El mercado prevé una cosecha de granos austera en dólares y recaudación para el año próximo. Las cifras del sector reconocen incluso que del potencial de ingresos tributarios por el nivel de exportación de granos declarado este año el complejo agropecuario adeuda aún pagar el 30 por ciento. En resumen, el agro no es ni será puntal financiero del Gobierno. Todavía no se inició el debate presupuestario –y tal vez no comience nunca— y las proyecciones del equipo económico de La Libertad Avanza ya quedaron subestimadas.
El Presupuesto presentado por el Gobierno prevé un aumento de 9 por ciento en las exportaciones y de 37,6 por ciento (en términos nominales) de la recaudación. Pero un informe de la Bolsa de Cereales, por la caída en los precios internacionales la exportación de granos será casi similar a la de este año, que ya es históricamente baja; mientras en el sector insisten en la exigencia de una baja de retenciones.
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El principal aportante de divisas y recursos tributarios no estará a la altura de las pretensiones oficiales. De acuerdo con las estimaciones del mercado, el sector agrícola generaría 30.568 millones de dólares en exportaciones en la campaña 2024/25, apenas 292 millones más que el ciclo previo, cuya cifra estimada es de 30.276 millones. “De este total proyectado para la campaña 2023/24, aún restarían exportarse (retenido en silobolsas) 7.782 millones de dólares”, señala la entidad bursátil.
En cuanto a los cultivos de fina, trigo y cebada generarían en conjunto aproximadamente 3.590 millones de dólares en el ciclo 24/25, marcando un incremento de 440 millones respecto al ciclo anterior. La cosecha de trigo muestra un avance del 38,7 por ciento, con un adelanto interanual de 2,7 puntos porcentuales, mientras que la cebada registra un progreso del 4,7 por ciento.
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En términos de recaudación fiscal a través de derechos de exportación, se proyecta que el sector agrícola generaría 7.370 millones de dólares durante el ciclo 2024/25, lo que representa un incremento del 2 por ciento en comparación con el ciclo previo. Para el ciclo 2023/24, aún en desarrollo, se estima una recaudación total de aproximadamente 7.200 millones de dólares, de los cuales ya se han pagado cerca de 5.000 millones.
Mal augurio
“La campaña 2024/25 enfrenta importantes desafíos productivos y económicos en un contexto global marcado por cosechas récord en Brasil y buenos niveles de producción en Estados Unidos, que han presionado los precios internacionales de la soja y el maíz a mínimos históricos. Esto ha ejercido presión sobre los precios internacionales de maíz y soja, que alcanzaron mínimos nominales en cuatro años y, ajustados por inflación, niveles no vistos desde 2006”, señala el informe del mercado cerealero.
Tal como informó El Destape, a nivel local los precios a cosecha muestran caídas significativas, afectando los márgenes de rentabilidad, especialmente cuando se agrega el arrendamiento. Los pooles de siembra explotan sus propios terrenos y absorben todo el beneficio inesperado de la suba en las materias primas. Del otro lado están los pequeños productores que alquilan las tierras y cuyos márgenes nos alcanzan a cubrir los costos de arrendamiento. Un ejemplo rápido: el margen neto (luego de impuestos) para la soja de primera es de 275 dólares por hectárea. El alquiler de un campo -que se expresa en 18 quintales por hectárea- alcanza actualmente los 537 dólares; es decir, el alquiler es prácticamente el doble que la ganancia potencial.
En términos de superficie, el área sembrada de soja aumentaría en 1,3 millones de hectáreas, alcanzando 18,6 millones, mientras que el maíz perdería 1,6 millones de hectáreas (-20 por ciento), influido por los daños de la campaña anterior tras la chicharrita. Desde una perspectiva económica, las exportaciones agrícolas alcanzarían 30.568 millones de dólares, mientras que la recaudación vía derechos de exportación se proyecta en 7.370 millones de dólares, un 2 por ciento más que el ciclo previo.
La caída en los precios, junto con costos de los insumos que no se movieron de forma proporcional, afectó los márgenes brutos, con un deterioro del 26 por ciento a nivel nacional en comparación con el ciclo anterior. Al incorporar los costos de alquiler, la situación se torna aún más crítica, limitando la rentabilidad de los productores. En el frente climático, aunque el ciclo 2024/25 comenzó bajo la influencia de La Niña, que anticipaba condiciones climáticas desfavorables, las lluvias registradas al inicio de la siembra no solo mejoraron el panorama inicial, sino que también generaron una buena condición para los cultivos ya implantados y están favoreciendo las labores de siembra en las áreas restantes.
Bajo este escenario, se proyecta una producción total de 128,9 millones de toneladas para la campaña 2024/25, apenas un 2 por ciento por encima del ciclo anterior, pero un 8 por ciento por debajo del récord de 140 millones de toneladas logrado en el ciclo 2018/19. Desde entonces, la producción se ha mantenido en un rango entre 126 y 131 millones de toneladas, exceptuando la campaña 2022/23 marcada por la sequía, donde la producción se ubicó en 83,6 millones.
La soja ganaría protagonismo con un aumento del área sembrada de 17,3 millones de hectáreas a 18,6 millones, capitalizando la caída del maíz, que perdería alrededor de 1,6 millones, tras los daños causados por la chicharrita en la campaña anterior. “Sin embargo, las limitaciones en la inversión tecnológica, derivadas de los bajos precios internacionales y la persistente carga impositiva, restringen el alcance de los rindes potenciales. Como resultado, se espera que la producción de soja apenas crezca de 50,2 a 50,8 millones de toneladas, lejos del récord de 60,8 millones alcanzado en la campaña 2014/15.
Por el contrario, el girasol y el sorgo registrarían importantes incrementos en su producción respecto al ciclo anterior, con subas estimadas del 14 y 10 por ciento respectivamente. En el caso del girasol, su precio experimentó un aumento significativo en los últimos meses, impulsado por la presión en el mercado de aceites vegetales debido a diversos factores como el incremento en los mandatos de biocombustibles en Indonesia y la reducción de la oferta exportable de aceite de palma, los problemas productivos de girasol en el Mar Negro y una relación stock-consumo ajustada en los principales aceites vegetales.