Una compañía biotecnológica escocesa halló una forma de darle la vuelta al viejo dicho que asegura que beber y manejar nunca deben mezclarse, al desarrollar un combustible para automóviles que utiliza subproductos de la elaboración del whisky.
La bebida nacional de Escocia lleva cebada, levadura y agua, y su proceso de fabricación deja atrás los granos usados, conocidos como 'draff', y un líquido azucarado llamado 'pot ale'.
Estos desechos se utilizan a menudo como alimento para animales o incluso son bombeados al mar, pero también se pueden usar para producir acetona, butanol y etanol, productos químicos que se utilizan en todo, desde la producción de combustible y alimentos hasta medicamentos y cosméticos.
Conocido como fermentación ABE, ese proceso se consideró durante mucho tiempo antieconómico debido al costo de las materias primas utilizadas para producir los productos químicos, un problema que Celtic Renewables dice que ha resuelto mediante el uso de desechos orgánicos.
"Podemos tomar residuos de industrias como la del whisky y convertirlos en productos de alto valor, a saber, butanol, que en realidad se utiliza para impulsar este automóvil", dijo el propietario de la empresa, Martin Tangney.
Habló mientras manejaba por Campsie Fells, al norte de Glasgow, donde, en menos de dos semanas se darán cita los líderes mundiales a la cumbre climática de Naciones Unidas, la COP26.
Para Tangney, esa reunión tiene que ser mucho más que un nuevo ejercicio para fijar objetivos.
"Esta tiene que ser la COP en la que dejemos de hablar sobre por qué tenemos que abordar el cambio climático y decirles a todos cómo: cómo lo hacemos, cómo lo pagamos, cómo va a suceder. Una hoja de ruta. Una estrategia", dijo.
Celtic Renewables se ve a sí misma como una parte firme de esa solución.
"Tomamos los residuos de bajo valor que quedan al hacer esta obra maestra y los convertimos en algo de más valor", dijo Tangney mientras apuraba un vaso de whisky en un pub de Edimburgo. "Llevamos la sostenibilidad a una industria icónica".