Sea cual sea el desenlace final y las consideraciones que puedan hacerse sobre el mismo, el Gobierno se encamina a cerrar un acuerdo con el FMI para reestructurar la deuda más imponente que se haya registrado con el organismo en toda la historia. A principios de año, el Gobierno blindó la posibilidad futura de un megaendeudamiento sin consenso general aprobado por el Congreso. Sin embargo, la discusión que aún adolece de importancia en el debate político es uno de los grandes males de nuestra economía: a la Argentina le faltan dólares de forma recurrente.
Allá por febrero de este año, la Cámara de Diputados convirtió en ley la sostenibilidad de la deuda pública. La nueva normativa enviada por el Poder Ejecutivo establece que el endeudamiento en moneda extranjera bajo ley extranjera, y con prórroga de jurisdicción, requerirá autorización del Congreso. De esta forma, se podrá impedir la toma de préstamos políticos, tal como sucedió con el macrismo en 2018.
Ahora, el Gobierno parece encaminarse a recorrer el tramo final de una ardua negociación con el Fondo para cambiar las condiciones de pago de un crédito por el cual Argentina jamás demostró capacidad de repago en los términos firmados. Sin embargo, la pregunta que nadie quiere responder es cuándo será el día que nuestro país deje de verse asfixiado por la falta de dólares, lo cual puede derivar en catástrofes económicas de esta naturaleza. En concreto, Argentina no produce los suficientes dólares como para sostener su capacidad productiva. Diversos gobiernos optaron afrontarlos de dos formas: endeudándose o con control de capitales.
De las 16 últimas recesiones económicas que padeció Argentina desde la década del 40, la mayoría surgió "porque el país se quedó sin dólares", de acuerdo el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). El ciclo se desarrolla de la siguiente forma: el alza económica incrementa la producción industrial; y suben las importaciones porque la industria nacional depende de insumos importados. Esto hace que haya más importaciones que exportaciones, la balanza comercial se vuelve deficitaria y escasean los dólares.
A su vez, ese déficit se traduce en un salto del tipo de cambio, que automáticamente se traslada a precios. Por ende, la inflación aumenta e, indirectamente, lleva a la economía hacia una recesión.
Esa parálisis económica genera que se reduzcan las importaciones y que se reduzca el déficit. El contrapunto es que la devaluación torna más competitivas las exportaciones y por esa razón tienden a aumentar, haciendo que el país vuelva a tener un superávit comercial y eventualmente vuelva a crecer. El ciclo comienza de nuevo.
Durante el período de posconvertibilidad se aplicaron instrumentos de desdoblamiento cambiario para ponerle fin al problema: derechos de exportación y reintegros impositivos a las exportaciones. Se redujeron los costes de producción de insumos fundamentales y de bienes salariales para el mercado interno; y mejoraron la rentabilidad relativa de sectores industriales estratégicos a través de reintegros en ciertas exportaciones. Sin embargo, no alcanzó.
Hay otros factores que inciden en la repetición del ciclo y que no hacen a la teoría que pueden encontrarse en los libros. Los gobiernos nunca terminaron de regular el comercio exterior de forma eficiente. Entre los ejemplos que pueden citarse se encuentra el contrabando físico de mercaderías, la evasión fiscal vía de subfacturación de exportaciones, la sobrefacturación de importaciones, o la magnitud de los giros de utilidades y dividendos.
Las trabas del FMI y la necesidad de crecimiento sostenido
En diálogo con El Destape, el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación German Abdala, Juan Manuel Telechea, dio su parecer sobre el estado del frente externo: "Yo creo que la falta de dólares es evidente, con lo cual la solución indefectiblemente requiere del aumento de las exportaciones. Pero, por otro lado, buena parte del problema de la falta de dólares se explica por el desequilibrio macroeconómico, fundamentalmente la inflación y la elevadas expectativas de devaluación, que a su vez se explican por la brecha cambiaria".
En ese sentido, agregó: "Me parece que el acuerdo con el FMI es necesario para despejar los elevados vencimientos de deuda que enfrenta el país en los próximos años, lo que ayudaría que generar ese margen de maniobra como para ir acomodando paulatinamente estos dos problemas".
Por otra parte, el director de EPyCA consultores, Martín Kalos, apuntó: "Para que haya un proceso de desarrollo donde las condiciones macroeconómicas sean sustentables en mediano y largo plazo, se requiere solucionar problemas inmediatos que habilitan a no caer en nuevas crisis y poder empezar ese sendero gradual, pero persistente, de crecimiento y desarrollo". Sin embargo, remarcó: "Lo que no tiene que pasar es seguir cayendo en crisis. De alguna manera, Argentina tendrá recaídas en los próximos años, pero deberían ser episodios puntuales en medio de un sendero de recuperación sostenido".
"Para eso, no es posible pagarle el FMI U$S 4.000 millones trimestrales en los próximos 3 años. Hay que encontrar una salida como sucedió con la deuda privada con acreedores externos. Despejar el horizonte es tener una capacidad de repago racional y Argentina necesita tener certeza sobre cuanto va a pagar para tener los recursos, saber de qué dispone", soslayó.
Al mismo tiempo, apuntó que "nada es sustentable si Argentina no crece, mejora su estructura productiva y concreta inversiones de magnitud en áreas dinámicas para tener nichos exportadores de alta productividad con competitividad mundial, sin estar especulando con tipos de cambio devaluados en términos reales, o con subsidios o herramientas par apuntar su competitividad vía precio".
En tanto, el economista jefe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), Nicolás Zeolla, afirmó: "Desde lo financiero, para moderar la tendencia a la dolarización que tienen los flujos reales, la fuga de capitales, es importante que se sostengan las regulaciones cambiarias mientras se aplican herramientas para sortear los cuellos de botella externos".
En otro aspecto, indicó que "comenzar un nuevo ciclo de endeudamiento solo agrava el problema de la restricción externa, por lo que se debería evitar experiencias como las del gobierno anterior". A nivel estructural, Zeolla precisó que "se deben crear un conjunto de políticas muy direccionadas de promoción de los sectores exportadores que no pasan exclusivamente por el sector agropecuario, que tiene límites históricos y tecnológicos al depender de un recurso natural".