El proceso de primarización de la economía empieza a dejar su huella en el saldo comercial que, pese al superávit, muestra cómo los productos que vende el país al mundo son cada vez menos elaborados y de menor precio mientras se desploman las importaciones de bienes de capital necesarias para modernizar la economía, tanto los sectores de servicios como industriales.
El saldo positivo de la balanza comercial fue en el primer cuatrimestre de US$ 6.157 millones, pero por la primarización y caída de precios que afectó más a los bienes que exporta el país que a los que importa, se perdieron en cuatro meses US$ 614 millones.
El Indec estimó que si hubiesen prevalecido en el cuatrimestre los precios de igual período de 2023, el saldo comercial habría experimentado un superávit de US$ 7.171 millones. “Bajo este supuesto, y ante el mayor descenso del Índice de precios de las exportaciones (-8,3%), comparado con el Índice de precios de las importaciones (-6,1%), el país registró una pérdida en los términos del intercambio de 614 millones de dólares”, concluyó.
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Los números del primer cuatrimestre del comercio exterior muestran un crecimiento de 36,3% en la facturación de los productos primarios, que reflejan un incremento de las cantidades de 49,6% mientras los precios de esos commodities cayeron 8,9%.
También las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), básicamente el aceite de soja y los restos de su procesamiento, que representan la mínima industrialización posible, muestran esa tendencia: la facturación creció 7,6% como promedio de una caída de 15,4% en los precios con un incremento de las cantidades de 27,2%.
El desplome de las importaciones, que permitió acumular el saldo positivo, muestra dos efectos: el primero tiene que ver con la caída de la inversión y producción y el segundo con la puesta en operaciones del gasoducto Néstor Kirchner a mitad del año pasado.
En forma global, se gastó en importaciones del cuatrimestre 23,8% menos que en el mismo período del año pasado, producto de la caída de 15,5% en el ingreso de Bienes de Capital (donde no se registró variación de precios), mostrando la decisión de las empresas de suspender el proceso de inversión y modernización.
La utilización de la capacidad instalada en la industria se ubicó en marzo, último dato disponible, en 53,4%, y la mitad de los industriales (el 49,5%, según el Indec) esperaba que continúe.
Con la mitad del parque industrial paralizado, en una recesión económica (la venta de supermercados cayó en marzo 9,3% interanual y en los centros de compras el retroceso fue de 11,3%), y mientras el Congreso debate un proyecto de ley oficial que otorga ventajas inusuales a las inversiones, no hay ningún incentivo para que los empresarios inviertan en Argentina.
La caída de consumo se vio reflejada en la menor importación de Bienes Intermedios, que son los que utiliza la industria en sus procesos. La caída en volumen fue de 6,8%, pero como los precios cayeron 25,8% el retroceso de la facturación fue de 21,5%.
El otro factor que incidió positivamente en la balanza comercial fue la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner que permitió aumentar las exportaciones y disminuir las importaciones.
Las ventas externas de Combustibles y Energía crecieron 21,2% en facturación, por un incremento de 25,7% en los volúmenes con una caída de -3,5% en los precios. Las importaciones de Combustibles y Lubricantes se desplomó 65%, prácticamente solo por el efecto de cantidades, ya que los precios disminuyeron 0,6%.
Este efecto benévolo sobre el comercio exterior encontró un punto de quiebre en mayo, cuando la ola polar que cubrió el país expuso las consecuencias negativas de paralizar indiscriminadamente las obras públicas solo con el objeto de mostrar superávit en las cuentas fiscales.
La orden de paralizar las obras compresoras secundarias del gasoducto que estaban en marcha impidió duplicar la capacidad de transporte, de los 11 millones de metros cúbicos diarios actuales a 22 millones de metros cúbicos diarios, reveló el portal Econojournal.
El Gobierno mantiene una deuda de US$ 40 millones con las constructoras Sacde y Contreras, que paralizaron las obras que ya no estarán concluidas para este invierno lo que obligará a importar gas licuado por valor de US$ 500 millones.
Mientras se desarrolla el proceso de compra del gas, además de la pérdida de divisas habrá una caída extra en la actividad económica ya que se obligó a cortar el gas a las industrias para mantener el abastecimiento de los hogares.
Probablemente, en las estimaciones del ministro de Economía, Luis Caputo, se iba a necesitar menos gas para este año, por un incremento de las tarifas que desaliente el consumo de los hogares y una recesión que paraliza la actividad industrial.
Pero la necesidad de mostrar que la inflación va cediendo postergó el ajuste tarifario y lo obligará a gastar diez veces más que el costo de las obras para que no se corte el gas a los hogares, algo que nunca antes sucedió.