El viernes por la noche, después de un duro partido en el que la croata nacionalizada australiana, Ajla Tomljanović ganó 7-5, 6-7 y 6-1, Serena Williams le dijo adiós al tenis. La mejor jugadora de la historia le puso fin a su trayectoria que incluyó 23 torneos de Grand Slam, decenas de títulos, una medalla de oro, un regreso tras ser mamá y un pasado marcado por las exigencias y los excesos de su padre, Richard, en el momento de entrenar.
Detrás de los flashes que apuntaron a Serena -y de Venus, su exitosa hermana- aparece una historia que señala un tema repetido entre jugadores de deportistas: la presión de los padres para sus hijos. La búsqueda desesperada de construir un genio del deporte a como dé lugar. En las últimas semanas se estrenó el documental de Guillermo Pérez Roldán quien denunció a su papá por los abusos y las agresiones que sufrió mientras entrenaba. En el tenis mundial esa situación es repetida y conocida. Los ejemplos son diversos.
En el caso de Williams, la reciente jugadora retirada sostuvo, en diversas entrevistas, que su papá “no es ningún villano”. Sin embargo, al relatar los métodos y las formas de entrenar que tenía Richard, se abre un mundo completamente distinto. En uno de sus libros (que luego se pasó a película), el propio Richard cuenta que, un día, llegó a su casa y le dijo a su pareja: “Vamos a tener dos hijos y nos vamos a volver ricos. Van a ser tenistas”. La razón de su seguridad se basaba en que él mismo había escrito un “manual” de 78 páginas en el que había un paso a paso sobre lo que había que hacer para que su hijo sea profesional. Le digitaba la vida sin haber nacido. Tras el nacimiento -y un par de años después- las hermanas Williams comenzaron a jugar al tenis a los cuatro años. Entrenamientos exigentes y que duraban más de cuatro horas para nenas menores de siete años. Luego, con el paso del tiempo, la dureza creció hasta el punto tal de poner vidrios rotos en el fondo de la cancha para que, en el momento de impactar, sus hijas no retrocedan.
Si bien Williams se convirtió en una estrella absoluta del deporte, la romantización de lo ocurrido en su infancia, como en la película “King Richard”, olvida el sufrimiento de los chicos que están detrás. Los casos se repiten: Bernard Tomic, tenista australiano, confesó que “todavía le tiene miedo” a su padre. Jelena Dokic contó que su padre le pegaba después de perder partidos y que le han pegado hasta dejarla casi inconsciente.
En Argentina, recientemente se estrenó el documental sobre la vida de Guillermo Pérez Roldán. El jugador que llegó a ser 13° del mundo en 1988 contó, entre otras cosas, que su papá Raúl le pegaba incluso ya siendo profesional. Los castigos por perder eran gritos, violencia, insultos y golpes en la cara. El régimen “militar” del papá, además, contó con las exigencias extremas en la cancha. La falta de un control sobre esos entrenamientos, además, llevó a esos abusos.
Actualmente la Asociación Argentina de Tenis realiza encuentros en las categorías infantiles en donde se convocan a los padres para hablar sobre el rol que deben tener en el desarrollo de sus hijos. Según esta institución, desde hace varios años los formadores siguen los lineamientos de la Federación Internacional de Tenis (ITF) en los que se aborda la temática y eso mismo lo llevan a la práctica.
En consonancia, el entrenador nacional de tenis y director de la escuela Little Tenis, Sebastián Varela Márquez, sostuvo a El Destape: “En los torneos no se ven casos extremos. [en referencia al caso de Pérez Roldán]. Nosotros estamos atentos a lo que puede ocurrir, si hay conductas inapropiadas como puede ser un grito o una desautorización de algún juez que esté en el partido”.
Los primeros que empiezan a marcar las pautas sobre los padres son, justamente, los profesores de las primeras categorías. “Nosotros le damos un reglamento a los padres que deben cumplir a rajatabla. Los papás no pueden interrumpir ninguna clase, ni nada. De entrada le decimos las pautas que tienen que cumplir, si no las cumplen, los invitamos a tomar un café a la bar o algo. Que se queden allá”, reveló Varela Márquez.
Con el paso de las categorías, la suma de las presiones aumenta. “De repente pasa que se ve más presión ya cuando el chico tiene que empezar a viajar. Es un presupuesto. Si vos querés tener una carrera profesional, a los 16 años ya tenés que tener torneos internacionales y no es fácil. Y el chico también se da cuenta, porque ya tiene edad para saber lo que sale ese viaje”, contó Varela Márquez.
Para un tenista junior argentino -y latinoamericano en general- el dinero se convierte en una presión extra. La falta de torneos en la región y las distancias -a diferencia de Europa- hacen que el dinero comience a ser un problema. Hoy los torneos nacionales se componen de 32 jugadores, mientras que -en las categorías más bajas como los abiertos- los cuadros pueden llegar a 48 si se suman las clasificaciones. De esta forma, la competencia se vuelve feroz con chicos que tienen esperanza de competir profesionalmente en un deporte en el que, según se suele decir, los que “pueden vivir del tenis” son los que llegan a ser Top 100.
La competencia diaria y la presión de tratar de convertirse en profesional se torna una situación delicada para los juveniles. “Hay que hacer entender que existen caminos alternativos como, por ejemplo, ser estudiante universitario. Te abre puertas”, añadió Varela Márquez. La amplitud de visión y la posibilidad de entender que los que llegan son contados con los dedos de una mano sirve para comprender que el deporte, antes que todo, es un juego.