En nuestro país, la fragmentación de la estructura ocupacional incidió sobre los niveles de pobreza, que se incrementaron durante la cuarentena. La proporción de cuentapropistas y asalariados bajo la línea de pobreza está cerca de triplicar a la de los asalariados formales, y la de desocupados la cuadruplica. En definitiva, tener un empleo precario o encontrarse desocupado incrementa notablemente las posibilidades de ser pobre.
Según el último informe del centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo (CETyD) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), el nivel general de pobreza tiene una importante correlación con las diferentes realidades que atraviesan los distintos grupos ocupacionales. Mientras que la proporción de empleadores y asalariados formales bajo la línea de pobreza se sitúa entre el 11% y el 15% respectivamente, los valores están cerca de triplicarse entre cuentapropistas y asalariados (41% y 43%) y se cuadruplican entre los desocupados (61%).
Estas diferencias se acentuaron. En concreto, mientras que el 84% de asalariados formales mantuvo su ingreso durante la pandemia, entre los informales la proporción disminuyó al 67% y entre los cuentapropistas, al 36%.
¿Cómo ajustan los mercados laborales ante las crisis?
A nivel global, una de las principales manifestaciones del impacto que ocasionó la pandemia en el mercado laboral se dio mediante la reducción del total de horas trabajadas por el conjunto de los trabajadores. De acuerdo a la OIT, en 2020 se perdió el 8,8% de las horas de trabajo en el mundo. Y América Latina en particular estuvo entre las regiones más afectadas por ese proceso.
Entre los asalariados registrados de Argentina, la dinámica frente a la crisis fue similar a la de la Unión Europea, aunque aquí también la magnitud de las contracciones fue superior. En efecto, frente a una caída superior al 40% de la suma de horas trabajadas por el conjunto de los trabajadores, el empleo se redujo 4% entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2020.
Esta diferencia se explica por el hecho de que la principal variable de ajuste fue la cantidad promedio de horas trabajadas por ocupado, que también se contrajo en torno al 40%.
Cómo se "alivianó" el impacto de la pandemia
Según el informe, el sostenimiento de los niveles de empleo formal y la reducción de las horas trabajadas por ocupado obedeció al esquema de políticas implementadas. En el caso argentino, el Estado articuló su intervención en torno a tres iniciativas centrales: la prohibición de despidos, el programa ATP de pago de salarios y reducción de contribuciones patronales y el mecanismo de validación ágil de suspensiones con pago de salarios.
Para la experiencia argentina, la principal variable de ajuste ante la crisis no fue el empleo sino la cantidad promedio de horas trabajadas por ocupado (reducida en Europa por medio de los acuerdos “short-time work” y en Argentina, de las suspensiones).
Cómo finalizó el empleo en 2020
La conjunción de las dinámicas entre los distintos segmentos ocupacionales determinó que a fines de 2020 los principales indicadores laborales vayan "acercándose a los niveles previos a la pandemia, aunque sin alcanzarlos aún", apuntó el documento. Durante el cuarto trimestre del año, las tasas de actividad y empleo registraron mejores niveles que en el segundo, pero todavía continúan por debajo de los del cuarto de 2019, en tanto que la tasa de desocupación también continúa en niveles más elevados respecto a un año atrás.
En particular, la cantidad de trabajadores ocupados aumentó en 3,1 millones respecto de los valores observados entre abril y junio de 2020, pero continúa habiendo 865 mil menos que a fines de 2019.
Exceptuando la administración pública, el empleo creció en todos los sectores entre el segundo y el cuarto trimestre del año pasado. En ese marco, hay actividades que ya superan los valores previos a la pandemia, como la industria manufacturera (+15%), la construcción (+8%) o los servicios
sociales y de salud (+7%). Por oposición, otras continúan aún con niveles de empleo marcadamente inferiores a los de fines de 2019, tales como hoteles y restaurantes (-36%), trabajo doméstico (-20%) o comercio (-11%).
Al comienzo de la pandemia, el 45% de los asalariados informales había perdido su empleo y lo mismo le había sucedido al 27% de los trabajadores por cuenta propia. Sin embargo, durante la segunda parte del año se observó un “rebote” entre estos últimos grupos, que aumentaron notoriamente su volumen. Así, el número de asalariados informales terminó siendo a fines de 2020 un 15% inferior al de fines de 2019 y el de cuentapropistas ya superó holgadamente ese valor (+11%).
Parte de los asalariados formales que perdieron su empleo al inicio de la pandemia posiblemente se haya reinsertado a lo largo del año en ocupaciones más precarias, como trabajadores por cuenta propia. Así, a fines del 2020, se observó un descenso en el porcentaje de empleo asalariado, que registra un valor bajo en términos históricos (70,5%).
De este modo, la crisis habría reforzado el proceso de precarización que es característico de nuestro mercado laboral.