La zona sur bonaerense alberga un evento de artes marciales en uno de los tantos gimnasios que funciona como club social por la mañana y club de la pelea en la noche. Tras otra batalla de desconocidos y aguerridos competidores, el anunciador toma el micrófono y anticipa que la próxima pelea será por la “copa motivación”. En una esquina, hay un atleta listo para saltar a la acción, y en la otra, aparece Carlos Machado, un peleador igual de preparado pero con un detalle distintivo: Le falta el brazo derecho.
Suenan las campanas y Carlos sabe que tiene que moverse mucho en el ring para que su guardia particular no le juegue en contra. En teoría, sería fácil acercarse a él para darle un golpe seguro, pero en la práctica, se torna difícil porque sus patadas a las piernas del rival son tan fuertes que resuenan en todo el gimnasio. Carlos no es un peleador que se centre en sus defectos, sino que explota al máximo sus virtudes.
A los tres años, un tumor maligno se había apoderado del brazo derecho. La decisión de los médicos para salvar a Carlos fue amputar la extremidad. Con la vida a salvo, pero con los desafíos que una persona con discapacidad enfrenta en una sociedad discapacitante, Carlos encontró refugio en las artes marciales, un amor que tuvo desde la infancia. “Desde chico me gustaban, pero bueno, nunca me había animado a practicar hasta que a los 15 años decidí probar y jamás dejé. Siempre miré boxeo, kick boxing y muay thai”, comenta en diálogo con El Destape.
La pasión que despertó practicar su deporte favorito generó, unos meses más tarde, una nueva ambición en el Carlos adolescente: probarse como un competidor dentro de un cuadrilátero. Por la época, porque todavía no estaba normalizado ver a un competidor sin un brazo, encontrar un rival que quisiera medirse con él fue implicó toda una odisea. Sin embargo, el apoyo de su familia y amigos, según el propio Carlos, fue vital para continuar con el intento de cumplir esa ansiada meta.
“A los pocos meses de empezar me quería probar. Me costó conseguir rival, pero lo logré. Mi entorno siempre me apoyó de verdad. Y siempre hay dudas y miedos, pero jamás me dejaron de bancar tanto mi familia como amigos. Esa es una de las razones por la que siempre compito”, rememora el atleta sobre aquellos días. Las primeras peleas representan para los competidores un bautismo de fuego. Es el paso vital de la teoría a la práctica en el que ya no hay un compañero de entrenamiento atento a los movimientos del aspirante para corregirlos, sino que hay un oponente dispuesto a explotar todos los defectos del amateur a su favor para conseguir la victoria.
Respecto a cómo fue este momento especial en su carrera, Carlos comenta: “Fue muy loco porque era la primera vez que subía a un ring, estaba lleno de miedo e inseguridades, pero creo que fue uno de los días más felices de mi vida. Por más que haya perdido lo disfruté al 100 por ciento”. Después de esa derrota, Carlos se levantó y continuó compitiendo en muchísimos eventos en toda clase de gimnasios, como aquel ubicado en la zona sur de Buenos Aires en el que, de tantas patadas a las piernas que le dio a su rival, este último cayó y tuvo que ser atendido por el personal médico.
También Carlos ganó reconocimiento en competencias como el Campeonato Sudamericano de la especialidad en 2018, en el que ganó una medalla de bronce representando a la Argentina. Ser un peleador profesional en Argentina de Muay Thai como Carlos implica atravesar una realidad similar a la de otros deportes como el Vóley o el Futsal, en la que sus atletas tienen que rebuscárselas para poder continuar con su entrenamiento. Las bolsas, es decir, los premios económicos que le dan a un competidor por ganar su combate, en Argentina suelen ser de un valor bajo, por lo que muchas veces se recurren a rifas o a sacar comisiones de las entradas vendidas por el propio peleador.
Sin embargo, en Tailandia el Muay Thai es un deporte sagrado. Los peleadores que compiten allí pueden hacer una diferencia económica para poder dedicarse de lleno a esa disciplina. Actualmente, la meta de Carlos es viajar al país rey del Thai para poder adquirir más sponsors y sostenerse a base de la competencia. Pero más allá de sus metas personales, Carlos sabe que es una inspiración para otras personas con discapacidades que buscan animarse a practicar deportes de combate. Desde videos musicales a charlas en universidades y apariciones televisivas, él aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para mostrar la otra cara de las artes marciales. Más allá de los televisivos Bruce Lee y Jean-Claude Van Damme, también hay Carlos Machados que buscan superar barreras para trascender en el deporte de sus amores.
“Entrene y competí y estuvo bueno ver qué hay gente que se anima a guantear más allá de las dificultades que tengan”, contesta Carlos cuando se le pregunta sobre si alguna vez entrenó con otras personas con discapacidad que, impulsadas por el amor a las artes marciales, se animaron a pelear por sus sueños en el ring.