La dinámica del dólar ¿Atraso, qué atraso?

No existe un precio del dólar adelantado o atrasado. Un gobierno puede elegir el precio del dólar, pero tiene que tener con que, tiene que disponer de dólares. Y afrontar las consecuencias de sus decisiones.

19 de mayo, 2024 | 00.05

Hay una sola cosa que, por las características de la economía local, no se le puede perdonar a un economista de estas tierras: que no entienda el proceso de formación del precio del dólar ¿Por qué es tan importante el dólar? Porque es el principal precio básico de la economía, es decir uno de los precios del que dependen todos los demás.

Entender lo que parece complejo puede resolverse muchas veces partiendo de las definiciones más simples. La teoría económica clásica es un buen punto de partida. Uno de sus máximos referentes, sino el principal, el gran economista y hombre de negocios inglés (teoría y práctica, como todos los grandes economistas), David Ricardo, escribió, palabras más, palabras menos, que el valor de cambio (léase precio) de las cosas que poseen utilidad depende de dos factores. El primero es la cantidad de trabajo necesaria para su reproducción, es decir de su valor y el segundo su escasez. El primero remite al momento de la producción, el segundo al de la circulación. El ejemplo extremo que suele utilizarse para entender el efecto de la escasez es el de una obra de arte o un vino muy especial, su precio, no estará dado por su valor, es decir por el costo de volver a producir una mercancía igual --por la cantidad de trabajo necesario, dirían los clásicos-- sino porque tal reproducción no es materialmente posible o poco posible, de allí su escasez relativa. Estas definiciones llevan a caracterizar dos tipos de bienes, los reproducibles, cuyo valor de cambio está conducido por su valor, y los no reproducibles, cuyo precio está determinado por su escasez.

Si se está preguntando que tienen que ver todos estos debates de principios del siglo XIX con los problemas locales de la tercera década del XXI la respuesta inmediata es que para la economía argentina el dólar es una mercancía no reproducible. Su precio está determinado exclusivamente por la oferta y la demanda. Y la oferta solo puede crecer aumentando las exportaciones o recibiendo capitales, sean inversiones o créditos. La demanda tiene un problema adicional, dado que por su prontuario macroeconómico la economía local se quedó sin moneda, o dicho más estrictamente, la moneda local perdió la función de ser reserva de valor, no solo se demandan dólares para cumplir con los compromisos con el exterior, sino para que sean la “mercancía equivalente” de todos los excedentes. De estas pocas líneas surge la primera conclusión preliminar. Si se quiere tener un precio estable para el dólar se debe aumentar la oferta, es decir las exportaciones y el ingreso de capitales, y disminuir la demanda, lo que supone recorrer el camino que logre recuperar la función de reserva de valor de la moneda.

Si bien el marco teórico de referencia para arribar a esta conclusión simple es el de la economía clásica, es altamente probable que los economistas de todas las corrientes acuerden con ella. El oficialismo puede enfatizar todo lo que quiera en que la inflación es “un fenómeno exclusivamente monetario”, pero al momento de tomar decisiones sabe que tiene que operar sobre los precios básicos. El ministro Caputo podrá saber más o menos de macroeconomía, pero sabía que si no mandaba oferta de dólares al MEP, vía liquidación allí de una parte de las exportaciones, y no cuotificaba el pago de importaciones más la colocación del bopreal para lo adeudado, el dólar se le disparaba y con él el conjunto de los precios. O sea, el ministro manejó a full del principal precio básico de la economía. Y el gobierno sabe además que si quiere frenar el número de la inflación mensual tiene que postergar también el aumento de otro precio básico, el de las tarifas, revisión en curso. Hoy el modelo de estabilización de LLA se volvió pragmático y comenzó a utilizar activamente las “anclas” de las que puede disponer, dólar y tarifas. El tercer precio básico, los salarios, se frena solo en el mercado vía la híperrecesión.

Regresando al dólar, la segunda conclusión preliminar, entonces, es que no existe un precio del dólar adelantado o atrasado. Un gobierno puede elegir el precio del dólar, pero tiene que tener con que, tiene que disponer de dólares, sea por exportaciones o ingreso de capitales. Al mismo tiempo tiene que poder operar por distintas vías sobre la demanda de divisas, tarea que admite múltiples posibilidades.

Es posible que con algunos ejemplos se entienda mejor. En 2023 hubo una importante sequía, es decir reducción de la oferta de dólares, junto a un aumento de las expectativas de devaluación, es decir aumento de la demanda de dólares. Era esperable que se dificulte mantener el precio de la divisa. El resultado es conocido, refuerzo a las restricciones sobre las importaciones y postergación de pagos, búsqueda de financiamiento vía swap con China, más expectativas de devaluación, más finalmente devaluación efectiva y, producto del conjunto, alta inflación. No es ni más ni menos que la vieja y archirrepetida dinámica que se genera a partir de la restricción externa. El ejemplo contrario se produjo durante el primer kirchnerismo. Tras la recesión de salida de la convertibilidad que contrajo la demanda interna y en un contexto global de expansión de la demanda externa se produjo un ingreso de divisas abundante que facilitó un período de expansión con un dólar estable. 

¿Y en el presente? En este espacio se reseñó que el llamado “efecto multiplicador” de la economía opera en ambos sentidos. El multiplicador funciona tanto al alza como a la baja. El brutal recorte del Gasto del que se jacta el gobierno no evitó la hiperinflación que nunca existió, pero sí puso en marcha la híperrecesión, con caídas históricas del Consumo y de la actividad que ya se expresan en la caída del empleo y el aumento de los despidos. Si las importaciones crecen más que proporcionalmente que las exportaciones cuando la economía crece, lo mismo ocurre cuando la economía se derrumba, lo que permite prever que la demanda de dólares para importar seguirá cayendo mientras que la oferta por exportaciones se mantendrá en sus promedios históricos. Dado que los principales pagos de deuda renegociados por Martín Guzmán recién empezarán en 2025 (o sea, se desperdiciaron los períodos de gracia que tanto costó conseguir), al gobierno le queda margen para mantener estable el precio del dólar, lo que podría funcionar como el gran estabilizador de los próximos meses. El problema es que sobre el horizonte ya aparecieron los primeros nubarrones.

Se dijo que la segunda conclusión preliminar era que el precio del dólar es una decisión política, pero que hace falta tener los recursos para sostenerla. El primer nubarrón es que, al igual que el resto de los precios básicos de la economía, el dólar es también una variable distributiva, lo que significa que, siguiendo en el marco teórico clásico, sobre su cotización opera “la lucha de clases”. Traduciendo: un dólar alto es igual a salarios bajos y viceversa. Luego, los sectores exportadores prefieren un “dólar competitivo”, o sea alto, y los sectores de servicios un dólar barato. Allí está la lucha, que como se ve no es solo entre el capital y el trabajo. Aquí el problema es el poder relativo de quienes aportan la oferta de dólares, los exportadores, quienes tienen la libertad de exportar o no. Si el agro pampeano considera, por ejemplo, que el dólar está barato venderá su producción en cuentagotas, “guardando el resto en silobolsas” y presionando de facto sobre su cotización. De nuevo, la lucha de clases no es solo por el precio del salario.

¿Entonces el atraso cambiario, la sobrevaluación, no existe? Según la teoría convencional se supone que en economías abiertas, con libre movilidad de capitales, los tipos de cambio expresan las productividades relativas de las economías, por eso en general un país desarrollado es más caro en divisas que uno subdesarrollado. Un concepto emergente es que existiría un “tipo de cambio de equilibrio” que, precisamente, equilibraría estas diferencias de productividad. Si no es así es porque se presentan “distorsiones”, como por ejemplo un cepo o determinadas políticas arancelarias. Sin embargo, también existen indicadores más palpables, por ejemplo, si hay muchos extranjeros de países limítrofes comprando en las localidades de frontera es porque el dólar está “adelantado”, si hay mucha clase media viajando por el mundo, está atrasado, está barato. Dicho de otra manera, en algún lugar el punto de equilibrio debe existir. Si el “crowling peg” se mantiene al 2 por ciento mensual con la inflación siempre por arriba el encarecimiento de los precios internos en dólares se volverá insostenible (no se descubre aquí la pólvora).

La tercera conclusión preliminar, relacionada con la segunda, es que este valor de equilibrio no es matemático, sino una decisión política. El valor del dólar debería ser funcional a las necesidades exportadoras sin pasarse de la raya afectando a otros sectores de la economía, como los salarios y los servicios. Esta es una de las funciones de la política económica. En circunstancias normales lo que debería ocurrir es que si hay mucha entrada de capitales, sea por exportaciones, inversiones o créditos, en vez de que el dólar se aprecie se deben acumular reservas, las que a su vez evitarán devaluaciones destructivas durante, por ejemplo, una sequía o momentos de salida de capitales. Para que todas estas cosas sucedan se necesita que la política económica deje de correr en el día a día y tenga alguna programación de mediano y largo plazo. En el presente, mientras Javier Milei se muestra jactancioso ante empresarios aplaudidores por los resultados de corto plazo en la cotización del dólar, sobre la base del derrumbe de la actividad, en el mediano plazo el panorama está supeditado a la liquidación de exportaciones del agro y a la entrada de capitales, factores sobre los que hoy no existe ninguna certeza.-