de indexación de contratos (Brasil y Chile); países en los que, aún estabilizada la economía, el sistema financiero siguió exhibiendo un elevado grado de dolarización (Bolivia, Perú y Uruguay) y países que adoptaron formalmente el dólar sin una crisis previa (Panamá y El Salvador) y tras una crisis (Ecuador).
En Panamá, el dólar es la moneda de curso legal desde 1904. La adopción del dólar obedeció más a razones políticas e históricas (en dicho año Estados Unidos tomó el control del canal de Panamá), que a una deliberada decisión de escoger el mejor régimen cambiario. Al igual que en El Salvador, la dolarización se adoptó en ausencia de una crisis previa.
"Ambos países cuentan con condiciones que tornan más factible el sostenimiento de la dolarización. Entre ellas, elevados grados de integración de los mercados de trabajo y de capitales con los de Estados Unidos –que facilitan la emigración ante eventos externos negativos–. En Panamá, se trata de una guarida off-shore y cuenta con Colón, la segunda zona franca más grande del mundo (luego de la de Hong Kong)", señala el informe.
A diferencia de los casos de El Salvador y Panamá, Ecuador optó por la dolarización en un contexto de crisis. Cuando lo hizo, a comienzos de 2000, la economía venía sufriendo los clásicos problemas de un país que tiene su comercio exterior concentrado en unas pocas materias primeras (bananas, camarones y petróleo, en este caso). Además, la economía ecuatoriana estuvo y está expuesta a eventos climáticos muy adversos; tales como “el fenómeno del Niño”, que afectó severamente a la economía hacia fines de la década de 1990 y que perjudicó aún más a una macroeconomía afectada por los desequilibrios fiscales y externos originados por el conflicto bélico con Perú.
Panamá y El Salvador tienen condiciones favorables para adoptar al dólar como moneda, dado su alta integración con la economía de Estados Unidos. Ambos tienen economías abiertas, concentran buena parte de su intercambio con Estados Unidos y tienen sus ciclos económicos altamente sincronizados, aunque con evidentes asimetrías. En El Salvador, la principal razón para adoptar la dolarización quizás sea la existencia de un significativo número de migrantes (entre el 20 y el 25 por ciento de la población nativa vive en Estados Unidos) que envían remesas con regularidad.
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En el caso de Ecuador, ante un contexto internacional más adverso y frente a la imposibilidad de financiar el déficit fiscal con financiamiento monetario, la deuda pública comenzó a crecer en 2011, hasta que Ecuador tuvo que reestructurarla en 2020 (la deuda representaba 51,8 por ciento del PBI), e incluso solicitó un programa con el FMI. La experiencia ecuatoriana ilustra, en suma, cómo la dolarización contribuye a que una economía se desempeñe de manera procíclica (positiva y negativa), acompañando (y amplificando) el ciclo económico internacional.
"Cabe preguntarse, entonces, qué sentido tiene dolarizar: en ausencia de condiciones adecuadas no previene un manejo desbalanceado de la política económica, mientras que en un entorno propicio no es la mejor opción", señalan los autores.
El rol de la indexación
Para hacer de la dolarización un esquema temporal, Brasil y Chile fomentaron el uso de instrumentos que se actualizan en función de algún índice de precios. Ello permite que la moneda local conserve buena parte de sus funciones, algo que no está en los planes de esquema bimonetario de Bullrich. En resumen, el programa antiinflacionario consistió en indexar los precios claves de la economía para alinearlos y hacerlos sostenibles en el tiempo. Logrado este primer objetivo, el siguiente paso fue desindexarlos: introducida la nueva moneda, todos los contratos y precios se convirtieron en reales.
La contracara fueron los programas de desdolarización con estabilización y sin indexación, como los de las economía de Bolivia, Perú y Uruguay. Las economías de Bolivia y Perú sufrieron hiperinflaciones durante la década de 1980 y luego alcanzaron la estabilidad de precios sin adoptar formalmente la dolarización, a pesar de haber tenido economías con un elevado grado de dolarización real y financiera.
Hasta hace no mucho tiempo Bolivia era uno de los países con mayor grado de dolarización financiera del mundo. En la actualidad, es uno de los países en donde más se ha avanzado en materia de desdolarización. El resultado fue la baja de la inflación y la apreciación de la moneda doméstica en términos reales.
La economía de Perú, por su parte, experimentó un proceso de dolarización de facto debido a un entorno macroeconómico inestable. Los ejes del programa incluyeron la unificación cambiaria (a un tipo de cambio muy elevado y con la eliminación de restricciones cambiarias y paraarancelarias), un fuerte ajuste fiscal y la adopción de una restrictiva meta de agregados monetarios.
Uruguay también es parte del conjunto de países que, tras las crisis de fines de 1990, incorporó esquemas de mayor flexibilidad cambiaria. Lo hizo a través de la acumulación de significativas cantidades de reservas internacionales y el sostenimiento de una inflación relativamente estable.
"Lo que diferencia este caso de los anteriores es que todavía no derrotó por completo la inflación. Ello sucede, en parte, porque persisten algunos esquemas de indexación de salarios, partidas sociales y contratos financieros. Como consecuencia, Uruguay no pudo constituir una moneda nacional lo suficientemente atractiva como para ir disminuyendo la importancia del dólar", señala el informe de Fundar.
Desde entonces, las autoridades implementaron políticas para fomentar la desdolarización, fundamentalmente mediante la adopción de un esquema de seguro de depósitos que distingue por tipo de monedas y un mayor grado de flexibilidad cambiaria. Si bien el progreso fue lento y Uruguay sigue siendo una de las economías con mayor grado de dolarización financiera en el mundo, redujo los riesgos asociados a la dolarización y mejoró los mecanismos de transmisión de la política monetaria.
Estado de situación
Durante las últimas décadas, la moneda en Argentina tuvo un desempeño muy pobre. Si bien el peso funciona, en buena medida, como medio de pago, su función como unidad de cuenta y, especialmente, como reserva de valor están deterioradas. "Con respecto a su función como medio de pago, la sustitución de la moneda parece ser un fenómeno acotado", agrega el documento escrito por Libman, Ianni y Zack.
La dolarización real de la economía argentina se manifestó, en mayor medida, en la función de unidad de cuenta. Este fenómeno se evidencia en el grado de traslado a precios de una variación en el tipo de cambio.
Específicamente, en Argentina, el cociente entre los depósitos denominados en moneda extranjera sobre el total asciende a 13 por ciento. Ello representa niveles inferiores al promedio de la región, e incluso por debajo del pico histórico del 63-64 por ciento, previo a la “pesificación asimétrica” de inicios de 2002.
No obstante, según la Posición de Inversión Internacional (INDEC, 2022), durante el primer trimestre de 2022 la sociedad argentina poseía un total de activos externos de 423.444 millones de dólares (85 por ciento del PBI). De este total, 243.511 millones de dólares son en efectivo (casi 50 por ciento del PBI), según cifras oficiales.
El peso del crédito en dólares también creció ininterrumpidamente desde 2007 como porcentaje del total. Esto no se debió a un incremento nominal del segmento en moneda extranjera, sino a una caída del segmento en moneda local y una tendencia ascendente del tipo de cambio real. "Si bien su peso es elevado, el porcentaje está limitado por la regulación bancaria, que impide el otorgamiento de préstamos en dólares a quien no tenga ingresos en moneda extranjera", señala el informe. Esta situación, a su vez, desincentiva la captación de depósitos por parte de los bancos.
La dolarización de los depósitos a plazo y el crédito en Argentina contrasta con el progreso en dirección opuesta de Bolivia y Perú y, en menor medida, de Uruguay.