En momentos de alta turbulencia económica y financiera, las recetas de los supuestos gurúes comienzan a reverdecer. Y entre esos nuevos brotes reapareció la propuesta –aunque en algunos think tank nunca desapareció—de dolarizar completamente la economía. La cabeza política de esa idea fueron quienes hoy se presentan como precandidatos presidenciales Javier Milei y Patricia Bullrich, mientras que desde lo “teórico” la continúan defendiendo economistas como Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky (ambos de UCEMA), aunque muchos analistas hoy ya descartan la iniciativa que otrora respaldaron por un simple hecho: no hay reservas para realizar la conversión.
El traspaso de la base monetaria con el actual nivel de divisas en las arcas del Banco Central implicaría llevar el tipo de cambio, de mínima, a 2280 pesos por divisa. Sin embargo, si se toma en cuenta deudas indexadas y otros activos nominados en moneda local, la conversión podría llegar a hacerse en casi 10.000 pesos. Solo tomando en cuenta el “piso” de 2280 pesos por dólar, el salario medio se reduciría a una décima parte, pasado de un promedio de entre 360 y 450 dólares actuales (para ingreso medio de 80.000 y 100.000) a un rango entre 34 y 43 dólares.
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“¿No le gustaría cobrar en dólares?”, consulta un movilero a un transeúnte que previamente le había dicho que no sabía bien cuáles eran las implicancias de la propuesta de un sector de la oposición de dolarizar la economía. La pregunta no tiene sentido. Nadie, en un contexto en que el peso perdió respaldo y, sobre todo, credibilidad, contestaría negativamente a recibir sus ingresos en “moneda dura”. Pero la pregunta debería completarse con cuál es el mínimo de dólares dispuesto a recibir. La experiencia más cercana que tuvo la Argentina a una dolarización clásica como la que detentan Panamá, El Salvador, Ecuador, Montenegro, Palaus, Kosovo, Islas Marshall, Estados Federados de Micronesia y Timor Oriental fue la convertibilidad.
La previa de Cavallo
El sistema de atar el tipo de cambio a una paridad de “uno a uno” con el dólar tuvo graves efectos sobre el nivel de actividad, con inestabilidad financieras, del sector externo y altos niveles de endeudamiento para mantener la convertibilidad. También modificó la estructura de precios relativos y el funcionamiento del sistema bancario.
“Tanto la convertibilidad en Argentina como la dolarización en Ecuador van más allá, al establecer rígidas políticas monetarias en un caso, y renunciar a emitir la propia moneda, en el segundo. Los efectos económicos de estos regímenes de “hard peg” (ancla inflacionaria) no se limitan al ámbito de la inflación, sino que tienen importantes consecuencias sobre el funcionamiento de la economía en el mediano y largo plazo”, señala un documento de la Cepal que analiza cuáles fueron los efectos de la convertibilidad en Argentina.
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La convertibilidad y la dolarización se diferencian de otros regímenes de tipo de cambio fijo al imponer reglas rígidas a la emisión monetaria. Con la convertibilidad, la base monetaria no puede superar el monto de las reservas internacionales (al tipo de cambio establecido por una ley). En el caso de la dolarización, se prohíbe directamente la emisión de la moneda nacional. Si bien este esquema no le quita al Banco Central su responsabilidad de reglamentar al sistema bancario, limita los instrumentos con que dispone. De hecho, la liquidez de la economía pasa a depender, esencialmente, de la entrada de divisas.
La convertibilidad también retrajo los salarios y desmanteló la matriz productiva. “Esta situación ha generado problemas de competitividad, que se manifiestan en una insuficiente expansión de las exportaciones manufactureras, y una muy elevada elasticidad-ingreso de las importaciones. De hecho, ante un incremento de la demanda interna, tienden a aumenta mucho más que en el pasado las importaciones de bienes de uso final y de insumos (ha disminuido la participación de componentes nacionales en las manufacturas)”, señala el informe de Cepal. Esto explica que la propuesta cuenta con escaso apoyo del empresariado nacional.
No es por ahí
El sistema financiero argentino es bimonetario, donde el peso es utilizado con fines transaccionales y el dólar como reserva de valor. Este bimonetarismo plantea desafíos para el diseño de las políticas públicas, dado que limita la efectividad de la política fiscal, monetaria y cambiaria, restringe el desarrollo del mercado de capitales doméstico y genera una demanda de dólares adicional a la necesaria para producir y consumir. En consecuencia, el crecimiento es más lento y los ciclos económicos son más pronunciados.
La respuesta de dirigentes como Bullrich y Milei es dolarizar la economía, con lo cual todas las funciones de la moneda las ejercería el dólar (medio de pago, de cuenta y reservas de valor).
“La dolarización limita la capacidad de las autoridades de implementar de forma efectiva una política macroeconómica consistente con la estabilidad. En ese sentido, la política cambiaria puede influir sobre la cotización del tipo de cambio y hacerlo fluctuar con mayor o menor facilidad. En teoría, un sistema flexible permitiría que los movimientos del tipo de cambio real amortigüen los efectos disruptivos del contexto internacional. Por ejemplo, un aumento de los precios de exportación de una economía puede estimular la inflación”, advierte un informe de Fundar.
El documento de la fundación, en cambio, detalla las alternativas para mejorar que el peso recupere funciones. “Es imperioso que el uso de la moneda extranjera esté poco difundido”, detalla el informe.
Aún en un escenario optimista, atar los ciclos económicos en presencia de baja integración de los mercados de factores y en ausencia de flexibilidad cambiaria, el ajuste del sector externo debería efectuarse mediante un proceso deflacionario (es decir, una caída de precios y salarios). Ello sumerge a la economía en una larga y profunda recesión.
Siempre los salarios
Más allá de los problemas que, desde lo teórico se puedan plantear, el primero y principal es la cantidad de reservas internacionales con las que inicialmente se dispone define los primeros pasos. Esto define “cuántos dólares se necesita para dolarizar” o “a qué tipo de cambio se adoptaría la dolarización”. Ambas formas están ligadas entre sí: a mayor cantidad de reservas internacionales, menor es el tipo de cambio de conversión. “En el extremo, podría dolarizarse sin tener prácticamente dólares, pero los pesos en circulación deberían canjearse a un tipo de cambio elevado en exceso, reduciendo así el poder de compra de los contratos en pesos y los ingresos de buena parte de la población”, señala Fundar.
Dado que la dolarización implica reemplazar los billetes y monedas en circulación y redenominar los contratos de la economía, es preciso realizar dos operaciones: un canje “físico” de pesos por dólares y un reemplazo de asientos contables. El tipo de cambio para ese canje resulta de dividir la base monetaria por las reservas de libre disponibilidad en poder del Banco Central. Por ejemplo, si la cantidad total de dinero de una economía es 10.000 pesos –pero solo 2000 pesos existen en la forma de billetes y monedas– y el Banco Central tiene 200 dólares plausibles de ser canjeados, la dolarización puede arrancar con un tipo de cambio de 10 pesos por dólar.
A marzo de 2023, las reservas netas del BCRA eran cerca de 2300 millones de dólares. Con eso, si se quisiera reemplazar únicamente la base monetaria (5,2 billones de pesos), el tipo de cambio de conversión sería alrededor de 2280 pesos por dólar. Sin embargo, los depósitos de la sociedad argentina tienen como contrapartida los pasivos remunerados del Banco Central. Entonces, si además de la base monetaria se quisiera convertir estos pasivos (11 billones de pesos), el tipo de cambio de conversión ascendería a aproximadamente 7070 pesos por dólar.
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“Otra manera de ver este problema es a partir de la cantidad de dólares disponibles. Incluso en un escenario que podría considerarse optimista, donde las reservas netas alcanzan los 14.000 millones de dólares, el tipo de cambio de conversión mínimo (reemplazando solo la base monetaria) se situaría en torno a los 342 pesos por dólar, un nivel similar a la cotización en los mercados paralelos a enero del 2023. Para dolarizar la economía a ese mismo tipo de cambio, pero respaldando también los pasivos remunerados, sería preciso contar con 43.000 millones de dólares de reservas neta”, señala Fundar.
Un informe de la consultora 1816 analizó la viabilidad de la propuesta y precisó a qué tipo de cambio podría darse el traspaso en las condiciones actuales. El trabajo inicia el análisis tomando una base monetaria de 5,4 billones, que al tipo de cambio actual del contado con liquidación (dólares financieros), equivalen a 13.500 millones de dólares. A continuación, calculan que existen apenas 1800 millones de reservas netas, por lo que el Banco Central necesitaría otros 11.700 millones de dólares para poder rescatar la base.
“El número no es gigante: el inconveniente es que el pasivo del BCRA no es solo la base, sino también las Leliq/pases, que son 12,5 billones de pesos”, señalan desde la consultora. Ante ese panorama, calculan que “para recomprar la base y Leliq se necesitan 44.750 millones de dólares”, cifra similar al préstamo de que recibió el país del FMI en 2018. “Usando solo las reservas netas, el tipo de cambio de conversión para rescatar el pasivo del BCRA es 9944 pesos″, explican. Dicha cifra surge de dividir los 17,9 billones de la base monetaria y el stock de pasivos remunerados por los 1800 millones de dólares de reservas netas que calculan que tiene el BCRA.
Todo pérdida
La experiencia es que, además del cimbronazo inicial, los efectos de mediano y largo plazo tampoco son los más buscados. Ni la dolarización ni un régimen de tipo de cambio fijo eliminan la posibilidad de incurrir en déficits fiscales y en procesos de endeudamiento insostenibles.
“En América latina es frecuente que los mercados internacionales se muestren dispuestos a financiar a los países en momentos de elevados precios de las materias primas que exportan y que, a su vez, posibilitan un período de crecimiento económico y de mayores recursos fiscales. Pero una vez que los precios revierten la tendencia, el crecimiento y los ingresos fiscales se resienten, los mercados se cierran y la economía, muchas veces, se encuentra sin recursos para respetar los contratos”, señalan desde Fundar.
La lista completa de países que tienen al dólar como moneda es la siguiente: Panamá, El Salvador, Ecuador, Montenegro, Palaus, Kosovo, Islas Marshall, Estados Federados de Micronesia y Timor Oriental. Se trata de Estados de poca extensión territorial y baja población, algunos no del todo soberanos. A su vez, no aparece ninguna economía avanzada o de gravitación en la economía global.
Las condiciones iniciales para una dolarización no son muy diferentes a las necesarias para encarar un proceso de reconstrucción de la moneda propia. “En ese sentido, ¿por qué se elegiría el camino que limita las posibilidades de desarrollo?”, interroga el documento de la fundación Fundar. Existen en la región experiencias positivas de generar un marco de políticas contra-cíclicas sin eliminar la moneda nacional.