El bucle interminable de la economía argentina

El déjà vu con 2017-18 es total. El justificativo para el “neointervencionismo” anunciado por el Presidente y su ministro fue híper monetarista.

14 de julio, 2024 | 00.05

Quienes siguen la evolución de las políticas económicas seguro recordarán que las crisis cambiarias siempre tienen un punto de partida similar. Comienzan cuando los gobiernos intentan sostener un precio del dólar al que el mercado ya le bajó el pulgar. Dicho en dialecto argentino: las crisis comienzan cuando los hacedores de política balbucean “el que apuesta al dólar pierde”.

El veredicto del “mercado” no surge del accionar de un ente malicioso al que se le atribuye una subjetividad imaginaria, es apenas el resultado, al final del día, de la sumatoria de operaciones de compra venta de los actores económicos. Comprar y vender, solo eso. No hay bancos golpistas operando en las sombras con el fin espurio de derrocar al gobierno. Esta podría ser una visión aceptable en el contexto de la lucha política, pero es inapropiada para un economista, cuyos análisis se suponen basados en la ciencia. Decir esto no niega la necesidad de regular mercados ni la posibilidad de acciones coordinadas de colusión entre grandes actores para usufructuar contextos, pero es una segunda línea de análisis. La primera línea son siempre los “fundamentals”.

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Los actores del mercado, entonces, no son ni buenos ni malos, operan con una lógica de comportamiento económico, esperan maximizar sus ganancias o minimizar sus pérdidas. Mientras el BCRA acumuló reservas internacionales y la tasa de interés de referencia se mantuvo positiva en moneda dura, la cotización del dólar permaneció tranquila y la brecha entre el oficial y los paralelos en un margen acotado. Cuando los operadores, es decir el mercado, observaron que ya no se acumulaban reservas y que la tasa se volvía negativa, la brecha comenzó a crecer. 

Y en este contexto de aumento de las expectativas de devaluación apareció la frutilla del postre, el informe del FMI sugiriendo la necesidad de devaluar. Al mejor estilo jardín de infantes el gobierno contraatacó acusando a un funcionario ultraliberal del organismo de ser un “socialista” y demandó su remoción. La directora ejecutiva del Fondo, Kristalina Georgieva, contestó, palabras más, palabras menos, que ni loca.  “La Libertad Avanza”, que se vende como la fuerza más pro mercado del mundo mundial, actuó desconociendo que no mandan las voluntades, sino los números, que no hay complot, sino mala praxis. La situación es incluso al revés, pocas veces el mercado deseó tanto el éxito de un gobierno como en el presente, pero sin olvidar que el objetivo al final de la rueda de operaciones es al menos no perder. De nuevo, mandan las reglas y a las reglas las pone el gobierno, no sus adversarios de la hora.

Mientras tanto, la inflación, que en la primera mitad del año solo se recuperó del shock inicial inducido por la mega devaluación, volvió a subir a pesar de la violenta recesión. La clave explicativa, como siempre, fue la suba de costos, incluido el componente cambiario. La reacción del gobierno libertario fue, por decirlo sin recurrir a diagnósticos de la medicina psiquiátrica, complicada. Por un lado se aferró a no devaluar. Sus funcionarios económicos pueden estar ideologizados, pero no son tontos. Saben que un salto devaluatorio se traduce en un salto inflacionario. Entienden en la piel que la inflación es un fenómeno de costos y solo marginalmente monetario. Pero lo que sienten no es lo mismo que lo que dicen. El discurso sigue siendo el monetarismo más ramplón. El Presidente, ya convertido en caricatura de sí mismo, lo que es muchísimo decir, insiste en que el remedio para la suba de precios es siempre la licuación de los agregados monetarios. El ministro Luis Caputo, espantado por el crecimiento de la brecha cambiaria, anunció este sábado que se comenzará a intervenir fuertemente en el mercado de los dólares financieros. Todos los dólares que se liquiden en el Central se revenderán en el paralelo. Caputo tiene experiencia en el asunto, no será la primera vez que dilapide alegremente reservas internacionales en un intento vano de evitar una devaluación. Ya lo hizo como presidente del Banco Central, con los resultados conocidos. ¿Por qué hubo tanta inflación en 2018 si los agregados monetarios estaban planchados? La historia económica local está atrapada en un bucle terrorífico. Las fuerzas del cielo fueron capaces de encantamiento colectivo.

Sigamos, el justificativo para el “neointervencionismo” anunciado por el Presidente y su ministro fue híper monetarista. Cuando los exportadores liquidan divisas en el Central reciben a cambio pesos. Si el BCRA vuelve a vender esos dólares recibe pesos a cambio, es decir “esteriliza” los pesos que antes “emitió” para comprar, e incluso más si vende la totalidad de los dólares que compre, lo que podría reducir los pesos todavía más. El detalle es que el BCRA ya no acumulará reservas o las reducirá, lo que a medida que suceda aumentará nuevamente las expectativas de devaluación. La única hipótesis que podría alterar la continuidad de la secuencia y el inminente choque contra el iceberg es que aparezca nuevo endeudamiento. Es la hipótesis “triunfo de Trump”. Pero si tal cosa sucediera, los nuevos “fondos geopolíticos” podrían llegar recién en el segundo trimestre de 2025, es decir en un futuro ultra remoto. La conclusión provisoria es que el déjà vu con 2017-18 es total, la diferencia es que por entonces Trump era un hecho, no una hipótesis, y que el megaendeudamiento con el Fondo no fue precisamente una solución.-