Balance de la economía real: la pandemia azotó sobre la tierra arrasada

El Gobierno llegó para sacar a la economía de la recesión del macrismo, pero antes de poder cambiar los indicadores golpeó la crisis sanitaria.

25 de diciembre, 2020 | 00.05

El año va a cerrar como el peor de la historia moderna de la humanidad. Ningún país del mundo pudo sortear con méritos la crisis sanitaria provocada por la explotación animal. Aunque aparente contradictorio, sólo terminará 2020 con un crecimiento económico la zona cero del coronavirus: China cerrará con una expansión del 1,9%, lo que se explica sólo por la enorme potencia de su industria. El resto del mundo, incluido Argentina, terminará un año difícil con perspectivas de un mejor 2021.

Al momento de asumir, Alberto Fernández se proponía recomponer el salario real, que acumulaba una caída de 20% desde el estallido de la primera corrida cambiaria en 2018, recordó Ecolatina en un informe reciente. Esta iba a ser una de las patas fundamentales en las que pensaba el Frente de Todos que se apoye la prometida reactivación económica después de un retroceso acumulado del 4,5%.

A la vez, tenía la difícil misión de bajar una inflación que había escalado hasta el 54% como demostración del fracaso del modelo neoliberal. Como si todo esto fuera poco, también contaba con restricciones fiscales, además de una deuda defaulteada informalmente y nulo acceso al crédito, lo que redujeron drásticamente las capacidades del Estado.

A comienzos del mandato, el gobierno aumentó las retenciones a las exportaciones agropecuarias, endureció las alícuotas de bienes personales y suspendió la fórmula de movilidad jubilatoria de 2017 a cambio de incrementos por decreto para que quienes reciben la mínima no pierdan contra la inflación.

Con este margen y después de la disparada del macrismo en las tarifas, Alberto Fernández congeló los servicios públicos durante el primer semestre, en vistas de relajar presiones inflacionarias. En los primeros días de gestión también entregó por DNU aumentos salariales de $ 3.000 en enero y $ 4.000 en febrero a cuenta de paritarias, en busca de apuntalar el poder adquisitivo de los trabajadores de menores recursos. Los efectos se vieron de inmediato: el salario real creció 5,5% en el primer trimestre.

Todos estos esfuerzos por dar vuelta la cruda recesión cambiemita se borraron el 20 de marzo con la llegada de la pandemia. La cuarentena estricta sirvió para reforzar al demacrado sistema sanitario y evitar una escalada en los contagios que no permita atender a todos los infectados con una postergación continua del pico de casos. Además de esto, gracias al aislamiento se consiguió una reducción en la curva que habilitó la apertura gradual de actividades.

Pero más allá de que este golpe rápido y certero, después de dos años de recesión, evitó una catástrofe, no fue gratuita. Forzó a restringir la producción y dejó a muchas personas sin ingresos. En respuesta, el gobierno expandió su gasto en medio de una caída inédita de la recaudación. El IFE le otorgó un ingreso a familias en situación crítica y les permitió “aguantar” un poco más en momentos de destrucción de puestos de trabajo. El ATP vino a frenar esa pérdida laboral, al permitirles mantener la dotación de empleados a las empresas pese a las nulas o bajas ventas.

Poco después de la resolución a la crisis de deuda con una reestructuración histórica (99% de aceptación), las miradas se posaron en la sangría de reservas del Banco Central, que aceleró la disparada de la brecha cambiaria. Llegó a su cumbre en octubre, ante un exceso de liquidez en manos concentradas que no podían obtener en el mercado oficial todos los dólares pretendidos.

El equipo económico consiguió aliviar esta demanda dándole una vía de escape a los fondos de inversión extranjeros que habían entrado para la bicicleta financiera, pero quedaron atrapados desde 2018. Esta consistió en canjes de bonos en pesos por dólares, lo que implicó una merma inmediata de las cotizaciones paralelas y no puso en riesgo la pesificación de la deuda llevada adelante por el ministro Martín Guzmán.

El sacrificio económico que realizó el Gobierno al comienzo de la pandemia permitió que la actividad toque un piso y desde junio acumule seis meses continuos de mejoras contra el mes anterior. Por esto, el PBI pudo empezar a recuperarse y el Estimador Mensual de Actividad Económica creció 1,9% mensual en octubre, de modo que acumula seis meses de crecimiento. Superó entonces el registro de marzo y se ubicó sólo 5% por debajo del nivel pre COVID (febrero).

De este modo es que se llega a un diciembre golpeado, como el resto de las naciones del globo, pero con perspectivas de mejora para 2021. Asumiendo una rápida y efectiva campaña de vacunación, el año próximo dependerá de los nuevos planes económicos que desarrolle el Gobierno para hacerle frente a la nueva etapa y también en gran parte a que el Banco Central recupere de una vez el poder de fuego perdido para hacerles frente a la deuda reestructurada y a las latentes presiones cambiarias.