Explicar la situación de la economía local es relativamente fácil. Es más, se puede describir en una sola oración: la macroeconomía se quedó sin dólares.
Existen dos clases de déficit, el interno, que es el fiscal, la diferencia entre impuestos y gastos y el externo, que surge del balance de la cuenta corriente del balance de pagos. De estos déficits o superávits externos, es decir de la disponibilidad real de dólares de la economía actual, depende la capacidad de sostener el precio del dólar. Luego, de esta capacidad depende a su vez la estabilidad de la macroeconomía y de los precios.
A grandes rasgos, cualquiera que no sepa nada de economía percibe inevitablemente una relación básica. Si hay una corrida cambiaria y una devaluación, eso impacta en los precios. Y si sus ingresos son fijos, es decir si dependen de un salario, sabe también que su poder adquisitivo caerá con la suba del dólar. Si además vive en Argentina seguramente estará entrenado en la observación del fenómeno.
Lo que sucedió desde el cambio de gobierno, por razones que no se analizan aquí, es que a pesar de la existencia sostenida de un balance comercial superavitario no se lograron acumular reservas internacionales, es decir no se lograron acumular dólares en el Banco Central. Los dólares en el Central son el reaseguro de la estabilidad de su precio. Es decir, si el gobierno tiene muchas reservas internacionales puede, con un mínimo de pericia, decidir el precio del dólar. El problema que se sumó en 2022 fue que además de no poder transformar el superávit comercial en reservas, el mismo superávit comenzó a desparecer, entre otras razones por el aumento de los precios de las importaciones de energía.
Reservas internacionales casi nulas, fin del superávit comercial, más crédito externo agotado pueden configurar el prolegómeno del desastre. Quedarse sin dólares puede transformarse en la antesala de un proceso hiperinflacionario. A este abismo se asomó la economía tras la salida de Martín Guzmán. Y estas semanas de interregno de Silvina Batakis hasta la asunción de Sergio Tomás Massa (STM) fueron el tiempo que le llevó al gobierno salir del estado de shock por el cambio de escenario. La nueva unidad del Frente de Todos, catalizada en la reestructuración del gabinete, no fue más que el producto del espanto de asomarse al abismo.
Sobre la base de asumir la falta de dólares, el primer discurso del nuevo ministro dejó clara la nueva hoja de ruta. El punto central fue la decisión de no devaluar pero para transitar ese camino, para evitar la devaluación, se necesitará lo que hoy no se tiene, dólares. Por eso STM enfatizó que en los últimos días trabajó con los distintos sectores exportadores para conseguir el adelanto de 5000 millones de dólares en ventas externas. Si bien no detalló los incentivos, sí habló de “compromisos firmados” y de extensión de plazos para que el agro liquide con beneficios. Probablemente esto se relacione también con los anunciados regímenes especiales por DNU para distintos sectores exportadores.
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Los 1.200 millones de dólares provenientes de organismos son recursos que ya estaban acordados, que ahora se materializarían, a los que se habrían sumado otros 750 millones. Un dato que había trascendido, pero que ahora se hizo explícito, fue el de la existencia de varias ofertas de créditos de corto plazo de bancos internacionales, tanto para fortalecer reservas como para recomprar deuda. Según pudo saber El Destape, las ofertas serían por entre 3 y 4 mil millones de dólares. Redondeando, en un plazo medianamente breve el gobierno podría obtener alrededor de 10 mil millones de dólares para reforzar reservas. Si esto sale bien, el fantasma de la devaluación comenzaría efectivamente alejarse.
Los mismos anuncios podrían haber sido hechos por Silvina Batakis, pero seguramente no se tendría la misma certeza de realización. El resultado que hoy se busca es altamente dependiente de las relaciones empresarias y la pericia política del nuevo ministro. Dicho de otra manera, Massa puede ser la representación de una renovación de la “alianza de clases” que sostiene al gobierno.
La segunda parte de los anuncios fueron en dos dimensiones. La primera fue un ajuste fiscal que apunte a un déficit en 2,5 puntos del PIB. Por un lado, existe la voluntad de cortar los aportes del Banco Central al Tesoro, lo que significará reducir gastos y financiarse en el mercado y por otro se decidió profundizar la segmentación tarifaria y la eliminación de subsidios, ahora con apoyo de toda la coalición. El nuevo ministro no habló de tasas de interés, pero las tasas ya comenzaron a subir, lo que significará cumplir con la demanda más racional del acuerdo con el FMI. Las tasas negativas fueron una de las causas principales que impidieron la acumulación de reservas.
El objetivo real, no dicho, del ajuste fiscal es frenar la economía para frenar las importaciones y la sangría de divisas. Encarecer los servicios satisface el objetivo fiscal, pero al mismo tiempo aporta a la reducción de las importaciones de energía. La última dimensión fue sobre la contención social, básicamente una nueva fórmula de ajuste para jubilaciones y pensiones que permita compensar el shock inflacionario de los últimos meses y un reordenamiento de los planes sociales.
Para más detalles habrá que esperar más anuncios, pero sobre todo observar el animal spirit de los mercados en los próximos días. El nuevo juego recién comienza.