Para unificar el tipo de cambio recomiendan revisar esquema de retenciones

Un informe de la organización Fundar establece que la alternativa al desdoblamiento es establecer un único tipo de cambio compensado con un incremento de los impuestos a las exportaciones.

08 de agosto, 2023 | 00.05

Tanto el oficialismo como buena parte de los candidatos opositores buscan llegar a algún tipo de unificación cambiaria luego de las elecciones presidenciales con el objetivo de reducir la brecha cambiaria y sus efectos inflacionarios. Las alternativas pueden involucrar mayor cantidad de regulaciones sobre los dólares financieros, desdoblar o subir directamente el piso a partir de una flexibilización total del mercado cambiario. Un informe privado establece que la alternativa a un desdoblamiento cambiario -que puede estimular el arbitraje de precios para obtener una ganancia especulativa- es establecer un único tipo de cambio.

La opción que promueve el documento es establecer un precio presumiblemente cercano a  las cotizaciones paralelas, compensado con un aumento de los impuestos a las exportaciones tanto en términos de las alícuotas como de los productos y sectores alcanzados. “En muchos puntos (funciones de los precios), un desdoblamiento puede ser replicado a través de retenciones. Por ejemplo,  para una empresa que exporta al tipo de cambio bajo no es muy diferente a hacerlo al alto, pagando retenciones por un porcentaje equivalente a la brecha”, detalló un informe sobre de la organización Fundar sobre una eventual transición del mercado de cambiario hacia la unificación.

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La diferencia entre un desdoblamiento formal es que las retenciones introducen un diferencial que, al menos en principio, es fijo y determinado por el sector público. El desafío principal de este esquema es establecer el nivel de retenciones de cada sector o producto.

El esquema debe considerar que todos los restantes flujos de comercio y financieros se llevarían a cabo a un único tipo de cambio efectivo. El riesgo, en caso de un nivel demasiado elevado de retenciones puede generar una situación de insolvencia por tener que exportar a un tipo de cambio efectivo más bajo que el pago  de importaciones, intereses y capital de las deudas, y, eventualmente, remisión de utilidades. Para evitar esto, la suba de retenciones debería ser menor al aumento del tipo de cambio oficial.

“Las retenciones son una herramienta que se encuentra politizada. Su implementación no es para nada sencilla en términos políticos, más aun teniendo en cuenta que su modificación tiene que pasar necesariamente por el Congreso”, señaló el informe de Fundar. La clara ventaja de esta alternativa es que se eliminan los efectos distorsivos que genera la existencia de más de un precio para un mismo activo. Si se cumple con los objetivos de moderar el efecto inflacionario de la devaluación y generar un excedente de dólares acumulable bajo la forma de reservas, entonces las expectativas de devaluación deberían disiparse al reducir los desincentivos a la oferta transable local.

El régimen cambiario actual e intermedios

El actual régimen cambiario no cumple los diferentes objetivos que podrían esperarse: no amortigua shocks internacionales, no fomenta la oferta transable local vía ganancias de competitividad y no está siendo útil como ancla inflacionaria ni de mejora de la distribución del ingreso. “Dada la constante pérdida de reservas internacionales del BCRA, es evidente que también es insostenible. Es por eso que se hace necesaria una reforma del actual régimen cambiario para llevarlo a una unificación”, destaca el documento realizado por los investigadores Pablo de la Vega, Emiliano Libman y Guido Zack. No obstante, unificar de manera inmediata y sin políticas que compensen sus efectos puede llevar el tipo de cambio a un nivel extremadamente elevado, incluso más alto que el necesario para una estabilización, y desatar una espiral inflacionaria muy peligrosa.

El precio del dólar también tiene impactos considerables sobre otras cuestiones clave, como el empleo, la inflación, la distribución del ingreso y la pobreza. Según pudo saber El Destape, en el Banco Central descartan por el momento un desdoblamiento formal entre los dólares comerciales y financieros y, más aún, ir hacia una unificación sin generar una fuerte devaluación y una consecuente mayor escalada en los precios.

La principal encerrona radica en la falta de dólares, que se intensificó con la sequía que afecta al principal aportante de divisas a la economía: el agro. Se estima que este año habrá una reducción de la liquidación del sector de más de 20.000 millones de dólares. A esto se suma una inflación de tres dígitos, que podría dispararse si se busca acercar el tipo de cambio oficial a lo que el mercado mueve a través de los canales financieros, como el contado con liquidación, donde ya opera por encima de los 500 pesos.

Los regímenes intermedios incluyen una gran variedad de sistemas, entre los que se encuentran los tipos de cambio ajustables (fijos, pero con la posibilidad explícita de que la autoridad modifique el valor para fijarlo nuevamente), reptantes (ajustables, con variaciones predeterminadas o definidas a partir de alguna variable), flotaciones entre bandas (flexible, mientras no perfore o supere determinadas bandas predeterminadas) o flotación sucia (flexible, pero el Banco Central se reserva la posibilidad de intervenir cuando lo crea conveniente).

Antecedentes de unificación e inflación

Durante el esquema de convertibilidad la inflación se mantuvo baja, pero la economía quedó muy expuesta a las condiciones financieras globales. Tras la crisis de Brasil (1999), el principal socio comercial de la Argentina, la reversión de los flujos de capitales tornó insostenible el esquema. “La combinación de desequilibrios externos derivó en la crisis del 2001, el default de la deuda pública, el corralito y el abandono de la convertibilidad y del tipo de cambio fijo”, señaló el informe.

La fuerte devaluación de la moneda que implicó la salida de la convertibilidad hacia 2002 dejó como resultado un régimen de tipo de cambio alto (parcialmente compensado con retenciones) que las autoridades sostuvieron a partir de la intervención compradora del BCRA. El objetivo era múltiple. Por un lado, recomponer la situación de reservas internacionales; por otro lado, mantener un nivel de competitividad elevado, en un contexto en el que la inflación volvió a situarse en niveles bajos luego del fogonazo inicial.

El conflicto entre el Gobierno y el campo en 2008 por el intento de establecer un esquema de retenciones móviles a las exportaciones agrícolas en un contexto de precios internacionales muy elevados fue la primera señal de apreciación real de la moneda. Pero la crisis internacional que se desató hacia finales del mismo año provocó una reacción al alza en el tipo de cambio nominal y a la baja en la inflación, lo que dejó un tipo de cambio real nuevamente en niveles competitivos.

“En 2011, luego de las elecciones presidenciales, el Gobierno reelecto se inclinó por esta última opción e implementó el cepo. Esta medida provocó el surgimiento de los tipos de cambio paralelos y, si bien disminuyó el drenaje de reservas, no lo frenó del todo en un contexto en el que la inflación se había establecido en torno al 25 por ciento anual, con un ancla cambiaria que favoreció la apreciación de la moneda en términos reales”, de acuerdo con el informe de Fundar.

El episodio devaluatorio en enero de 2014 aceleró los precios, para volver a la apreciación real e inflación en torno al 25 por ciento en el año siguiente. A finales de 2015, el macrismo tomó la decisión de levantar las restricciones a la libre movilidad de capitales, lo que implicó un fuerte aumento del tipo de cambio oficial para unificarse con los paralelos. La inflación se aceleró nuevamente a valores cercanos al 40 por ciento, pero, endeudamiento externo mediante (que, posteriormente, se evidenció insostenible), se pudo volver a hacer uso del tipo de cambio como ancla nominal.

Este proceso duró hasta abril de 2018 cuando se produjo una nueva corrida y se inició un período de un año y medio en el que el tipo de cambio sufrió varios saltos que triplicaron su valor nominal. Los precios sintieron el impacto y la inflación llegó a valores superiores al 50 por ciento anual.

“Durante los últimos cuatro años (2019-2023), a medida que la situación de reservas internacionales del  BCRA se hacía más crítica, se fue tornando cada vez más complejo el esquema de restricciones cambiarias, en un contexto que incluyó la renegociación de la deuda con los bonistas privados y el acuerdo con el FMI (…). Las presiones cambiarias e inflacionarias adicionales fueron respondidas con un endurecimiento de las restricciones para acceder al mercado de cambios y con una intervención, tanto del oficial como de los paralelos”, señala el informe. La complejidad del marco normativo provocó la aparición de una gran cantidad de tipos de cambio.

El actual esquema cambiario opera de facto como un desdoblamiento opaco con un segmento comercial fuertemente intervenido y otro segmento financiero “libre”, en donde las autoridades intervinieron de forma poco transparente con instrumentos como la compra y venta de títulos públicos en el segmento MEP y CCL.

En el horizonte, debería figurar el establecimiento de un  régimen de flotación sucia o administrada con una mayor movilidad de capitales, lo que no implica la ausencia total y absoluta de regulaciones relacionadas con la compra y venta de activos en moneda extranjera”, concluye el documento. La flotación de la moneda permitiría reaccionar frente a diferentes contextos internacionales y shocks, pero con la posibilidad de intervenir en el mercado en caso de situaciones de apreciación que limiten la competitividad o depreciación que ponga en riesgo una eventual estabilización de la economía.