(Por Walter Vargas).- El dramático nocaut propinado por el estadounidense Rubén Torres al venezolano Cristián Báez vuelve a poner en cuestión los alcances de la pelea limpia y la eventual sobre abundancia de crueldad en un deporte, como el boxeo, que es cruel en sí mismo.
Las imágenes recorrieron el planeta a la velocidad con la que, sea lo excepcional, sea lo irrelevante, circulan hoy por la creciente babel virtual.
A la salida de una cuenta de protección tras haber sufrido una caída, Báez chocó los guantes con Torres en obvia señal de saludo, pero lejos de atenerse al sobreentendido cordial, el pugilista local lo impactó con un zurdazo tremebundo.
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Báez cayó hacia atrás, desplomado, inconsciente, por lo cual el árbitro pasó por alto el conteo de rigor y le tomó el pulso al venezolano, que en un clima de hondo dramatismo fue socorrido por los médicos de turno.
La historia tuvo final feliz, dicho de algún modo, toda vez que el derrotado se recuperó y los correspondientes estudios médicos no arrojaron información negativa acerca de salud, pero la polémica corrió como reguero de pólvora.
¿Torres había vulnerado los principios de la ética deportiva?
¿Debió haberse tomado la breve pausa ofrecida por su oponente?
Consultado al respecto, declaró con pragmatismo: "Esto es boxeo y siempre te dicen que te protejas en todo momento. El árbitro dio la señal y yo soy un peleador que está siempre en ataque".
Bien mirada, la acción se ajusta 100 x 100 al reglamento y por antipático que parezca puede interpretarse menos que como una deslealtad de Torres que como un despiste de Bravo, posiblemente derivado, cómo no, del aturdimiento provocado por su primera caída.
Algo similar, repusieron los memoriosos, sucedió con Víctor Ortiz en 2011 a manos de Floyd Mayewather, aunque para el caso con una aureola de saña que mereció ásperos cuestionamientos incluso de parte de varios de los fans del "Money" originario de Michigan.
A diferencia de Torres, que recién transita los primeros tramos de su carrera, por aquel entonces Mayweather ya tenía fama de mañero, ventajero y cuando no abiertamente tramposo.
En cualquier caso, cuando suceden episodios como el sucedido en California, se vuelve oportuno poner la lupa en el frecuente malentendido entre lo que es legal y lo que es legítimo, una tensión que puede extenderse a otros ámbitos de la vida en comunidad, pero que tratándose del boxeo -deporte rudo si los hay- guarda una delicadeza particular,
Al respecto el platense Héctor Patri, exretador al título mundial minimosca, aportó un par de perlas de sus años de representante argentino en competencias internacionales: "Una vez sonó la campana, fui al centro del ring a saludar a mi rival y me pegó una piña que me dejó dando vueltas. No me noqueó porque yo era muy fuerte. Después me explicaron que en el boxeo con reglas olímpicas hay que saludarse solo cuando el juez da las instrucciones. Así que decidí que nunca más saludaría por segunda vez. Al tiempo, en junio de 1975 se hicieron unos Juegos Rioplatense en la Federación Argentina de Box y pagó los platos rotos un muchacho uruguayo. Sonó la campana y lo puse nocaut del primer piñazo. Me dijeron que batí un récord".
Con información de Télam