Los mensajes de Los Pumas -que hoy parecen haber quedado atrás- son la punta de un iceberg que tiene debajo de la superficie otro problemas. Hay temas de los que no se hablan o se meten debajo de la alfombra en las instituciones top. Hay otro rugby que quiere luchar contra ese quiste y que busca volver popular al deporte de la ovalada. Los ejemplos se repiten. Los Ciervos Pampas, el primer club de diversidad sexual de este deporte en América Latina, y el Floresta Rugby Club son dos de los varios ejemplos que buscan que abrir el espectro.
Los tuits clasistas, xenófobos y racistas de Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino volvieron a poner el foco sobre la realidad del rugby bajo la órbita de la UAR. El espasmo de la justificación absoluta o el castigo inmediato por unos mensajes de hace 9 años reveló que no existe un planteamiento del problema que lo atraviesa. La defensa cerrada ante cada hecho aislado no hace más que patear el problema para adelante. Incluso cuando hay temas de los que no se hablan.
Más allá de esta realidad, el rugby -como deporte- tiene instituciones, clubes, jugadores e ideas que buscan dar una discusión. Ciervos Pampas es el es el primer club de diversidad sexual del rugby en América Latina. Desde hace casi una década trabaja las problemática de la discriminación por la orientación sexual en este deporte. Más allá de esa idea, Caio Varela, su presidente, aclara: “Nosotros no somos un club que busca hacer solo un trabajo social. Somos un club deportivo. Competimos”. Desde hace un par de años, el equipo disputa el torneo empresarial de la URBA y, ahora, tras la pandemia el objetivo es tener una categoría intermedia en 2021.
Ciervos entrena en el polideportivo del Parque Avellaneda en la Ciudad de Buenos Aires y su sede social está en el barrio de Once. Usan medias con los colores del arcoiris e inflan el pecho cada vez que los nombran. “En nuestro club no hay bautismos. Es violencia solo por el hecho de ser violencia, cortar el pelo si alguien no quiere ya es un hecho simbólico de la violencia”, cuenta Caio. En este punto, el referente del club, además sostiene: “El machismo, el hecho de ser fuerte, más grande y que te gano a pura fuerza hace que haya cierto 'machirulismo' solo por fuerza, solo por potencia. Cuando hay otras formas de ganar también”.
A partir del asesinato de Fernando Báez Sosa a principio de año, la UAR decidió meterse en esta problemática. Bajo el programa “Rugby 2030, hacia una nueva cultura”, la Unión Argentina de Rugby intenta repensar las nuevas masculinidades y el rol que tienen los clubes dentro del deporte. “Se han incorporado conductas, posturas, presiones y autopercepciones de lo que significa ser parte del mundo del rugby. Yo tengo que ser mejor que vos. Y también hay cuestiones de clase”, reflexiona Varela en charla con El Destape.
Según Varela, de los jugadores que son parte de la institución, hay ocho jugadores que llegaron al club por haber sufrido hecho de discriminación en sus anteriores clubes. “No solo ahora, también en su infancia y su adolescencia. También hay otros que ni siquiera se aventuraban a hacer deportes justamente por el temor a la discriminación”, cerró.
Los clubes tradicionales aun llevan la voz principal sobre cómo se maneja el rugby en el país. Sin embargo, existen otras instituciones que tratan de abrir el juego. “Estaría bueno que se ayude un poco más a otro clubes más chicos, más populares. Que aparezcan voces disidentes para enriquecer el deporte”, dice Cristian Sandoval a El Destape. Cristian es docente en la Ciudad de Buenos Aires y vocal del Floresta Rugby Club, una institución que apenas tiene 15 años de vida. “Tenemos pibes de Carrillo, Parque Avellaneda. De la villa 21-24, hay varios chicos que juegan”, se enorgullece. En algunos lugares, la ovalada reemplaza al fútbol. Aunque sea un poco. El club está en la Liga de Desarrollo de la URBA: “Jugamos más de 200 partidos y habremos ganado 10, 15”, se ríe Cristian pero agrega: “Igual todos los sábados vamos y ponemos la cara. Porque esto es para jugar. Y que esto crezca”.
El club sobrevive con una cuota que roza, para los integrantes del plantel de Primera División, los 600 pesos. Pero los gastos para los partidos de la Liga de Desarrollo son los mismos que para casi todos los clubes. Hacen falta médico, desfibrilador, tercer tiempo. Todos esos son gastos que se suman y a eso se le agrega un preparador físico que, cada tanto, se suma a cooperar. “Somos un club invitado en la URBA. No formás parte, en cualquier momento te pueden revocar la invitación y no hay voto. La mayoría de los clubes de la última categoría están invitados”, suma Sandoval y añadió: “Estaría bueno que haya algo más para apoyar a estos clubes de abajo, alguna Copa Argentina. Algo de eso”.
La identidad del Floresta Rugby Club es popularizar el deporte. “Hay muchos chicos que no pueden pagar la cuota, pero si no podés, se juega igual”, agrega a este medio Sandoval. Durante la pandemia, el FRC pudo realizar más de 16 entrega de comida para los socios que no podían salir a trabajar. Con la solidaridad y el compañerismo como base, también tomaron la decisión de borrar de cuajo los clásicos bautismos. “Acá se abolieron, no existen más. Antes era un rapado, pero decidimos que no se hagan más”, añadió Sandoval. Esta acción se sumó a una realidad. Cuando alguno de los jugadores se expresa violentamente contra un rival, se lo sca de la cancha: “Si alguien dice pegale, pegale, a ese pibe se lo saca automáticamente”.
Estos dos clubes son algunos de los muchos que luchan por abrir el rugby al campo popular. Desde el trabajo y buscando abrir el espectro, los clubes tratan de insertar una nueva mirada sobre la pelota ovalada.