La oligarquía quiere muertos entre los hijos del pueblo. Es el fin que persigue el comportamiento de una diva televisiva ricachona que viajó en avión privado a Punta del Este para aislarse en su cómoda mansión y desde ahí propalar la necesidad de abrir la cuarentena vigente, habida cuenta que la circulación de personas propaga el virus, aumenta el número de contagios y consecuentemente el de fallecidos. Posición respaldada en la semana por políticos e intelectuales orgánicos de ese sector social, convocando a la “desobediencia civil” contra el aislamiento social obligatorio.
En un artículo publicado por el periodista Alejandro Bercovich en BAE-Negocios, se informa sobre un fallido intento de un conjunto de los empresarios más poderosos del país de emitir una proclama destinada a finalizar la cuarentena, que no alcanzó el consenso necesario en el grupo de WhatsApp organizado para el intercambio de ideas de esos agentes económicos. Con acierto, el periodista alude la percepción de dilución de poder real en el marco de la pandemia percibido por la élite.
El tuit de un empresario de "Nuestra Voz":
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La oligarquía necesita naturalizar la pobreza y la muerte para asegurar la subordinación social. La expansión del virus sin embargo ha expuesto su comportamiento miserable como no ocurría desde hace décadas. Se evidencia con mayor nitidez que se trata de una clase social rentista, especuladora, fugadora de riquezas y ahora virulenta en la defensa de sus privilegios.
Otro hecho ocurrido esta semana que grafica la descripción anterior es el asesinato de un adolescente humilde perpetrado por un estanciero que lo embistió deliberadamente con su camioneta 4x4, emblema de la opulencia si los hay.
La amenaza que tensa a los poderosos es la creciente dificultad para legitimar un orden social injusto, que se produce desde el mismo accionar del Gobierno de la coalición peronista.
Decíamos en una columna anterior que la intervención estatal para amortiguar la crisis creaba condiciones para la permanencia de algunos instrumentos: el Ingreso Familiar de Emergencia como preludio de la renta básica universal, el subsidio al salario de los trabajadores privados impidiendo la quiebra de empresas y la asignación de crédito por el Banco Central. Tres herramientas limitantes de la acción del mercado para reducir el empleo y el salario.
El segundo elemento es el éxito del aislamiento social obligatorio logrado hasta ahora, para frenar el número de contagios y muertes y, a la vez, ganar tiempo para ampliar la oferta sanitaria para enfrentar el pico del virus.
La diferencia es masivamente perceptible y no sólo en lo cuantitativo. La imagen de humanidad y preocupación genuina por la suerte del pueblo que exhibe el Presidente Fernández en todas sus intervenciones contrasta con la brutalidad de Jair Bolsonaro o de Sebastián, Piñera que llegó a reprimir la demanda de alimentos de sus ciudadanos.
La oligarquía tiene que frustrar esta experiencia de gobierno porque, de consolidarse, abrirá un debate sobre el orden social de salida de la pandemia, en donde los consensos sociales masivos apuntarán a sus privilegios, careciendo además de modelos alternativos en la proximidad.
La forma de forzar una crisis es romper el aislamiento social obligatorio de modo desordenado e inducir un contagio masivo que impacte negativamente sobre el sistema de salud pública. Por ello, para la elite los muertos son imprescindibles.
En simultáneo, presionan sobre el conjunto de mercados cambiarios para forzar una crisis de dólar. El economista Horacio Rovelli, en sucesivos artículos publicados en el Cohete a la Luna, ha señalado la necesidad de reforzar controles sobre los grandes bancos privados y las cerealeras, que favorecen la salida o el no ingreso de dólares en país. El bloque primario-financiero fue sostén del gobierno macrista y es el núcleo de la oligarquía.
Recién esta semana el Banco Central ha endurecido controles sobre diversas operaciones cambiarias, luego de perder desde el inicio de la cuarentena -el 20 de marzo- al presente casi u$s1.200 millones. Se trata de un hecho anormal en un período en el que se liquidan las divisas provenientes de la cosecha, el nivel de importaciones ha descendido significativamente por la recesión y se restringieron los pagos de deuda pública.
Se viene el invierno, estación propicia según los informes científicos para la perdurabilidad del virus. También se ingresa en una fase de profundidad en la falta de ingresos tras dos meses de freno a la actividad. El epicentro de la epidemia se despliega en el Área Metropolitana Buenos Aires, zona más densamente poblada del país, asiento de los conglomerados industriales y comerciales más importantes y residencia del grueso de la población pauperizada.
El Gobierno de la coalición peronista deberá redoblar los esfuerzos de abastecimiento de alimentos y provisión de servicios esenciales, agua, luz y gas, en las barriadas más humildes. Ese esfuerzo logístico debe ser acompañado por la expansión de la política de ingresos desplegada hasta ahora hacia los segmentos de recursos medios y bajos que viven de la industria, el comercio y los servicios.
Esto conlleva un fuerte control de la oferta de bienes esenciales. Sino, las políticas de demanda se estrellarán contra la suba de precios. La regulación de la oferta de divisas también es muy relevante, ya que un déficit fiscal abultado como el presente es tolerable en un tiempo corto si hay superávit cambiario.
Se viene el invierno y la oligarquía lo sabe. Por eso opera para provocar un combo de crisis sanitaria y económica. El Gobierno debe actuar preservando los logros alcanzados hasta ahora. Se entra en el punto de mayor conflicto durante los meses fríos.