Al reseñar las esperanzas de recuperación socioeconómica para el 2021, formulamos desde esta columna la existencia de cuatro acechanzas que conspiran contra dicha recuperación. La primera de ellas es la batalla que se libra en el verano por implementar el plan de vacunación masiva, piedra angular de la libre circulación de bienes y personas que permita consolidar la curva de expansión de actividad esbozada en el tramo final del año pasado. La segunda acechanza es que la inestabilidad del sector externo amenace con volatilidad cambiaria a la recuperación. La tercera acechanza es la presión inflacionaria de los monopolios formadores de precios que lesionen los ingresos populares, complicando la demanda. Y la cuarta acechanza es un acuerdo con el FMI que derive en un Plan de Austeridad clásico.
Abordaremos la tercera acechanza que implica el jaque inflacionario en el mercado interno. La inflación minorista del 2020 acumuló 36,1% situándose 18,8 puntos por debajo del año 2019, que fue de 53,8%. Esta medición puede ser alentadora si se soslaya que la caída prevista en el nivel de actividad del año en que explotó el virus se aproxima al -10%. Consecuentemente, una recuperación sostenida puede derivar en mayor suba precios.
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Cuando el promedio general del índice se desagrega, se advierte que la escalada de precios en alimentos y bebidas alcanzó el 38,4% a lo largo del año, con fuerte incidencia en ese rubro del comportamiento de la carne vacuna, que llegó a un promedio de 56,9%, con subas que oscilaron el 65% en algunos cortes.
El ministro Guzmán abordó este tema con precisión al exponer ante empresarios en Entre Ríos, cuando señaló al referirse al mercado de carne vacuna que "vamos a ver en los datos de INDEC que el principal aumento está allí. Lo que el Estado busca aquí es gestionar para que el sector pueda, a nivel internacional, vender a precio internacional, pero que haya abastecimiento asegurado en el mercado interno a precios que no reflejen la inflación internacional, de modo que el efecto del shock sea progresivo, que toda la sociedad se beneficie de ese shock". Para rematar que "lo estamos haciendo sobre la base del diálogo, no sobre la confrontación. Pero tengamos claro que esto es una tarea colectiva. El entendimiento tiene que beneficiar a todos. Que no haya un sector que gana y el resto pierde".
La combinación tasa de interés internacional muy baja, derivada de la expansión de la liquidez en los EE.UU., con los fuertes estímulos al consumo en China, conforma un escenario de suba de los precios de los alimentos similar al que rigió en el lapso 2008-2013 como respuesta al crack financiero global.
¿Cuál es la participación del pueblo argentino en las riquezas extraordinarias derivadas de los recursos naturales del país que todos y todas con nuestro esfuerzo contribuimos a defender?
Este contexto favorable para la estabilidad del sector externo argentino debe combinarse con la recuperación del mercado interno, desvinculando los precios locales de los consumos alimentarios respecto de sus valores internacionales. Tal como lo marca el ministro de Economía y como se ha reclamado desde varios grupos de economistas afines a la coalición peronista entre los que se incluye este columnista.
Recientemente asistimos a la “guerra del maíz”, librada para asegurar el abastecimiento de alimento balanceado para la producción de pollos, cerdos y lechería, limitando las ventas al exterior del maíz, cuyo precio en el mercado internacional trepó un 35% en escasos meses hasta los u$190 la tonelada.
El conflicto se saldó en el marco de una negociación entre el Gobierno y el flamante Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), asumiendo un acuerdo a futuro para garantizar el abastecimiento del insumo para las producciones agroindustriales nacionales y trabajar con la idea de “saldos exportables” de la cosecha remanentes después de la remisión del grano a los demandantes locales.
Es la segunda vez que el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) emerge intentando un consenso con el Gobierno para administrar los impactos internos del escenario mundial descripto, que desemboca en la suba generalizada de los precios internacionales de los alimentos.
Estos intentos de convergencia, que tienden a evitar medidas regulatorias directas como la suba de los derechos de exportación o la intervención estatal directa en el proceso de comercialización, todavía no han evidenciado resultados concretos palpables, pero reflejan el sendero que, por ahora, el Gobierno ha decidido recorrer.
Es real que el paro agropecuario decidido por la acérrima opositora Mesa de Enlace se ha diluido y el CAA dialoguista ha prevalecido, bosquejando la idea de estructurar a largo plazo un modelo agroindustrial exportador con nuevos agentes económicos en el sector agropecuario que se inserte resueltamente en el mercado chino y otros países emergentes de Asia como los situados en Indochina e Indonesia.
Avanza en definitiva una idea planteada hacia fines de la década del treinta por Federico Pinedo (abuelo) de industrializar parte de la renta agropecuaria y definir una inserción internacional diferente a la existente hasta ese momento dentro del Imperio Británico en decadencia. El 17 octubre de 1945 liquidó ese proyecto y se avanzó en un proceso de industrialización masivo e inclusivo, financiado por la renta agropecuaria abultada en el contexto de posguerra.
Este “revival” obliga a las mismas preguntas de entonces: ¿cuál es la participación del pueblo argentino en las riquezas extraordinarias derivadas de los recursos naturales del país que todos y todas con nuestro esfuerzo contribuimos a defender?
El acceso masivo a la energía y los alimentos es clave para sostener a los ingresos populares y expandir el mercado interno. La coexistencia de un modelo agroindustrial exportador con un consumo interno robusto es viable si los acuerdos alcanzados explicitan claramente los conceptos de “saldos exportables” e “industrialización de la renta primaria agropecuaria”, promoviendo un proceso de consumo, inversión y exportaciones armónico.
Argentina ingresa en este proceso de debate de proyectos en un mundo en crisis y cambio, gobernada por una coalición peronista heterogénea. Una salida estable depende de una comprensión acabada de estos escenarios por parte de nuestros dirigentes.